REENCUENTROS

2134 Words
—Espere, don Richard, si el narco demonio se murió, eso quiere decir que ese no era el mío, porque ayer los vi juntos. —No sé, debe ser una coincidencia lo del nombre de la raptada, aunque mira lo que ocurrió después: Mientras Marco intentaba inútilmente de destruir la barrera que los aprisionaba, Yaqui salía del trance hipnótico de los desnudistas, Luis estaba desmayado, casi muerto y Angie buscaba a su amado por todo el castillo, gritando y llorando; pero lo único que encontraba era el contrato donde, si ella accedía a firmar, lo podía tener. Lo rompió las primeras tres veces que lo encontró; después solo lo dejaba tirado ahí, y por último se acurrucó colocando su cabeza entre los brazos y lloró amargamente. Luis recobró su conciencia; su cabeza le retumbaba como si fuera una batería de un concierto de rock pesado; no sabía si era la resaca o por el golpe; debía ser la mezcla. Se reincorporó observando a su alrededor; se encontró con Marco y le dijo: —Debemos de buscar a las chicas. Sin embargo, Marco no lo escuchaba; en su mente creía que si rompía esas inquebrantables barreras, sería el más fuerte del mundo. Siguió buscando, encontrando a Yaqui a la que tampoco pudo hacer reaccionar, después a Angie y ni sacudiéndola pudo hacer que dejase la lloradera. Encontró a la joven embarazada, quien se encontraba asustada, oculta en el jacuzzi: —tranquila, no voy a hacerte daño, me llamo Luis, ¿y tú? —Soy Yuri Pérez, soy la esposa del patrón Josemaría. —Con que se llamaba así, lo siento; lamento informarle que ahora eres viuda. —Él no puede estar muerto, no puede morir. —Pues ya lo está, tú por casualidad no sabes ¿cómo salimos de aquí? —No, toca con Josemaría, únicamente él puede desactivar ese encantamiento. —Está complicadísimo, ya que está muy muerto, más que el p**o de mi abuelito. —Don Luis, ¿cierto? Hasta he visto como lo han quemado vivo y siempre vuelve. —No, esta vez no. Eres libre. —No, no puede ser, no sé qué haré ahora. —Sencillo, te quedarás con todo el dinero de sus caletas, serás libre y soltera, solo quiero que recuerdes si de pronto escuchaste la manera de romper los conjuros que nos impiden salir. —¿Quizás en la caja fuerte hay algo que nos pueda servir? Fueron a la caja fuerte, era un cuarto con una gran puerta, al que abrió con una clave muy larga; la embarazada se la sabía; una noche fingió estar dormida y le espió la clave a su esposo cuando entró a guardar dinero. Tenía planeado robarlo y huir lejos. —Señora Yuri, aquí solo hay dólares por toneladas y escrituras de propiedades; esto es muchísimo dinero; debe de haber tanto como para pagar las deudas de varios países, como para vivir durante mil vidas en opulencia. —Mira, esto es una joya mágica, Josemaría me dijo que le gustaría que fuera enterrado con eso. —Tal vez ese medallón sea la clave de la barrera. —Me acordé de eso de la barrera; una vez dijo que era como un resorte que entre más fuerza se le aplique más te repela. La comparaba como una mujer celosa. —Eso ayuda mucho, señora Yuri. Mira este libro, esto es un libro de hechizos, aquí puede estar la clave. Bajaron juntos; ella no se inmutó al ver a su esposo partido en varios pedazos. —Don Luis, ¿me puedo despedir de mi esposo? —Como quieras, suponía que estabas aquí contra tu voluntad. —No, yo lo amaba mucho, aunque era un gordo feo, amaba sus lujos y posición, amaba los placeres que me daba, menos los de la cama, amaba su capacidad para crear dinero, de todo corazón y sinceramente lo amaba, ya que me hacía similar a una reina. En otra parte de la casa, Angie continuaba llorando lágrimas secas, recordando una y otra vez a su amado; se sintió que lo volvía a perder una y otra vez; revivió cada momento que vivieron juntos. Hasta que recordó las palabras que le dijo ese día, tenía que seguir adelante; no se podía quedar patinando en ese hueco; ella era una guerrera y tenía que ser la mejor. Puede que después consiga la forma de volver a verlo o puede ser que consiga otro. Por ejemplo, recordó cuando se besó con Luis, aunque fue cosa de tragos. Quizás eso sería el comienzo, la cuota inicial de su relación; tenía que reaccionar. Se vio a sí misma reducida, llorando. Entonces le gritó a ella misma que reaccionara. Se gritó muy duro, sacudiéndose, hasta que se volvió una. Abrió los ojos y ya estaba de pie gritando. Sacó su espada y la alzó a lo alto, entonando su juramento. Mientras abajo Luis ojeaba ese libro sin entender esos símbolos y garabatos, además de incongruencias, en un hechizo el ingrediente principal eran lágrimas de sapo, en otras verrugas de abuela y cosas por el estilo. Dejo de prestarle atención a Yuri, quien aprovecha para colocarle el talismán a uno de los pedazos humeantes del capo. Esa joya brilló uniendo y resstableciendo los pedazos de Josemaría, este carcajeándose vocifero: —Gracias, esposa, este medallón me costó muchísimo conseguirlo; se dice que nada puede dañar al que lo porte, ni siquiera la llama sagrada de esa espada. Ahora los voy a matar; me vengaré por haberme picado. Yo los reduciré a polvo. El capo empezó hinchándose poco a poco, su piel se reverdecía, sus manos se alargaban convirtiéndose en garras, sus omoplatos florecieron en unas alas de murciélago, de su frente brotaron un par de cachos de venado; empezó a lanzar fuego y a escupirle ácido a Luis; este intentaba esquivarlo sin conseguir atacarlo. —¡Marco!, por favor, ayúdame—, gritó al estar a punto de ser quemado, y el fortacho continuaba intentando atravesar la barrera, empecinado como una cabra loca. —¡Los mataré y luego a sus familiares y amigos, mataré a cada persona que hubieran tocado o hablado! —amenazaba el demonio narco. Su esposa corrió de nuevo al cuarto a refugiarse y al subir la escalera chocó con Angie, quien bajaba con la espada desenfundada y la mirada fija en el demonio. Yuri por poco es cortada con todo y el feto. La guerrera la apartó y saltó dando una vuelta en el aire, al caer rasgó a la bestia una y otra vez, para no funcionar. Su espada pasaba a través de ese ser; era como una cortina de humo, como una niebla; en cambio, cuando el narco golpeaba se sendurecía cual pared de hierro. —¡Estúpida!, mi mágico collar no deja que nada me pase, y yo, en mi forma demoniaca, tengo poder ilimitado. Puedo luchar contra ustedes por siempre y nunca me cansaré. A Luis se le ocurrió romper el talismán; se la jugó saltando, generando una espada de luz, que también se tornó incorpórea al tocar al narco y casi queda chamuscado de no ser por Angie que lo jalo de un pie. Continuaron llamando a Marco y a Yaqui. Siendo inútil, cada uno de ellos estaba envuelto en esas pesadillas. Luis tuvo literalmente un golpe de suerte; al ser jalado por Angie para que no fuese rostizado por la bestia, fue a aterrizar contra la mesa principal. Aunque casi se rompe la espalda con el borde, y vio que al lado del cofre, donde estaba la espada Dármela, se encontraba el pergamino de cuero, donde estaba el pacto del narco, ese pedazo maldito que recuperaron de los cumples deseos, se hallaba allí sin mucha importancia. Lo agarró, se lo envió a Angie, quien como en el baseball le conectó un hit, rompiéndolo con su espada sagrada, fulgor de fuego, con una llama violeta que deshizo ese maldito pedazo de cuero. El cuerpo del narco se iluminaba saliendo humo de sus poros, redujo su cuerpo, otra vez se tornó de su color normal, intentó escupir fuego, pero solo se le escapó una tos y un oloroso gas por el trasero, hediondo, no mortal, entonces lloro celebrando: —Me parece que soy de nuevo humano, de nuevo siento miedo, les tengo miedo a ustedes, siento hambre, siento sed, siento amor o agradecimiento a mi esposa; me quiero sentir alegre por esto, aunque me inunda la tristeza y la culpa por todo lo malo que he hecho. Me siento sucio porque todas esas porquerías me hacían sentir bien. Será mejor que me asesinen. No conseguiré vivir con esta culpa. Angie le lanzó un espadazo, volviéndolo a atravesar,, pues el talismán lo seguía protegiendo. —Espera, me lo quito—. Dijo el narco, sin parar de llorar. —No, papacito, yo no puedo vivir sin ti, ¿qué haré yo sola con todos tus millones? No te mueras, vive como humano; no tengas afán de morir para que otra vez seas un demonio en el quinto pailón—, Yuri lloró. —Sí, será peor castigo que vivas agobiado por tu culpa—, sentenció Angie. —Sí, Narco, déjanos ir o… —¿O qué?¿Me matarán?Adelante, hazlo. —No, eso no, quemaremos toda tu caja fuerte con todo ese dinero adentro—, le amenazó Luis, señalando hacia donde estaba ese cuarto. —Está bien, es simple, deben de salir como el que no quiere la cosa; es como con una mujer, si uno le demuestra que la necesita, esta se marchará, en cambio, si uno no le demuestra nada, se quedará. Antes, por el contrario, toca hacerles ver que es ella la que necesita de uno, entonces no se ira. Lo difícil será que saquen a sus amigos de sus epifanías; de pronto si yo tuviese los poderes demoniacos pudiera hacer algo; ahora soy inútil, lo único que tengo son mis millones de dólares, propiedades e influencias. Angie abrasó a su madre hablándole. —Mami, aquí estoy yo, recuerda que te amo, los hombres van y vienen, hay muchos, pero yo soy tu única hija y siempre estaré contigo, mamita, te amo, te quiero mucho. Yaqui miro a su hija y poco a poco recobro el sentido, la abrazo y lloro, también diciéndole: —Te amo muchísimo, mi reina, mi bebe, mi hija amada. En el borde de la barrera donde se encontraba Marco, llegando a su límite, a punto de morir por su orgullo, llegó Luis y atravesó la barrera, salió y volvió a entrar. Marco atónito calló en sus rodillas y con los ojos brotados del asombro preguntó: —¿Cómo es que tú, un guerrero inexperto, pudo vencer este poderoso campo de fuerza y yo no? —No fue sencillo, solo es que tú le das el poder, es algo que tú mismo produces; me acordé cuando niño me dolían mucho los dientes; me llevaron a muchos odontólogos que me escarbaban los dientes sin solucionar nada; algunos me removían las calzas y las volvían a instalar, solo para quitarle dinero a mis padres. Un amigo al que le comenté me expuso: «es que tú eres bestia, si te la pasas apretando esa mandíbula, te crees prensa de banco.» Claro, la culpa fue mía, desarrollé la maña de apretar la mandíbula, aprendí a soltarla y mis problemas se fueron. Eso debes hacer, Marco, suéltalo, no luches contra la barrera, deja de querer ser el más fuerte, trabaja por ello sin obsesionarte, suelta tus cadenas, relájate, un cubo de hielo te aplasta, en cambio, el vapor te eleva, estando compuestos de lo mismo, relájate, no luches contra la corriente, utilízala para ir rápido. Marco se sentó en flor de loto a meditar por unos segundos. Su rostro constreñido se relajó, como si hubieran pasado una plancha de ropa; se levantó y pasó la barrera caminando suave y casi de lado. Esperaron a sus compañeras que también duraron un poco en salir. Yaqui con una sonrisa cargaba la espada Dármela en la espalda. —¡Vamos, siento que nos necesitan en los cuarteles! —comenta Luis. Enseguida, Angie invocó un portal que los tragó y escupió en los cuarteles de la liga, donde el paisaje tranquilo de siempre se tornaba confuso, con un poco de guerreros llenos de vendajes y muletas, en camillas o cojeando por los pasillos. Aunque allí a unos pocos metros resaltaba Luisa, eso le pareció a Luis; la vio tan bella, tan irreal que parecía que su alrededor se diluyó y ella emergía de una lluvia de estrella. Estaba junto a don Carl, a su querido maestro Michel, al maestro Francisco y extrañamente junto a Guio. Corrió para reencontrarse con ellos pensando que sería muy emotivo su reencuentro; pronto se lamentaría mucho al enterarse lo equivocado que estaba.
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