Hablan de reclamarme como si fuera una cosa, una herencia, una especie de trofeo y eso no me gusta. Sé que este mundo se mueve así, que es desconocido para mí y que las tradiciones no van a cambiar así porque a mí no me agraden. De repente una luz se enciende en mi cabeza. Y ahora soy yo quien sonríe con malicia. —Si estos dos quieren matarse, bien. Que lo hagan. ¡Estarán perdiendo su maldito tiempo! Ya estoy casada, por si se les ha olvidado. Suspiro pesadamente acomodando la almohada detrás de mi espalda. —Mi amor, aquí no importa que estés casada con un hombre común y corriente, porque de un segundo a otro puedes enviudar y se acabó el problema. Aquí se juega sucio y estas en todo tu derecho en rechazar a William o a Peter, ellos se mataran entre si y el que salga con vida, será qui