Capítulo 4

1580 Words
Mi hijo llora más alto, y lo alcanzo. Los ojos del hombre se desvían hacia él antes de oler el aire. Le miro fijamente, confundida, y tiro de mi hijo hacia mi pecho como si él amenazara llevárselo lejos de mí.  —Es solo temporal; por favor, no llames a los servicios infantiles —le digo, y él inclina la cabeza hacia un lado. Su mirada parece más reflexiva que escrutadora. —¿Tu coche funciona? —pregunta, mirándolo antes de patear una llanta. —No tengo combustible. Mañana me iré, lo prometo —le digo, en pánico. Tal vez él sea un trabajador del consejo. Lo dudo por su traje caro. Me mira, arrugando ligeramente la nariz. —Te huelo familiar —murmura. Trago saliva, preguntándome si él me recuerda, pero no parece hacerlo, y tampoco quiero que cuestione de qué manada soy. Mi padre y su Alfa no están en buenos términos. Sin embargo, tal vez si él pudiera hacerme entrar para ver al Alfa Valen, podría ayudar con su hijo. Aunque ese pensamiento también me asusta, tener que enfrentarme al hombre que me ignoró y se negó incluso a hacer una prueba de ADN. Se negó a venir a comprobarlo, afirmando que mis reclamos eran mentiras, pero si él simplemente lo conociera, vería. Siempre podemos sentir a nuestros propios parientes.  Miro fijamente al Beta, preguntándome si se irá, pero él abre más el maletero antes de meter la mano. Retrocedo aún más, buscando un arma en caso de que la necesite.  —Cálmate. No puedo dejarte aquí sabiendo que duermes en tu coche con un bebé —dice, agarrando el asiento del coche. —Me iré; solo no te lleves a mi hijo —le digo. Me mira como si estuviera loca. —No lo haré —Y sus ojos lo confirman. —Quiero ayudar.  —Él está siendo sincero. —¿Quieres ayudar?—, repito, algo incrédula. Debo haber oído mal. —Vamos, puedes quedarte en la casa de la manada hasta que hable con mi Alfa —dice, haciéndome señas para que avance. —Agarra un cambio de ropa. Podemos volver por tu coche mañana —dice. Aterrorizada, no me muevo. Ha pasado tanto tiempo desde que alguien me ayudó. Suspira antes de coger una bolsa y meter dentro una lata de fórmula, la bolsa de pañales y algunas de mis ropas. —Vamos, ¿no preferirías tener una casa cálida en lugar de un coche frío? —pregunta. Miro a mi hijo, preguntándome si debería confiar en él. Coge el asiento del coche. Salgo y él me entrega mi paraguas antes de cerrar el maletero. —Por aquí —dice, caminando hacia su coche. Lo sigo hasta su coche de color azul eléctrico de aspecto deportivo. Siempre me he preguntado por qué no conduce para trabajar. Y ¿por qué dejaría un coche tan caro en una estación de tren? Coloca el asiento antes de rascarse la cabeza. —¿Sabes cómo engancharlo? —pregunta, y yo asiento. —De acuerdo, tú lo pones, y yo sostendré a tu… —Sus ojos se desvían hacia mi hijo. —Hijo —le digo, y él asiente, extendiendo los brazos hacia él. Le quita de mis brazos, y me inclino, asegurándome de vigilarlo mientras engancho el asiento antes de darme la vuelta. Cogiendo al bebé, lo engancho a su silla antes de subirme junto a él.  El Beta me pasa la bolsa antes de cerrar mi puerta. Enciende la calefacción cuando se sube antes de mirarme en el espejo retrovisor. —Tu hijo tiene unos ojos de color extraño, me recuerdan a los de mi Alfa. Él es la única persona que conozco con ojos ámbar además de su padre —dice. Miro al hombre y él aparta la mirada, volviendo su atención a la carretera. Definitivamente tiene los ojos de su padre, pero me callo. Aunque tal vez esta sea mi oportunidad, él podría decir si ve a su propio hijo. Siempre podemos percibir a nuestra propia familia, además su parecido era inconfundible. —¿Quién es tu Alfa? —pregunto, fingiendo que no sé. —Valen, el Alfa Sangre —dice, sus ojos vuelven a los míos en el espejo retrovisor para evaluar mi reacción a sus palabras.  Siento emoción brotar en mí, sabiendo que tengo razón sobre quién es él.  —¿Él estará bien que traigas a un renegado al territorio? —le pregunto.  —Él no estará allí, y hablaré con él mañana. ¿Tienes hambre? —pregunta, y mi vientre ruge fuertemente al mencionar la comida. Ríe por el sonido. —Lo tomaré como un sí —dice, y mi rostro se sonroja. Le doy a mi hijo su chupete, sus ojos ámbar mirándome en la oscuridad del coche. —¿Cómo te llamas?  —Everly —le respondo. —Nombre extraño. ¿De qué manada eras o eras renegada? —dice.  —No, estaba en una manada —respondo. Me niego a decirle cuál; no es un secreto que la manada de mi familia y el Alfa Sangre están constantemente en guerra. —¿Tu nombre? Puedo decir que tienes sangre de Beta —le digo. —Marcus, y sí, soy el Beta de Valen —dice antes de detenerse en un autocine. Cojo mi billetera. —No quiero tu dinero —dice antes de hacer el pedido. —¿Qué quieres? —No digo nada, me siento incómoda, así que pide dos cosas iguales. —¿Está dormido? —pregunta, y miro a mi hijo. Asiento mientras se acerca a la siguiente ventanilla. —Sube al frente —dice, lo que me hace mirar a mi hijo de nuevo, preocupada. —No muerdo, sube —dice mientras palmea el asiento del pasajero. Desabrocho el cinturón de seguridad antes de pasar por encima hacia el frente. Poniéndome el cinturón rápidamente, me doy cuenta de que él no tiene una marca en el cuello; aún no ha encontrado a su pareja. Una mordedura en el cuello siempre significa que alguien, hombre o mujer, ha sido marcado por su pareja. Abre algún portavasos y coloca las bebidas en ellos antes de pasarme una bolsa de papel —Puedes comer en el coche —dice. Le doy las gracias y abro su caja de hamburguesa, dejándolo sacarla. Marcus se detiene en el lado de la carretera antes de encender la luz interior para que podamos ver antes de girarse hacia mí en su asiento  —Come. No te haré daño —Abro la caja de la hamburguesa, el olor hace que mi estómago se derrita. Mis manos tiemblan mientras cojo la hamburguesa. —¿Tienes frío? —pregunta, subiendo el calor. Muevo la cabeza, es una mentira. Estaba bien en el coche; es el hecho de que no he comido una comida caliente en mucho tiempo, o incluso simplemente comida real que no sea espaguetis enlatados o barras de granola. Muerdo la hamburguesa y casi escapo un sollozo; me apresuro a reprimirlo para que él no lo oiga. Muerdo despacio, saboreando el sabor y el calor. Al levantar la vista, veo que él me está mirando mientras come su hamburguesa. Me sonrojo, avergonzada de que me estuviera mirando. Debe pensar que soy patética. Me siento patética aceptando la ayuda de un desconocido. —Gracias —le digo mientras tomo un sorbo de Coca-Cola frío. Burbujea en mi garganta y en mi lengua, pero sabe muy bien. —¿Dónde está tu familia? —pregunta con curiosidad. —Él es mi única familia —le digo, mirando a mi hijo. —Te echaron, ¿verdad, por no tener pareja? —dice. Trago saliva, mirando hacia abajo. —Mi madre era madre soltera, no renegada. Mi padre murió y ella me crió sola. Luchaba pero tenía la manada. Debe ser difícil no tener a nadie —dice.  No digo nada. ¿Qué puedo decir? Soy la hija deshonrada de un Alfa? Comemos en silencio, y por primera vez en mucho tiempo, me siento llena, pero aún así, él me pasa sus papas, diciéndome que las coma antes de volver a encender el coche.  Después de veinte minutos conduciendo, me doy cuenta de que nos estamos acercando a mi antigua manada hasta que él gira hacia una carretera en dirección contraria. Luego de otros veinte minutos conduciendo por su territorio, se detiene frente a una casa grande de tres pisos. Apenas puedo ver a través de la oscuridad de la noche, pero puedo decir que tiene un aspecto moderno. —¿Estás bien? ¿Cruzar no te hizo sentir mal? —pregunta. Niego con la cabeza. Es extraño. Usualmente, los renegados se sienten mal al cruzar una frontera, pero yo no. —Huh. Extraño —murmura.  —¿Estás segura de que está bien que me quede aquí?  —Sí, no hay nadie aquí y puedes quedarte en mi habitación esta noche; tengo patrulla de manada, así que no estaré en casa —Asiento. —¿El Alfa se molestará? —pregunto. —No, ni siquiera lo sabrá hasta que hable con él mañana. Está en la ciudad de fiesta esta noche; tendrás el lugar para ti —dice, abriendo su puerta. Salgo y luego rodeo el coche y cojo a mi hijo. Marcus coloca la bolsa sobre su hombro y pone su mano en mi espalda baja, mostrándome la puerta principal. Observo cómo desbloquea la puerta antes de hacerme señas para que entre.
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