—Con que ahora eres un guerrero de la luz y de los mejores.
—¿Cómo lo sabes?
—Viejo Richard, contaste algo en primera persona.
—Debe ser el licor que me trastorna; en todo caso, ahora no soy más que otro borracho; antes de seguir adelante, te quiero hacer una pregunta.
—Hazla con confianza, que por mucho te parto la crisma.
—No consideró que sea para tanto; por ahí escuché que te agarraste a pelear con tu suegro, o sea el papá de su Yuri.
—Es verdad, fue una pelea difícil; al final le di su merecido.
—Mike, eso no fue lo que escuché.
—¿Y qué fue?
—Diz que ese señor te dio una tunda, que si no llega la policía y te llevan a la estación, te hubiera matado.
—Es raro, no es de esa forma como lo recuerdo.
—Excelente, a veces las cosas no son como suceden, sino como se recuerda; no puedo considerar que te masacrara ese gordinflón.
—¿Lo conoces?
—Por supuesto, es el padrastro de Yuri. Yo jugaba con sus amigos a las cartas hasta que un día nos agarramos a pelear porque me hizo trampa y lo sacudí como a un papel. Un niño de dos años me hubiese dado una mejor resistencia. Es increíble que ese monigote por poco te mate; también escuché que le pagó a los policías para que te encarcelaran.
—No sabía eso, aunque solo dure como dos horas en un calabozo.
—Otra cosa, Mike, dicen que tú fuiste el primer hombre de Yuri, ¿es verdad?
—Sí, de pronto, por eso fue que me obsesione con ella.
—A muchos les pasa o a una mujer le pasa; se enamoran de su primera vez, como si el mundo se acabara donde empezó.
—Viejo Richard, mejor siga contando, quiero que ojalá tengan que ir a donde ese narco y lo piquen en pedacitos bien pequeñitos.
—Puede que recuerde eso sin haber sucedido de esa forma solo por darte gusto.
—No soy un niño para que me des gusto con sus historias, cuéntamela como es, no me ocultes cosas como que Luisa se muera o la tengan que matar, por favor, dímelo todo.
—De acuerdo, Luisa salió victoriosa, caminando altiva; había logrado su propósito; podría entrenar para vengar a su madre. Luis se le acercó, diciéndole en tono amigable: —Te felicito, te portaste de lo mejor, esa fue una excelente jugada.
—Gracias, y aprovecho para decirte que no quiero que intentes volver a ayudarme—. Luisa le contestó furiosa. —Yo puedo sola, soy una mujer empoderada.
—Luisa, no puedo creer que me desprecies por una serie de malentendidos, si me jugué la vida por ti.
—Pues no debiste, mira, hay está mi guapo novio, iré a saludarlo.
En unos árboles estaba Guio, distraído con la cabeza hacia abajo, observando unas hormigas llevar pedazos de hojas. Mientras Luisa caminaba furiosa, pensaba: —ese muchacho me la pone muy difícil; me toca hacer, como decía mi mamá, «que los hombres fueron fabricados con arcilla, es deber de las mujeres moldearlos, aunque salimos de una costilla»—. Complicada esa tarea, tal vez Guio era un diamante en bruto, bien bruto. Ella llegó saludándolo de un beso; mientras él reaccionó lleno de asombro, diciendo unas palabras de su rara sabiduría: —Me encanta que te portes como mi novia.
—Desde luego, tonto, eso somos ¿cierto?
Y otra vez lo besó girando, con los ojos abiertos, hasta que su mirada encontró a Luis, quien estaba con el rostro lleno de lágrimas, y luego prefirió dar la espalda para evitar que ella lo viera. ¿Qué cruel lo de Luisa? Quizás tantos sentimientos encontrados le borraban el juicio y la enviaban a tomar malas decisiones. Es pésima idea aceptar una relación por desamor o por curiosidad, y en este caso Luisa obraba por estas maneras, y como una cadena, como un aleteo de mariposa que causa un huracán. Luis también decidió darse la oportunidad con la bella y letal Angie.
En esos momentos, muy lejos de ahí, en el bosque, la Madre-Monte también dictaba una sentencia: —Dejamos claro que Estrello y Paola conspiraron para liberar a los prisioneros, se interpusieron en la tarea de la recaptura y, como si fuera poco, por su rebeldía, El Sombreron fue destruido. Además de las demás perdidas que ahora resultan en vano, lo único que resulta bueno es que se pudo comprobar que ella es la maga que nos devolverá el estatus, la alcurnia de los viejos tiempos.
—Señora, el problema es que se la llevaron los cazadores.
—Ella retornará, su naturaleza le traerá eso o los deseos de venganza; ahora lo importante para mi nombre ayudante es ejecutar a estos dos; es una pena que casi se acabó el clan de los lobos. Ordena buscar a La Mancarita para que responda por su barbarie…
—Mi señora Gaia, la estamos buscando.
—Excelente, debemos de tomar la delantera, tenemos que atacarlos, no podemos permitir que nuestro hermoso bosque sea el escenario de guerra.
—Mi señora, invadamos sus aldeas, sus cuarteles. Deberíamos de hacer un ataque coordinado por todo el mundo.
—Sí, ya lo había pensado, solo que necesitaremos ventajas, recuerda su poder bélico.
—Señora, pues está su pacto con el señor de los demonios.
—Esos seres no son de fiar; su naturaleza malvada les impide actuar sin mezquindad.
—Señora mía, qué días estuve hablando con un beato; me comentó de todas las peripecias que llega a hacer un humano por unas piedras de oro.
—¿Qué tiene que ver eso?
—Sencillo, Madre, en las entrañas de sus dominios yacen escondidas grandes cantidades, ya sea que nacieron en ese lugar o debido a que alguno de ellos decidió esconderlo y por algún motivo no volvió por su tesoro. La idea sería esta: con ese oro compraríamos las mejores armas humanas, también podemos pagarles a soldados de ellos, a mercenarios.
—Es buena idea, aunque no creo que existan humanos capaces de atacar a los suyos por oro.
—Señora mía, los hay por cantidades; son capaces hasta de vender a su progenitora; miré, no más; ellos envenenan el agua que les calma la sed, o el aire que respiran, solo por unos papeles. La verdad, ellos nos dicen a nosotros, monstruos, es algo inexacto; los verdaderos monstruos son ellos, su codicia, ira, soberbia y gula, son sus jinetes del apocalipsis. Es deber de nosotros, seres de la naturaleza, que vivimos respetando nuestro hábitat, frenar su impulso destructivo; por eso, mi señora amada, están a su disposición mis ejércitos de nomos, duendes y elfos, mejor dicho los suyos.
—Te agradezco mucho, por cierto, se me acaba de ocurrir una idea: esa pareja de traidores los podemos utilizar; después de todos son una pareja única; que yo sepa, hay pocos con la cualidad de cambiar de hombre a lobo y al intermedio a su antojo; sería mejor castigarlos con una manera deshonrosa, sin dañarlos.
—Eso es un buen punto. Madre, el alfa de los lobos, fue muerto; en ese orden de ideas, ellos serían los líderes de los sobrevivientes, si no hay un retador, si llegara a existir, ese sería vencedor por el simple hecho de su pureza, aunque podríamos respaldar a esta pareja para que se enarbolen como líderes. Inclusive escuché que el Alfa deseaba que ese Estrello fuese su sucesor. Otro problema es que ese líder ya había comprometido a su hija con el líder de los hombres-lobos, son humanos maldecidos por la diosa de la luna; eso sí sería un problema si deciden librar una guerra por el incumplimiento de lo pactado.
—debemos negociar con el líder de esos hombres-lobos, o exterminarlos; de todas maneras, ellos viven entre los humanos; básicamente son eso, hasta encajan en las sombras por sus múltiples crímenes cuando se descontrolan.
—Señora, tenemos que pensar e ingeniar una estrategia para lograr ello.
—Sí, y en poco tiempo, la vida da muchas vueltas; tenemos que aprender a girar con ella, a crecer con la marea, a bailar con las adversidades y disfrutar las felicidades.