—¿Seguro es por aquí?, Angie, creo que estamos perdidos—, bufo Marco. —Todo por no aguantarte las ganas de macho.
—Tranquilo, estos péndulos son confiables, —lo movió la bella Angie. —me preocupa más que se nos está acabando el licor.
—Marco tiene razón, esto parece una iglesia—. Luis estaba en lo cierto; la construcción tenía símbolos religiosos.
—Analiza las cosas, eso es el perfecto escondite para esas cosas y aunque a mi hija las cualidades le mermaron por su desliz, ella aún tiene mucho poder, aunque le toca ahora recurrir a estos artilugios y si su hambre de macho no la sacia, le va a tocar recurrir a otros y, si no, a otro tipo de prácticas.
La gran puerta se abrió ante sus ojos y de allí salieron unos hombres altos, vestidos de n***o, que los confrontaron.
—¡Lárguense de aquí!, o lo lamentarán.
—Ya lamentamos que ustedes sean tan pocos; quedaremos antojadas de blandir nuestras espadas—. Angie desenfundó a su espada fulgor de fuego…
—Esperad, chica, debes de saber que tenemos inmunidad diplomática y si nos matas, te meterás en problemas—, contestó uno de los hombres vestidos con trajes de corbata negros.
—Sabemos que ustedes, los demonios, están infiltrados en todo, en la política, en algunas iglesias, en empresas y hasta en los colegios—, formuló Marco invocando dos espadas de luz.
—Calmaos, podemos llegar a un feliz término; después de todos, somos especialistas en negocios—, propuso el aparente humano.
—Por supuesto, ustedes son demonios de pactos—, expuso Luis y también se armó.
—Negocios o pactos, es lo mismo, damos algo a cambio de otro y es un ganar-ganar. Lo que sucede es que no falta el que considera, que no tiene que pagar o que es injusto el cobro; lo que verdaderamente lo es que nos juzguen, cuando en ninguna ocasión obligamos a que nos pidan cosas, nosotros solo damos soluciones y todo vale, todo cuesta, nada es gratis—, explicó un gordinflón que salió del interior del monasterio, que parecía el jefe de todos y se le acercó a ellos con una sonrisa grotesca, prosiguiendo. —Nosotros tenemos el don. El poder de saber qué es lo que la gente quiere, no lo que necesita. Mira, tú Marco quieres ser más poderoso cuando ya eres uno de los mejores, tu Yaqui quieres un hombre que te quiera, pero que no te encarcele, tu Angie quisieras a tu amado muerto y tu Luis quieres una novia, a determinada chica. Es algo sencillo. Ustedes como guerreros están entrenados para tener autocontrol, lo que no ocurre con la gente normal, que quieren tener tanto dinero, que no se puedan gastar en mil vidas o cosas superfluas y que cuando las tienen, quieren más cosas o ya no desean lo que pidieron, viéndolo como una desgracia. Analicen, para no ir muy lejos, está el motivo por lo que ustedes vinieron, el contrato de ese capo, el cual se siente estafado o timado. Cuando este muchas veces quiso ser un agente del caos, él disfrutó matar personas, disfrutó destruir ciudades, sembrar el pánico para contemplar su poderío, lo lleno de placer, e inclusive gastaba el dinero suscitando envidia. Es que él ya era un demonio antes de nuestro pacto. Nosotros solo le dimos una nueva identidad y lo favorecimos de la cárcel.
—Sabemos que sus tratos siempre tienen algo de escondido—, dijo Marco apretando los brazos.
—No, no, no, lo que pasa es que la gente en su afán de conseguir lo que quiere, de tener eso al alcance de una firma, pues firman sin leer sus contratos, algo muy estúpido. Es que la ambición los ciega de ver las cosas, algunas muy obvias como el hecho de que están haciendo tratos con nosotros, con demonios. Mira a Angie, está pensando en pactar algo, para que traigamos de vuelta a su amado.
—No seas tonta, hija, ellos lo hacen, lo que no sabes es que eso te engendraría otras desgracias, como que tu novio podría volver siendo un zombi, o no quererte, o en unos días irse con otra, o alguna otra cosa nefasta.
—¿nefasta? Nefasto es desear y no poder tener; nefasto es suponer que se puede tener lo que se quiera sin tener que pagar un precio, ya sea con trabajo o con la propiedad.
—Ya basta de palabrerías, sabes que venimos por ese contrato, dánoslo y nos iremos de aquí, sin crear escándalos, por el momento tenemos otros asuntos que acabar con su negocio—, les amenazó Marco.
—No deberías hablar por todos, observa. Yaqui está deseando que su hija fuera pura y mojigata, como antes de lo sucedido con ese hombre, y Luis está queriendo ser un experto en mujeres, algo muy complicado. Vamos, Marco, ¿qué es lo que quieres? Podemos negociar, si solo quieren el pergamino, pues también lo podemos convenir.
—El negocio es simple, sus vidas por el pergamino—, sentenció Marco.
—Está bien, puede que tengas razón—, gruñó el demonio sacando una hoja de cuero enrollada. —Toma, este es el contrato del narco, no sospecho que le sirva de mucho—, y se lo entregó mirándolos con sus ojos de serpientes.
—No podemos irnos sin cortarles la cabeza—, se quejó Angie, moviendo su espada.
—Si eso quieres lo podemos arreglar y le anexo lo de traer de vuelta a tu amado.
—¿Es cierto que ustedes también están detrás de muchos gobiernos? —preguntó Luis.
—Esos son otra clase de demonios, aunque hay hombres que ayudamos a que lleguen al poder, también tenemos que controlar la desigualdad del mundo y prever control sobre el bienestar general.
—¿Es cierto que ustedes devaluaron nuestra moneda? —volvió a preguntar Luis.
—Fue una jugada maestra, de esa forma los narcos se motivan a llenar a los otros países de drogas para ganar mucho dinero, y matar con esos vicios a las personas de allá, mientras los de aquí se matan por control de esos negocios. Es un excelente ciclo para nosotros, donde los idiotas, como ese narco, son solo un símbolo, una figura, si ese idiota encuentra la forma de salvarse, pues llegará otro, algún matón motivado a tener riquezas y poder sin límites, sin saber que su tiempo se desmorona, y aunque consigan dinero, su vida se devalúa. Es verdad que con nuestras artimañas les creamos una guerra que los empobrece, que los hace matarse entre ustedes, que su riqueza la cambien por armas que se fabrican en los grandes países. Entretanto, eso pasa. Su dinero vale menos, exportan menos que lo que se importa, y a nosotros nos sirve que tenga falencias, ya sean económicas o de otra índole. Hay algunos que se deprimen porque tienen todo y otros que no les queda tiempo de deprimirse porque tienen que trabajar día y noche. Los primeros suponen necesitar diversión y los segundos dinero. No obstante, nadie es feliz con lo que se tiene, o casi nadie; hay algunos que agradecen lo que poseen y por eso les llegan más cosas para que sigan agradeciendo, siendo solo ese precio que tienen que pagar y teniendo solo lo que pueden manejar, lo que pueden gastar, que pueden vivir tranquilamente. Siendo yo muy sincero, los humanos deberían de ser muy felices y vivir agradecidos con el hecho de levantarse vivos, con el hecho de tener comida, de tener salud; eso es lo que necesitan y no lo que desean. Como el que deja a la esposa fiel por la moza desagradecida, ellos devalúan su futuro creyendo necesitar brillo. Cambian oro por espejos, rubís por papeles, virtudes por orgullo y purezas por emociones.
—Cháchara barata, manejan ustedes, son enredadores, vendedores de humo—, les replicó Marco tratando de exasperarlos.
—Tienes razón, es verdad; aun así no te imaginas a cuantos incautos convencemos y la mayoría nos ruega por nuestros servicios.
—Nos vamos, tenemos cosas que hacer—, interrumpió Yaqui.
—Es mejor, vayan a cumplir su parte del trato, y como me cayeron bien, les encimo esta caja de licores finos iguales a los que se robaron en la casa del narco.
—Gracias, aunque no piensen que los olvidaremos—, manifestó Angie quitándole la caja.
—Con eso contamos, acuérdense de lo que pueden conseguir, no se olviden de sus deseos y que están al alcance de una firma; los estaremos esperando.