—las plantas marchitan y de la podredumbre renacen nuevas.
—¿Qué quieres decir, gran maestro?
—Fue algo que mi maestro me dijo.
—Gran maestro, debemos extraer ese metal sagrado; Es de vital importancia reubicar esas viviendas; lo complicado es que queda cerca de ese bosque donde han sucedido todos esos eventos.
—Ellos serán reubicados en los terrenos que les quitamos a ese monstruo que vomitaba dinero; estarán muy felices debido a que se encuentran en la gran ciudad, además de darles una buena cantidad de oro para que empiecen de nuevo y compensen los percances.
—¡Gran maestro, están atacando! Varias ciudades, varios sitios; hay personas desaparecidas por doquier; parece un ataque coordinado.
—Envía a investigar a unos miembros, que actúen con cautela.
—Señor, estamos con poco personal, ya asigné a todos los que tenemos; solo me quedan libres el nuevo de Luis y la aprendiz Luisa.
—No debemos enviar a Luisa a ningún lado; francamente, ya me arrepiento de no sacrificarla; ella constituye una seria amenaza; supongo que me deje llevar por la confrontación de Francisco.
—Señor, si desea podemos sacrificarla en secreto.
—No, quizás después, no puedo actuar con presura, no me puedo seguir dando esos gustos con ese complot que fragua sobre mi nuca; me parece que lo encabeza Francisco.
—Señor, ¿qué hacemos? ¿Si desea, matamos a Francisco?
—No, debes de dejar de pensar en matar a todos; él también tiene parte en mis planes.
—Señor, sus planes son unos y las profecías parecen marcar destinos diferentes.
—Eso parece, eso me da la idea de que tengo que ir a donde el oráculo y ella me orientará.
—Yo fui una vez y juré no volver. Se me hace absurdo si ella sabe todo, ¿por qué no lo utiliza en beneficio propio? Y lo peor, porque no puede decir las cosas claras, todo lo tiene que complicar con acertijos y adivinanzas.
—Es que el futuro es como una niebla, como una nube que se ve a lo lejos, que cambia a cada segundo; lo que pasa es que tampoco le puedes dar mucha importancia; debes de emplear lo que te diga como una guía, un instrumento; vamos, te llevaré a donde ella.
El gran maestro generó un portal que los llevó al lugar donde vivía el oráculo.
—Gran maestro, yo ya había estado aquí, esto es una isla.
—No lo es, te equivocas, mira, volemos bien alto.
Desde encima, el otro maestro pudo observar que no era una isla; esas casas y palmeras estaban sobre el capazón de una gran tortuga que flotaba en el espacio.
—Ves lo variado del universo.
—Sí, y yo tratando de tonto a un primo que afirma que la tierra es plana.
—Vamos, entremos a donde la pitonisa.
Eran chozas de madera, o algo parecido; adentro estaba ella; parecía un hombre que jugaba con un gato.
—Hola, muchas gracias por recibirnos el oráculo.
—Saludos, los he estado esperando.
—Menudo tío, ya sabía que veníamos y el porqué; debería de haber escrito una carta con las respuestas y dejárnosla en la entrada.
—Todo tiene un ritmo, primero aprendes a gatear y después a andar—, reveló el oráculo.
—Eso no es del todo cierto: un sobrino aprendió a caminar, incluso corría, sin gatear.
—Bueno, mejor prosigamos con nuestros asuntos—, propuso el gran maestro.
—Tienes razón, gran maestro, lo que pasa es que tienes que aprender a desaprender; casi siempre lo que tú supones que es lo correcto es lo opuesto; una afirmación puede no ser cierta, incluso si nadie se le opone.
—Ya comenzó este, con sus acertijos; a mí lo que se me hace increíble es de que viven ustedes, que comen; no considero que sea tortuga asada.
—No solo de pan vive el hombre, y además el gran maestro nos trajo un cofre lleno de oro con el que iremos a otros mundos a canjear alimentos; es tonto como se cambia un metal por algo de comer.
—Querido oráculo, por favor, dime qué tengo que hacer, tengo que tomar unas decisiones y no sé si lo logre; hay unas crueles y otras también; puedo arriesgar a todos bajo mi mando por un capricho personal—, explicó el gran maestro.
—Son sorprendentes los giros del destino; tú, tan antiguo en el mundo, casi como yo, ahora te debates entre el existir. Lo que os diré será simple y concentrado: «Sobre la podredumbre renacen retoños.»
—Vaya, me pude haber ahorrado la venida y el oro—, sonrió el gran maestro.
—Y seguirías con la duda de venir aquí; te encimaré algo, recuerda quién eres, recuerda todo lo que has vivido y lo que has logrado; nadie te ha de cuestionar en tu búsqueda de una solución definitiva.
—Oh, eso me puede servir, gracias.
Y los maestros se marcharon por un portal. Entró un asistente del oráculo dándole un anuncio: —Señor, llegó su siguiente víctima, digo, cliente.
—Lacayo, no te las des de gracioso y déjalas pasar.
Entró una silueta femenina y una de un pequeño niño.
—Oráculo tiempo sin verte.
—Querida Madre-monté, te estaba esperando; desde luego que me gustaba más tu nombre antiguo de Gaya.
—Como gustes el oráculo, necesito respuestas; necesito salvar a la tierra de la destrucción de los humanos.
—Mi señora, a veces nos creemos salvos y cuando morimos renacemos en el infierno.
—No te entiendo, y eso que soy muy salvia.
—Bueno, que tu decisión puede que termine mal, debería de ser algo que minimice daños y que a la vez sea definitivo.
—Me confundes, oráculo, quizás otro tronco lleno de oro te sirva para explicar mejor.
—Está bien, es simple, deberías de buscar las armas de la antigüedad, con las que destruyeron los continentes antiguos.
—Eso sí que no, pactamos ocultarlas; si las usamos, de seguro no quedará algo porque luchar.
—No, es para emplear, sería solo como las garras del oso perezoso, que únicamente las muestra para asustar a sus enemigos.
—Eso sería muy peligroso, aunque puede ser necesario y con ellas podemos acabar con los cuarteles de los cazadores; el problema es que necesitaríamos a un mesías; solo con un elegido se puede abrir la bóveda donde están selladas esas terribles armas.
—Puedes encontrar otra manera. Lacayo, por favor, llévalos de regreso a su bosque.
El ayudante se los llevó, el oráculo se quedó fumando un tabaco, y en una esquina de su tienda había una sombra que le dijo: —Bien hecho, nuestro plan marcha bien; muy pronto todo lo que hemos pensado durante estos siglos será concretado; nosotros seremos los amos de la tierra, donde levantaremos nuestro imperio de las cenizas.
—Si ves que “de la podredumbre, brotan gusanos”.