Geum había mantenido sus ojos en Gian todo el tiempo desde que llegó a su casa, y tenía bastante claro que no había llegado como un amante de su hijo, no sólo por la manera en cómo lo trataba, sino que Joon Ho había salido junto al ejército para conquistar nuevas tierras, y a su regreso el doncel lo acompañaba; además de que su rostro lleno de moretones que estaban casi por desaparecer, también se volvió en una confirmación de que muy probablemente él pertenecía a ese pueblo ultrajado.
A ella le hubiera gustado creer que su hijo no se había convertido en un bárbaro que se aprovechaba de los débiles como comúnmente tenían fama los soldados. Ella deseaba tanto creer que Joon Ho era de aquellos pocos soldados que seguían siendo humanos, que después de ver una victoria esperaban el regreso a casa intentando no dañar a las pocas personas que debieron quedar vivas después de su ataque, pero también en el fondo de su corazón sabía que eso era sólo lo que ella quería y no lo que de verdad estaba sucediendo.
Ella no era ciega, sabía de las visitas que le hacía su hijo al doncel o cuando lo arrastraba a su alcoba durante las noches, y quiso mentirse que lo que sucedía ahí era consensuado, porque se negaba a ver en la persona que se había convertido su hijo.
Su hijo había cambiado no por sus enseñanzas, sino por el medio en el que estaba, cuando había estado de rodeado de hombres bárbaros, que le gustaba ultrajar a otros, en “convertirse” en Dios por todo el poder que tenían, volviéndose más ambiciosos de poder y riquezas. Para ellos una vida no era importante si no se trataba de los suyos, y se creían con el derecho de pisotear la dignidad y arrebatar vidas sin sentir culpa alguna, y fue algo que ella misma vio con sus propios ojos muchos años atrás.
Geum Hee no pudo evitar pensar en sí misma en el pasado, mucho antes de que su hijo naciera y que conociera al papá de Joon Ho, cuando su pueblo también había sido ultrajado y fue tomada como prisionera, cada abuso recibido se había grabado en su piel y en su alma, deseando sólo morir, pero había sido el hombre que posteriormente se convirtió en su esposo quien la salvó, quien la compró como esclava y que le devolvió la esperanza, quien la trató con cariño y curó sus heridas tanto físicas como las de su corazón, logrando tener su amor.
Na Gi Dong era el nombre del soldado que la salvó de uno de sus compradores, el hombre que apareció de la nada y ofreció una gran suma de dinero por tenerla bajo su poder, algo que a Geum Hee la asustó tanto porque parecía que cada dueño por el que pasaba el uno era peor que el otro, pero con su nuevo dueño, las cosas habían sido diferentes, él no la forzó a nada y le dio un grado de libertad que antes no tenía.
Gi Dong sólo había querido salvarla del calvario que sufría, le había dado la opción de irse si quería hacerlo y fue su decisión quedarse, de aceptar las palabras de amor que el hombre le profesaba, en creerle cuando le dijo que se había enamorado a primera vista cuando la vio en el pueblo, cuando chocó con otra mujer y todos los granos que llevaba en una cesta cayeron al suelo.
Geum Hee casi no recordaba ese hecho, supuso que de alguna manera su mente lo bloqueó porque terminó siendo castigada por su amo de aquel entonces, además de que siempre parecía estar metida en problemas, pero con Gi Dong, las cosas no fueron como en el pasado, permitiéndole tener una vida tranquila incluso si todavía no era su esposa.
Gi Dong no la había tocado sino hasta después de que se casaron, y su esposo la había querido tanto como para no tomar una concubina o concubino en el momento que formar una familia juntos parecía casi imposible, porque el nacimiento de Joon Ho fue casi un milagro, fue el único bebé que ella pudo concebir después de varios años de matrimonio, cuando lo más común era que las parejas recién casadas tuvieran hijos casi inmediatamente.
Ella recordaba todo lo que había orado a Dios cada noche para poder darle un hijo a su esposo, y Gi Dong la consolaba con palabras cariñosas, a veces diciendo que tal vez era demasiado joven, casi una adolescente cuando ellos se unieron, pero en el momento en que Joon Ho llegó a sus vidas, fue sólo para darles mayor felicidad y reafirmar su amor.
Geum Hee nunca estuvo de acuerdo con que Joon Ho entrara al ejército y fuera un soldado como su padre, quizás esa fue una de las pocas cosas en las que no estuvo de acuerdo con su esposo que lo apoyó, y en la actualidad seguía sin estarlo, mucho más cuando parecía que su hijo se convirtió en lo que ella odió tanto durante su juventud cuando su pueblo fue ultrajado, y Gian era la prueba de ello, de el monstruo que ahora era su hijo.
Sí, sabía que el doncel no era tan joven como cuando ella cuando vivió la masacre de su pueblo, pero podía verlo vivir lo mismo que ella, regresándola al pasado, cuando necesitó que alguien la ayudara; era por eso que estaba empeñada en no permitir que su hijo le hiciera daño, al menos no frente a sus ojos, aunque sabía que sucedían muchas cosas más cuando ella no estaba mirando.
Geum Hee había querido darle espacio a Gian cuando notaba que no la quería cerca, aunque el doncel parecía siempre muy cauteloso al respecto, como si temiera que si ella se daba cuenta pudiera estar en problemas, después de todo, Joon Ho había sido bastante claro al decirle que lo quería lo más alejado posible de su madre a menos que fuera a servirle, como si fuera malo el hecho de que hablaran.
—Gian —habló al verlo inclinado vomitando.
Gian no le prestó atención, no cuando en todo lo que podía pensar era en las arcadas que estaba teniendo, en el sentir como si pudiera vomitar todo su estómago mientras las lágrimas caían por sus ojos por el esfuerzo y sentía casi no poder respirar.
—Todo está bien —dijo dándole palmaditas en la espalda.
A Geum Hee poco le importó si el doncel parecí siempre estar a la defensiva cuando alguien se le acercaba, quería ayudarlo en ese momento, por lo que cuando pareció ya no vomitaría más, lo ayudó a incorporarse con cuidado, viendo su frente bañada en sudor cuando logro sentarlo lejos del lugar en el que acababa de vomitar.
Creía que podía entender bien la razón de que Gian pareciera esconderse cada vez que se mareaba o vomitaba, así como a qué se debían esos síntomas, porque ella también los había experimentado muchos años atrás cuando era joven, además de que la bruja del pueblo, a la que solía visitar regularmente le había hablado de ello, del joven que llegaría con su hijo.
Antes de que Gian llegara a su casa ella ya sabía que iría, la mujer se lo había dicho, así como también habló de la llegada de otro ser, y en ese momento, Geum Hee estaba preguntándose si su hijo sabría que sería padre, porque ella esperaba que así fuera, que el doncel le hubiera hablado de eso antes de que se fuera, ya que de esa manera Joon Ho tendría algo más a lo que aferrarse para regresar con vida.
—Necesito agua —ordenó al hombre que siempre la seguía como una sombra.
—Mi señora, no puedo dejarla sola con es…
Una mirada de Geum Hee fue suficiente para que el hombre dejara de hablar e hiciera lo que ella dijo. Sacó su pañuelo para limpiar el sudor el doncel que ese día parecía demasiado débil, ¿acaso algo malo le estaba pasando y ella no se había dado cuenta?
—Gian, ¿estás bien?
Acarició el rostro pálido del joven que la miró con temor, pero no de ella, si no de toda la situación, de que sus miedos desde que fue tomado como esclavo parecían volverse realidad.
—Yo… estoy bien —respondió débilmente.
—Pobre niño —ella siguió acariciando su rostro como si pudiera tranquilizarlo.
En el momento que regresó el hombre que envió por agua junto con una sirvienta, le ordenó a él que cargara a Gian y que lo llevara hacia la alcoba asignada, siendo seguidos tanto por ella y la mujer de la servidumbre, quedándose con él todo el tiempo que creyó necesario hasta verlo dormirse, así como teniendo que permitir que su guardia también lo hiciera porque eran órdenes de Joon Ho y no escucharía otras.
Mientras cuidaba de Gian, sintió como poco a poco su temperatura iba cediendo, pero eso no evitó que se quedara a su lado, incluso si durmió todo lo que quedaba del día, no se alejó de él.