Capítulo 3

1625 Words
2 semanas después…  Toc, Toc, Toc. Levanto la vista y veo a un hombre golpeando el cristal de mi coche, su linterna brillando antes de moverla, mirando hacia atrás. Levanto la mano cuando la luz atraviesa mi rostro, dejándome cegada. Rápidamente, él la mueve hacia un lado.  —Señora, no puede quedarse aquí —me dice el hombre de mediana edad; debe de ser seguridad municipal, juzgando por su uniforme. Mi hijo, a quien decidí llamar Valarian, se mueve, la luz brillante lo despierta, y deja escapar un llanto irritado. El hombre aleja por completo la linterna, iluminando el suelo, y Valarian se calma. —Mire, he notado su coche aquí casi dos semanas; esto es una estación de tren —suspira mientras levanto a mi hijo de su cama de caja de frutas y bajo un poco la ventana para que no siga gritando, pensando que no puedo oírlo. —¿De verdad no tiene adónde ir? ¿Ninguna familia? —pregunta.  —No, el consejo me echó del parque —digo sin más. Pasa una mano por su rostro antes de mirar alrededor del estacionamiento.  —¿El padre del bebé? —Niego con la cabeza, sabiendo que esa no es una opción. Ni siquiera me creyó cuando le dije del embarazo, se negó a verme incluso cuando le supliqué que me dejara mostrarle las fotos del ultrasonido. Cada vez que intenté llamar después de eso, colgaba en cuanto escuchaba mi voz. Después de un tiempo, me rendí.  —Sabes que hay gente ahí afuera que se haría cargo de él, y entonces probablemente podrías volver a casa.  —No voy a abandonar a mi hijo como mis padres me abandonaron a mí —le digo, indignada de que siquiera lo sugiera.  —Esta no es vida para un niño. Eres joven, si lo entregas podrías tener una vida normal. Algo en lo que pensar. Te doy una semana más para encontrar otro lugar. Después de eso, tienes que seguir adelante —me dice, y asiento antes de subir la ventana.  Lo observo alejarse antes de acomodar a mi pequeño bebé y ponerlo de vuelta en su cama de caja de frutas a mi lado. Siempre he tenido miedo de rodar y aplastarlo mientras duermo. Tirando de la manta sobre ambos, trato de ponerme cómoda. Una lágrima solitaria recorre mi mejilla mientras pienso en sus palabras.  —Esta no es vida para un niño.  ¿Estoy siendo egoísta? Sin embargo, la idea de abandonarlo me rompe el corazón. Él es mío. Lo amo y daría mi vida por mi pequeño hombre. ¿No es eso suficiente? No puedo negar el vínculo que hay entre nosotros.  ***  Al despertar al día siguiente, gimo; está lloviendo. Aún es temprano. Revuelvo en la parte trasera buscando mi paraguas antes de ponerme los zapatos. Asegurándome de que Valarian esté bien abrigado, agarro mi cubo vacío con una mano y abro el paraguas mientras abro el maletero. Deslizando el cubo en el hueco de mi codo, levanto el paraguas con la misma mano. Luego, levanto a mi hijo en mi brazo libre y corro hacia los baños de la estación de tren, teniendo especial cuidado de no resbalar en el suelo mojado. Eso sería desastroso.  Una vez que entro en la cabina grande y para discapacitados, meto el cubo en el lavabo, llenándolo de agua caliente antes de bajar mis pantalones para orinar. Algo que odio de ser una persona sin hogar es tener que sostener a mi hijo mientras voy al baño. No puedo ponerlo en ningún sitio, lo que hace difícil usar el inodoro sin dejarlo caer.  Cuando termino, subo mis pantalones con una mano, lo cual es difícil mientras sostengo a mi hijo, luego lavo torpemente mi mano antes de cerrar el grifo. Ahora la parte complicada: sostener un paraguas, un recién nacido y un cubo lleno de agua. De alguna manera, lo logro y regreso al coche antes de colocar el cubo en el maletero y abrir rápidamente la parte trasera de mi vagón. Me meto dentro y pongo a mi hijo en su cama antes de llevar mi pequeño cubo adentro. Enjabonando mi paño con jabón, lo limpio antes de vestirlo con un pañal limpio y ropa para que esté fresco y agradable durante el día.  Utilizando el agua restante, me limpio yo también, anhelando una ducha. Dios, echo de menos ducharme, algo que definitivamente daba por sentado. Uso los baños de las áreas de servicio ocasionalmente pero ahora mismo no tengo combustible para ir allí y no puedo arriesgarme a gastar mis fondos limitados.  Cuando mamá y papá me echaron, tenía un pequeño ahorro. También trabajaba en el restaurante chino de la calle principal durante el embarazo para seguir ahorrando. Los ahorros no duraron mucho con la compra de ropa de bebé y alimentos no perecederos. Y ahora que él ha nacido, he estado gastando dinero en pañales. Sin mencionar que como mi leche se secó debido al estrés y la falta de nutrición antes de salir del hospital, me veo obligada a abastecerme de fórmula y agua embotellada también.  Mi coche parece un supermercado miniatura, pero empiezo a quedarme sin fórmula otra vez.  Removiendo mi cartera, encuentro mis últimos 100 dólares. Necesito pensar en algo rápido. Esto no nos durará mucho. Suspirando, me recuesto en mi puerta, mirando la lluvia. El restaurante no me aceptará de vuelta, ya lo intenté, y mis padres obviamente no son una opción. El padre de él ni siquiera me dejó entrar al territorio de la manada cuando le pedí verlo.  Todavía recuerdo cuando conseguí su número para llamarlo por primera vez; qué pesadilla fue. Se rió y dijo que no había forma de que hubiera dormido con una chica de diecisiete años. Para ser justos, no se suponía que estuviera en esa parte del club del hotel. Mi hermana y yo queríamos conocer a los Alfas mayores, no a los jóvenes que ni siquiera habían llegado a la pubertad. Así que con identificaciones falsas, nos colamos mientras la reunión se llevaba a cabo en el salón de conferencias.  El Alfa Valen estaba tan borracho como yo, así que no es de extrañar que no pueda recordarme. Apenas recuerdo algo. Lo que sí recuerdo es cómo me sentí esa noche, la atracción hacia él por alguna razón, y él también debió sentirla. Sé que no lo imaginé. Alejando el vago recuerdo, tomo una barra de granola y empiezo a comer. Mi estómago está gruñendo. Oh, lo que haría por una comida casera. Amo la comida de mamá. ¡Es la mejor cocinera!  Una lágrima se escapa por mi mejilla y reviso mi teléfono, aunque sé que no encontraré llamadas perdidas. Mi padre lo desconectó, pero me gusta ver las fotos de cuando aún formaba parte de la familia. Extraño a mi hermanita, quisiera poder verla, aunque solo fuera una vez más. Paso la mayor parte del día intentando descifrar qué puedo hacer sobre el dinero. Las palabras del guardia de seguridad me hacen sentir mal.  —Esta no es vida para un niño. Estoy fracasando. Necesito ayuda y no sé a quién pedirle.  Cuando empieza a oscurecer, llega el tren de las cinco en punto. Trato de encender mi vela para poder ver en la creciente oscuridad, pero el mechero se ha quedado sin combustible. Abriendo el maletero para salir, agarro mi paraguas y miro alrededor, esperando encontrar a alguien fumando, alguien accesible, a quien pedirle prestado uno.  —Disculpa, ¿tienes un...? —El hombre con traje a medida pasa a mi lado, mirándome de reojo. Intento una y otra vez, siendo ignorada por todos los que pasan.  Sintiéndome desanimada, estoy a punto de volver al coche cuando veo a un joven en traje elegante. Lo he visto algunas veces. Coge el tren temprano y siempre está en el tren de las cinco en punto. Siempre está vestido elegantemente, con trajes que complementan su cabello rubio y sus ojos verdes, y su constitución musculosa lo hace al menos un pie más alto que yo. Me mira con recelo mientras me acerco y me detengo cuando siento su aura; tiene sangre de Beta. Me resulta familiar por alguna razón y finalmente lo reconozco; es uno de los Betas de la reunión de los Alfas. Es el Beta de Alpha Valen. Fingiré que no lo reconozco porque definitivamente él no me recuerda, y sé que no puede sentir mi aura. He sido una renegada durante tanto tiempo que mi aura es casi inexistente. No ayuda que todavía no haya cambiado de forma. Quiero hacerlo, necesito hacerlo, pero ¿qué hago con mi hijo? —¿Puedo pedirte prestado un mechero, si tienes uno? —digo rápidamente antes de que me haga un ademán de despedida; la mayoría de la gente asume que le estoy pidiendo dinero. Se detiene, mirándome durante un segundo.  —Está bien —dice, rebuscando en su bolsillo antes de entregarme un mechero verde. Corro de vuelta al coche y enciendo la vela que tengo en un plato en mi vehículo. Sin embargo, cuando me giro, lo encuentro detrás de mí, habiéndome seguido los pocos pasos de regreso a mi coche. Salto, no esperaba que estuviera tan cerca.  —Gracias —le digo, pasándoselo de vuelta. Asiente y luego comienza a irse, rodeando el costado de mi coche justo cuando mi hijo grita. —Shh, shh, ya voy —susurro, bajando la parte del maletero hasta que algo la detiene. Miro para ver en qué se enganchó, solo para ver que el Beta la ha abierto.  —¿Es un bebé lo que tienes ahí dentro? —pregunta, y mi corazón late fuerte y nervioso en mi pecho. ¿Me denunciará a servicios sociales? 
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