—Viejo Richard, ¿qué quieres decir? Es que Yuri Pérez también se llama mi novia, que también está embarazada y un narco me la robó. Me estás tomando el pelo, me tomas por tonto.
—No, cálmate, Mike, de pronto es coincidencia o puede que te convenga, como lo que me faltó contarte, otro extremo de la historia. Uno que sucedía en un lugar apartado del bosque, el alfa de los hombres-lobo o lobeznos, envió a su mejor beta, a Estrello y a su hija Paola, a una misión muy importante y delicada en el bosque. Ellos se camuflaron muy bien a pesar de su gran tamaño. Pasaban desapercibidos, de no ser porque la loba se arrimaba y rastrillaba su espalda contra el macho:
—¿Qué haces?, Paola, estate quieta—, ladró Estrello.
—¿Qué ocurre? ¿Me tienes miedo? ¿No te gusto? —le interrogó Paola sin dejar de frotársele.
—Me encantas, como a todos los de la manada, lo que pasa es que…
—¿Qué?, ¿es por lo que soy la hija del alfa?, o ¿por qué te falta valor?, que en esa instancia viene a ser lo mismo.
—No es eso.
—¿entonces? ¿Acaso sabes mi secreto?
—Paola, Paolita, claro que lo sé, tu padre me envía a seguirte y pude ver cómo te transformas en humana y vas a buscar machos de esa especie. Aunque parece que te volvieras fuera una zorra, y no es por eso. Lo que sucede es que a tu padre le debo mucho, pues él me crió y me enseñó todo lo que sé, y se me hace un acto de traición estar contigo. Es como si alguien se comiera el manjar que le ordenan cuidar.
—Estrello, ¿si colocan a un león a cuidar a una gacela y se la come?, pues la culpa es del que lo colocó en esa tarea, no se puede luchar contra la naturaleza de cada ser; otra opción es que quiso que esto pasara y por eso los puso en ese predicamento.
—¿insinúas que tu padre quiere que te saque cría? Estaría bien si lo consintiera y no a las escondidas.
—Estrello, sé que tú divagas al igual que los otros machos de la manada porque me creen maldita. Yo no tengo la culpa de ser fruto de un engaño, no tengo la culpa de nacer así, soy lo que soy. Es que mi padre fue engañado por una humana que se transformaba en lobo únicamente en luna llena, y yo salí con esta cualidad o maldición más desarrollada. Yo me transformo a mi antojo. En lo que tú dices que me transformo en zorra, eso solo lo hago cuando veo un hermoso macho como tú. Mejor deberíamos rendirnos a nuestro amor y dejemos de chupar frío.
—Mira, llegó esa bestia, no sé si fabulosa, aunque es muy hermosa y esa cornamenta le da un aire de poder, su aroma produce miedo en grandes cantidades; su cara parece una de esas estatuas talladas. No sé lo que es, es como un hombre-Murciélago-toro-oso.
—Silencio, eso es Lucifer, el rey de las tinieblas, uno de los seres más poderosos y peligrosos, a eso hemos venido a espiar sus intenciones; es hermoso aunque no deseable.
—Observa, llegó un hombre de esos asesinos; sospecho que ese es el alfa de ellos.
Una reunión pactada en secreto entre estos personajes se situaba en lo profundo del bosque, y Lucifer abriendo sus alas negras saludó: —Gran maestro, señor de los ejércitos de la luz, te felicito por aceptar mi invitación.
—Lucifer, no estamos para formalismos, me imagino que sabes lo que quiero.
—Gran maestro, tus deseos no difieren mucho de los míos, aunque para realizarlos cada uno dificulta el del otro.
—Sí, y para acometerlos, necesitamos algo del otro; ahí surge mi desventaja, es que aún no entiendo que necesitas de mí.
—Gran Maestro, Parece que con los años has perdido algo más que tu nombre, ¿cómo juzgas que yo podría querer algo de un amigo? Un compañero de batallas, con quien luché hombro a hombro, nuestras espadas las blandimos contra nuestros adversarios, ¡qué bellos tiempos! Eres sin duda el mejor guerrero que he conocido en el trasegar por la existencia.
—Te equivocas, si con halagos y lisonjas me vas a comprar. Si bien me acuerdo, tú luchabas con soberbia, te suponías invencible, lo más especial del campo de batalla; ondeabas esa larga cabellera dorada que ahora escondes debajo de esa capa negra, la movías como una cascada y conceptuabas que todos deberíamos ser tus sirvientes y agradecer por ello.
—Es posible que tengas razón, aunque no pecaba por inexactitud, ya que era uno de los que más triunfos lograba.
—Sí, desde luego y tu soberbia creció tanto que te hizo caer.
—Eso es historia patria, confusa como antigua y escrita por los vencedores; si yo hubiese resultado ganador, mis hazañas serían recordadas de distinta manera.
—Si Lucí, hubieran sido escritas con sangre y llamas.
—¡oh! Gran maestro, si esa es la forma como se escribe la historia, mira, el imperio romano conquistó a los bárbaros matándolos; la crucifixión, el descubrimiento, las colonizaciones, todo eso es fuego y sangre; no me vengas ahora que las letras son de rosas.
—Lo sé, me gustaría poder contradecirte, aunque sabes que hubo grandes hombres que han forjado la historia tan solo con sus ideas y buenas intenciones.
—Sí, gran maestro, y sabes que han matado a la mayoría.
—Bueno, no divagues, dime de una vez ¿cuál es el motivo de esta reunión?
—Te debería bastar el recordar viejos tiempos y una tertulia con un antiguo excompañero para limar asperezas.
—Vamos, Lucí, dijiste que necesitabas algo.
—Necesito muchas cosas, todos necesitamos siempre algo y nunca es suficiente, eso es existir, necesitar, yo necesito volver a sentir felicidad, amor, complacencia, quizás sabes que ningún demonio siente eso, excepto algo parecido al torturar a un pecador, aunque también nos provoca repudio.
—esa fue la tarea que se les asignó.
—Sí, y la hacemos, no nos podemos quejar, sin embargo, es un circo, porque la mayoría de pecadores están allí a sabiendas de que no lo merecen y se empeñan en que cometieron pecados atroces, cuando se pueden arrepentir.
—Lucí, sabes que no se puede huir del karma.
—Por supuesto, y sé que no hay que pagarlo eternamente, y también que se puede superar con una ley mayor como el amor, de ahí que es injusto que no podamos amar, como también es injusto que el infierno esté lleno de almas que se podrían acoger a otras opciones que el de purificarse con sufrimiento.
—Sabes que el Creador nos ama a todos y no quiere que suframos, pero nos deja, ya que no interfiere por el libre albedrío.
—Entonces, si nos deja, no debería de castigarnos.
—Es como uno con un niño pequeño, se puede dejar que juegue hasta un límite y si comete una acción mala, que sabe que es mala y que se le advirtió que no lo hiciera, pues toca castigarle para que no lo vuelva a hacer y darle ejemplo a los demás críos.
—Está bien, tan solo te diré lo que tú necesitas de mí, sé que recuerdas que Las Capas, se encuentra detrás de la puerta posterior de lo más profundo del infierno, que la puerta es una ventana donde se puede ver el contraste de ese lugar bello con lo feo del de donde se observa. Allí he pasado muchísimo tiempo observándolo, queriendo sentir su brisa, anhelando nadar en sus aguas cristalinas, sabiendo que si lograra entrar mi cuerpo se desintegraría, pues ahí solo pueden entrar los puros. De esa forma la vi a ella, le grité tanto que el infierno retumbo, y ella seguía en el mismo sitio, sin verme, sin voltear su cara. Se bañó en esas aguas cristalinas. Por un momento supuse que me miraba, pero en sus ojos vi el bello horizonte que observaba: sentí pena por ti, un poco de lo que llaman compasión, debido a que estuve allí cuando la perdiste y observé cómo sufriste. Fue injusto que él no te la devolviera, a ti, su gran soldado.
—Él mencionó que todo sucedería por una razón y que yo algún día lo entendería.
—Sí, gran maestro, puede ser que ese día quizás esté por llegar. Él es la inteligencia perfecta, por eso estamos aquí frente a frente. Ahora no puedo dejar que pases por mis dominios, como Pedro, por su casa. No, eso me acarrearía milenios de sublevaciones y revueltas; mi poder sería cuestionado y de pronto relevado; lo único que te puedo ayudar es facilitándoles un mapa para que lo cruces de la forma óptima. Además, te dejaré la llave que poseo por ahí para que la encuentres fácil, eso si tienes que encontrar las demás, ahora que si me das el tridente, eso te garantizará la salida a salvo. Es lo mejor que puedes decidir.
—Lucí, ¿por qué quieres liberarlo? Si dices que quieres dejar esa existencia.
—Elemental, mi querido gran maestro, también he sentido algo de lástima al ver a esa bestia congelada tal vez eternamente. Inclusive con mucho esfuerzo lo corrimos para que su mirada fría coincidiera con la ventana hacia Las Capas y, por otro lado, necesito alguien fuerte que me reemplace. Alguien que no pueda ser cuestionado y quizás eso provoque que el Creador vuelva a aparecer, para que yo pueda pedirle perdón por todas mis ofensas…
—Lucí, es casi un discurso cautivador, solo que viniendo de ti no puedo esperar nada bueno.
—Eso es discriminatorio, todos tenemos derecho a cambiar, a arrepentirnos, a cambiar y al perdón.
—Lucí, tal vez me equivoco, pero no contigo, aunque puede que tengas razón.
—perfecto, Toma el mapa y espero que entrenes muy bien a tus soldados, porque lo que se les avecina son dificultades y quizás el triunfo no los convenza. De ningún modo considero que ellos sepan que el verdadero motivo no es el metal sagrado, sino un amor perdido, un amor que siempre estuvo alumbrado por la tragedia, por impedimentos. Según recuerdo, ella era la esposa de un compañero de nosotros y fue a parar a tus brazos después de superar entuertos y zancadillas. Fue tuya solo para que la perdieras en batalla. Ahora tienes la posibilidad de que se enlacen de nuevo, solo que ustedes no parecen estar destinados a estarlo, ustedes tienen diferentes cauces, diferentes caminos, distintos destinos.