¿Por qué no lo mataba?
Gian de verdad creía que estaba esforzándose para que lo matara, para al fin poder terminar con el sufrimiento que era el ser el prisionero o esclavo de ese soldado, pero durante todo el día lo único que logró fue que su captor lo hubiera abofeteado, provocando un pequeño corte en su labio por haberse alejado de él hasta el punto de que no pudiera verlo. No dejó el grupo y tampoco pudo ir demasiado lejos ya que estaba encadenado y el soldado Na tenía el otro extremo de la cadena, así que era ilógico que pensara que podía huir.
Sintió como su ropa fue halada y se tensó más de lo que ya estaba mientras aquellos soldados le gritaban y botaban algunas frutas porque no estaba entreteniéndolos, ni siquiera se había esforzado en hacerlo cuando Joon Ho lo empujara hacia adelante, cerca de la fogata para que bailara para ellos. Gian se quedó parado, dándoles su mirada más dura, la que decía que no cedería, que mantenerlo con vida era una pérdida de tiempo y comida, porque él no se dejaría dominar, que no se convertiría en su juguete que haría todo lo que le dijeran para entretenerlos.
—¡Dije que no lo tocaran! —gruñó Joon Ho.
No pudo evitar estremecerse al escuchar su voz, que había comprobado que cada vez que la oía, era como si sus peores pesadillas se convertirían en realidad, ya que parecía que cada vez que se negaba a hacer algo de lo que el soldado le ordenaba, todo lo que sucedería era que lo tendría sobre su cuerpo, ya fuera golpeándolo y obligándolo a tener sexo con él. En esa mañana había sucedido una vez más, que en el momento se que animó a decir “no quiero” cuando el desayuno le fue llevado antes de que salieran del pueblo, el soldado lo tomó en contra de su voluntad.
Gian había decidido, que si aquel soldado no lo mataba por su desobediencia o porque ya se cansó de él, de que luchara, él resolvería el problema dejándose morir de hambre.
—¿No crees que estás siendo muy posesivo Na? —dijo un soldado cerca de él.
Joon Ho le dio una mala mirada al soldado que habló, como si le dijera que eso no era asunto suyo, y luego volvió a ver al doncel.
—Baila —ordenó.
Se estremeció ante la orden y negó levemente con la cabeza, dando un paso atrás y con deseos intensos de correr de ahí, de esconderse en el primer lugar seguro que pudiera encontrar, pero no había escapatoria. Observó a todos los soldados que tenían una mirada de lujuria en ellos, como si quisieran arrancarle la ropa y poseerlo en ese mismo momento, como si no hubieran saciado todavía su sed con todas las personas a las que hicieron daño.
Gian no quería bailar, pero tampoco deseaba que Joon Ho volviera a violarlo frente a todos por desobedecerlo, quizás dando paso a que alguien más saciara su lujuria en él, fue ese pensamiento el que hizo que se obligara a mover su cuerpo, de una forma que parecía una espiga de trigo danzando en la suave brisa.
Sus movimientos eran tan pequeños que no lograban complacer a los soldados, ni a Joon Ho; el doncel lo sabía por la manera en como este lo miraba, como si quisiera ir y castigarlo en ese momento, pero todo lo que hizo fue halar la cadena que seguía atada a su pie, lo que provocó risas en los soldados cuando lo vieron caer y llenarse de tierra. Ellos disfrutaban del dolor, y Gian lo había entendido en los pocos días que compartieron.
—Trae a la de cabello rojo —Yoo Chan habló mirando a una joven encerrada junto a los otros prisioneros —ella sí entretiene.
Gian no creía que la tensión en su cuerpo fuera a desaparecer en algún momento, incluso si Joon Ho lo encerró en una pequeña celda que era arrastrada por algunos caballos, y que parecía el lugar más seguro para que nadie escapara.
—Solo obedece.
La voz fue suave, provenía de una joven de cabello n***o que estaba a su lado, quien se abrazaba a sí misma mientras se apoyaba en los barrotes de la celda, pareciendo demasiado cansada como para que siquiera poder mantener sus ojos abiertos.
No pudo reconocerla de inmediato por lo diferente que lucía a lo que recordaba.
La joven tenía veinte años como él, era la hija de un comerciante y casi estaba dentro del mismo círculo social; la había visto en algunas fiestas a las que asistió y siempre le pareció alguien muy inteligente, delicada y bonita, ¿pero de qué servía eso ahora si lo único que quedaba era convertirse en esclavos de aquellos soldados?
—¿Por qué debo hacerlo? —dijo con voz dura, llamando la atención de los demás en esa celda.
—Porque te evita ser golpeado —respondió otra chica de quizás su misma edad o menor.
—Si al final van a matarme, prefiero que lo hagan ahora y no después.
Nadie más le respondió y Gian casi lo agradeció, no era que antes él no pudiera comunicarse bien con las otras personas, pero en esa situación parecía que se volvió difícil si no pensaban igual que él, si se habían rendido sin siquiera luchar, permitiendo que aquellos soldados hicieran lo que quisieron, y él seguía pensando que no podía dejarlos ganar tan fácilmente, incluso si era en algo tan pequeño como el dominarlo a él para que obedeciera.
Gian no podía evitar resistirse, hacerlo era fallarle a su pueblo a la memoria de sus padres, a la Do Jang, quien había muerto en manos de esos soldados.
¿De verdad nadie tendría compasión de él? Porque para él estaba bien con la idea de que cualquier soldado lo matara.
Esa noche durmió junto a los demás prisioneros porque parecía el lugar más seguro para que no escapara, y fue un lugar que se sintió bastante tranquilo, a pesar de toda la gente que tenía a su alrededor, o de que las cosas no se hubieran detenido, porque era como estar en un bucle que nunca se detendría, y que se repetía como en la noche que fue tomado como cautivo, sólo que esa noche el soldado no parecía interesado en verlo sufrir otra vez.
Gian casi no pudo dormir en la noche, el espacio era demasiado reducido y estaban hombro con hombro con los otros prisioneros, pero eso era más cómodo que cuando estaba al lado del soldado, sin embargo no lo suficiente como para que el deseo de morir hubiera desaparecido, porque cuando llegó su desayuno, le dio su porción de pan a la persona más próxima a él, quedándose únicamente con el agua le era proporcionada, porque estaba demasiado sediento y fue un consumo inconsciente, porque cuando se dio cuenta que lo hacía y que no iba con sus planes de morir por no comer ni beber, se lo dio a la persona más próxima, aunque ya no quedara casi nada, no obstante nadie lo rechazaría, porque era lo poco que podían obtener de aquellos soldados.
***
Joon Ho no estaba feliz cuando observó al doncel entregar una vez más su desayuno a la persona más próxima en la celda, era una acción que observó repetirse durante cuatro días seguidos, y estaba seguro que si lo dejaba en esa jaula todo el día, no comería nada.
Podría importarle poco esa acción porque sabía que su prisionero no moriría por inanición, ya que el día anterior y antes de este, lo había obligado a comer un trozo de pan a la hora del almuerzo, y la noche anterior repitió su acción para que comiera algo, porque mientras Gian veía no comer como su vía más rápida a la muerte, el soldado no se lo permitiría, no se lo permitiría hasta que cediera y se rendiera ante él y obedeciera sus órdenes, tal vez luego de eso podría concederle la muerte, pero no iba a dejar que el doncel le ganara, no se lo permitiría.
—Si no comes por tu cuenta, tendré que castigarte —gruñó al oído del doncel cuando lo sacó de la jaula.
Joon Hoo recibió una mirada que decía que el doncel no estaba de acuerdo con su orden y que lo odiaba, pero también sentir como este temblaba bajo su tacto, haciéndolo sonreír, le gustaba saber el temor que le causaba aunque quisiera parecer valiente. El soldado sintió que le empezaba a agradar el tener que recordarle a Gian que era un prisionero, que debía de obedecerlo, de verlo sufrir, porque no tenía otra opción más que rendirse ante él.
—Empiezo a creer que lo haces porque me extrañas entre tus piernas —dijo con sorna.
Ver el odio intensificarse en los ojos de Gian, hizo que una sonrisa apareciera en los labios del soldado, que estaba disfrutando de ver al prisionero luchar por no quebrarse frente a él. Joon Ho no sabía si lograría que lo hiciera en los pocos días que faltaban para que llegaran al pueblo, pero si no era así, se esforzaría al máximo para hacerlo, para romperlo antes de que tuviera que salir a otra batalla.