La idea de que a su madre le simpatizara el doncel, no fue algo de su agrado, no cuando se había dado cuenta que debido a eso, no podía castigarlo frente a ella, porque lo defendería y eso era desautorizarlo, lo que provocaba su enojo y su fuente de deshago era Gian, por eso sus visitas a la alcoba del doncel o el arrastrarlo a la suya, se había vuelto algo más recurrente.
Cada vez que sucedía, había visto como el doncel poco a poco dejó de luchar como antes, abandonándose a su voluntad, incluso ni siquiera había lágrimas como en el pasado, en el que más de una ocasión las vio caer de sus ojos, sino que quedaba un cuerpo que él tomaba sin el consentimiento de su dueño. Podría detenerse si notaba que empezaba a romperlo, pero no quería hacerlo, sino que verlo completamente destruido, pidiendo piedad.
Besó la mano de su madre, viendo a sus ojos por unos segundos antes de ser envuelto en los brazos de ella, y escuchar sus palabras pidiéndole que se cuidara en la nueva misión que tenía, la que no era muy diferente a la anterior, sino que invadirían un nuevo pueblo, uno al que harían pasar por lo mismo que al de Gian, porque su gobernante no quería adueñarse de tierras por la paz, sino que parecía disfrutar de la violencia que sabía que había detrás.
Joon Ho había servido a su rey durante varios años, que sentía que era normal que para adueñarse de algo o alguien, tenía que hacerlo sufrir tanto que no le quedara más que rendirse, pero era indispensable destrozar todo para sentirse satisfecho.
Había escuchado rumores de que cada pueblo cercano a su reino estaba armándose poco a poco, y sabía que si todos los pequeños pueblos que invadieron y los que quedaban por pasar por lo mismo, se aliaban, podrían ser una resistencia digna, aunque sus faltas de habilidades de combate era lo único que los debilitaba.
El temor de los pueblos cercanos era palpable desde que la noticia de que su rey estaba extendiendo su territorio a la fuerza viajaron por todas partes, por lo que todos tenían claro que la nueva misión no sería sencilla, sin embargo, confiaban el entrenamiento que habían recibido a lo largo de los años, además de que su rey decidió actuar rápido antes de que los pueblos unieran fuerzas y fuera más difícil derrotarlos.
Su rey era tan ambicioso, que no quería darles ni una sola oportunidad de oponerse a que tomara nuevas tierras que no le pertenecían, y esperaba pronto reforzar su ejército para comenzar a expandirse más y más para ser dueño del todo el continente.
—Cuídate mucho —dijo Geum Hee, su madre.
—Lo haré, volveré con bien —habló confiado.
Geum Hee pidió internamente que así fuera, que su hijo pudiera regresar sano y salvo a casa. Si bien, sabía que Joon Ho no era un santo, no podía imaginar que algo pudiera sucederle mientras estaba afuera de casa, y lo peor de todo era que no había tenido más de tres semanas a su hijo a su lado antes de que hubiera salido otra vez a una misión.
¿Por qué su hijo insistía en ser un soldado cuando podían vivir cómodamente como una familia aristócrata?
No sólo Joon Ho había llevado tesoros a la casa, sino que su difunto esposo también lo hizo, colocándolos en una posición económica buena que hacía que no hubiera necesidad de que pertenecieran a la realeza para tener una vida sin carencias. El estatus militar también significaba riquezas.
Joon Ho observó a su madre por un corto momento, como si le estuviera dando una última imagen a ella, antes de girarse y observar al doncel que tenía como siempre una mirada impenetrable, sin dejar saber lo que por su cabeza estaba pasando.
Cuando sus miradas se encontraron, el soldado lo observó duramente, como si le estuviera diciendo que debía de recordar todas las advertencias que le dio la noche anterior con respecto a su comportamiento, porque él no estaba para nada feliz con tener que dejarlo con su madre, no cuando ante sus ojos era un salvaje que podría lastimarla como un medio de escape.
Si Joon Ho hubiera podido, se habría llevado a Gian con él, sólo para mantenerlo vigilado todo el tiempo, y si llegaba a aburrirse, sería un perfecto medio de distracción, y lo único que le quedaba era confiar en las personas que se quedarían cuidando de su madre, así como había sido desde que el doncel llegó, porque no confiaba en él y siempre tuvo a alguien vigilando que no la lastimara cuando estaba cerca de ella.
Joon Hee no podía entender la afición de su madre por el doncel desde el momento que llegó a la casa, el que lo defendiera cuando no era más que un esclavo que él mismo llevó con la idea de que formara parte de la servidumbre, porque en el poco tiempo que estuvo a su alrededor, había reconocido que el joven no había sido de cualquier familia, incluso si recordaba bien, le pareció verlo retratado en una de las casas que saquearon del pueblo, así que fuera un esclavo era colocarlo en una posición que quizás nunca pensó estar.
Sin embargo, su madre seguía invitándolo a comer con ellos, como si fuera alguien importante cuando para Joon Ho no era nadie, y quizás en el pasado, en su pueblo Gian tuvo relevancia en la sociedad, pero ahora eso se había acabado, y el soldado no perdió oportunidad alguna para mostrarse como un superior.
Quizás si su madre seguía encariñándose con ese esclavo, era mejor que lo vendiera, porque si bien, sus habilidades como sirvientes no eran muy buenas, estaba seguro que muchos otros dueños les encontrarían algún uso, quizás para su mismo entretenimiento, como él lo había estado usando desde que lo atrapó.
La idea de venderlo cada vez lo convencía más, pero el no haberlo domado todavía era lo que se lo impedía, porque su orgullo se vería herido si no lo lograba, porque sabía que todavía no lograba la sumisión de Gian, porque incluso cuando lo arrastraba a su alcoba y lo tomaba, el que pareciera perderse en un limbo, era una manera de escape del doncel que parecía no sentir dolor y eso lo enfurecía.
En esas semanas cuando su madre lo dejó sentarse en la mesa con ellos a la hora de la comida, Joon Hee había tenido que obligarlo a comer, porque Gian parecía todavía aferrado a la idea de matarse de hambre, y él seguía diciéndose que debía de aprender que ni siquiera respirar podía hacer sin su autorización.
Miró a su madre por última vez antes de salir por la puerta de su casa, luego subió a su caballo, dejando la misma orden que ya había dado desde el día anterior con respecto a cuidar de su madre, ya se ocuparía del esclavo cuando estuviera de regreso.
Mientras se alejaba con destino a unirse al ejército, Joon Ho sólo esperaba que su rey no se equivocara y que esa salida no fuera una pérdida de hombres por culpa de los pueblos que esperaban ya su ataque.