La hija del mafioso

Cap 5

La última semana la pasamos teniendo sexo en todos los rincones donde nos encontrábamos.

El trato era que solo sería eso, sexo. Pero mi estúpido corazón al parecer no entendió las reglas y ahora lo único que quiero es estar cerca de Alex y al parecer, el siente lo mismo.

Llevamos dos meses casados, la convivencia es genial, ya no puedo negar que estoy enamorada de Alex. Pero, algo me ha preocupado, no me ha bajado este mes y luego de quitarme la duda me maldije por ser tan estúpida. ¿Y si esto era lo único que quería?- La voz de mi inseguridad se manifiesta con fuerza.- No, el me ha demostrado todo este tiempo que me quiere, con sus detalles y con su cariño día a día.

Le pido a uno de los hombres que me lleve a la empresa, no es lo que yo buscaba tan pronto, pero quiero darle la noticia. Me hace mucha ilusion ver su reaccion, despues de todo eso es lo que queria. Tener un hijo mio y como van las cosas entre los dos, creo que los tres seremos muy felices aunque este embarazo sea sorpresivo.

La ansiedad y los nervios no son mis mejores amigos. Una hora después subo al ascensor que me lleva al último piso donde esta su oficina.

El pasillo esta vacío y su secretaria no está en su puesto. ¿Estará ocupado?

Tomo el pomo y antes de entrar, con la prueba de embarazo en la mano ingreso a la oficina.

Claro, la secretaria no está en su puesto por que tiene el torso pegado al escritorio de Alexander mientras él se la coge por detrás.

Tengo dignidad, no haré un escándalo en este lugar. Cierro la puerta sin hacer ruido y dejo sobre el escritorio de la mujer una nota junto al anillo de bodas y compromiso.

"Adiós hijo de perra."

Imbécil yo también, por no haber sido cuidadosa y por enamorarme del hombre que me dejo claro que haría lo que le diera la gana. No lo creí y ahi estan las consecuencias de ser una idiora. Las personas no cambian, son siempre iguales, solo se camuflan fingiendo ser algo diferente. Alexander es tan mierda como John, y lo que queria era un hijo, mi bebé. No lo tendra, al carajo el y ¡Todos!

Salgo de la empresa con los ojos llenos de lágrimas y mi auto se acerca. No le doy tiempo a Robert de bajar para que me abra la puerta, lo hago yo misma, quiero llegar a mi casa y tomar algo de ropa para largarme de aquí.

Minutos después, noto que no tomamos el camino de siempre. Levanto la vista limpiando mi rostro de las lágrimas que derramo sin control y... No es Robert quien conduce.

—Pensé que sería más difícil convencerte de que subas al auto, pero subiste por tu cuenta. Tu padre quiere verte, hermosa.

Es un hombre grande, de ojos claros y de aspecto peligroso.

—¿Quién demonios eres y por qué John quiere verme?

Pregunto. No me asusta la situación, he sido interceptada por su secuaz infinidad de veces.

—No sé quién sea John, preciosa. Tu padre es Declan Prescott y te está esperando para llevarte a casa, donde perteneces. A tu verdadero hogar, con tu unico familiar.

Esto debe ser un error, seguramente se equivocó de persona y se está llevando a la incorrecta.

"Detente. Obviamente cometiste un error. Mi padrastro se llama John Beaumont. Te estas llevando a la persona equivocada. Déjame bajar para volver a mi casa."

—No hay ningún error. Eres la hija de Susan Caparano y tu padre es Declan Prescott, naciste el 22 de mayo del año 2002 en Antrim, Irlanda y te casaste con un imbécil que te engaña. ¿Por eso lloras? Tranquila, tu padre es un buen hombre y le hará pagar a todos el daño que te hicieron. Yo me encargare personalmente de eso.

Me ofrece un pañuelo, en cualquier lugar estoy mejor que aquí.

—¿Cómo te llamas?

No sé por qué me importa saber su nombre pero claramente, sabe más sobre mí de lo que esperaba. ¿Mi padre no está muerto como mi madre me hizo creer y ahora voy en camino a conocerlo?

—Me llamo Peter, un gusto tenerte frente a frente, al fin, Bárbara. Créeme que es todo un placer después de tanto tiempo... siguiéndote. ¿Lista para ir a casa?

Pongo mis manos sobre mi vientre y respiro hondo. Peter nota el movimiento y frunce el ceño.

—Estamos listos.

ALEXANDER. P 1

Tres meses después.

Recuerdo cuando conocí a Bárbara Caparano. Era un aniña tímida y dulce. Sea a donde sea que la llevaran, las personas quedaban encantados con ella. Era educada y su voz, era tan suave que tenías que acercarte mucho a ella para que puedas escucharla con claridad.

Ese día, la odié pero, también la amé.

Ojos oscuros sin llegar a ser negros como los míos y su cabello tan largo y pelirrojo, la hacían lucir encantadora en su vestido color azul. Pequeñas pecas en su rostro la hacían más bonita de lo que ya era.

La observaba desde la mesa, en la que mi familia y yo estábamos sentados mientras su madre daba un discurso sobre no sé qué.

Era una gala benéfica, en la que su madre invitaba a los pequeños que serían los próximos líderes de las empresas más grandes de Londres y Reino Unido. No quería estar ahí, pero mis padres me obligaron a asistir sin importar cuanto me opusiera.

Después, un cambio de colegio inesperado. Nos mudábamos a Londres y dejaba atrás mi hogar y los pocos amigos que había logrado hacer. Bárbara asistía a la misma institución, claro, mi madre y la suya se hicieron amigas rápidamente y años después, nos invitaron a la boda de la señora Susan Caparano y John Beaumont. Un chupasangre de primera que ya había dejado en banca rota a otra mujer adinerada, pero claro, eso nadie lo sabía entonces.

Ir a su mansión era obligatorio, mis padres insistían en que Bárbara y yo nos volvamos buenos amigos, y mi madre ya tenía planes a futuro para nosotros dos.

Yo siendo un mocoso estúpido, no quería ni que me respire cerca, era muy bonita, delicada y todos la amaban, mientras que a mí, solo me tenían en un rincón sin siquiera dirigirme la palabra. ¿Por qué todos querían a la pelirroja y a mí me observaban como el pequeño enojado?

Como acto de justicia, quise dañar a Bárbara, no podía ser tan feliz mientras que yo era ignorado hasta por mis propios padres.

Eso hice por años, molestarla, romper sus juguetes preferidos y decirle palabras tan crueles que la hacían llorar.