—Te quiero pedir que terminemos, esta relación no va a ningún lado; quiero un hombre de verdad que me dé el amor que yo tanto necesito, no un niño que emprenda la huida cada vez que quiero un beso.
—Angie, no sé qué decirte, como quieras, lo que tú quieras.
—Ese es el problema. Luis, lo que yo quiero parece que dista de tus deseos; si no fuera porque he visto como miras a Luisa, pensaría que no eres heterosexual.
—No es eso, tú me gustas y a qué hombre no le gustarías, lo que pasa es que…
—¿Qué?, no me mientas, dime la verdad, que todo lo nuestro fue por los tragos del narco, que siempre has estado enamorada de esa mosquita muerta de Luisa.
—Eso sería como decir que tú no olvidas a Jon y que si este volviera del otro mundo, volvería con él sin dudarlo.
—Eso es muy diferente. Luis, no compares, eso no tiene punto de comparación.
—¿Por qué? Es diferente un gusto a otro, o es ¿por lo que él te desfloró?, o quizás es verdad lo que se murmura por ahí, que tuviste que escoger entre tu espada y el chico, ¿es eso cierto? Si tuvieses que escoger entre mí y tu espada sin vida, ¿qué harías?, ¿preferirías ese objeto?
—Te equivocas, Luis, así no pasaron las cosas; es cierto que mis actos no fueron los mejores debido a mi inexperiencia y no hay noche que no sueñe con que eso suceda de diferente manera. Ojalá pudiese cambiar el pasado; lo único que me queda seguir salvando la mayor cantidad de personas, para que él se llene de orgullo donde quiera que esté; por eso tengo que actuar de la mejor manera posible.
—Por supuesto, siendo una carnicera, de esa forma te has comportado en las misiones.
—Castigar al mal sin dilaciones no es debilidad; cada malvado que eliminas son muchos inocentes que salvas; además del ejemplo de lado y lado, los otros malos no querrán seguir siéndolos y los que pensaban que sería ser genial como esos, lo dejarán de considerar cuando vean el destino que le tocaría…
—Angie, ¿acaso encontraste la forma de volver a la vida a Jon?
—No, aún no, debe de haber la forma, aunque aún no la encuentro.
—De todo corazón te deseo que la encuentres o que consigas un hombre que te lo haga olvidar.
—Sí, ojalá lo encuentre, quería dejar clara las cosas entre los dos, debo de hacer algo y no quiere que me malinterpreten, que digan que actuó por los celos.
—¿De qué hablas? Angie.
—Es que me vi con mis propios ojos que Luisa constituye un peligro para todos; el gran maestro me encomendó esta tarea, la de vigilarla; es más, ya mismo iré a donde él a reportarle lo sucedido con los pies grandes.
—No espera—, dijo Luis, agarrándole el brazo, —no lo haga, por favor.
—Suéltame, Luis—, Angie se sacudió el brazo, soltándose, —es mi deber informarle; ella es muy peligrosa.
—Espera, Angie, por favor, no lo hagas, por lo que más quieras, prometo ayudarte a buscar la forma de recuperar a tu Jon o lo que quieras.
—¿Lo que quiero?, ¿en serio?
—Sí, por supuesto, desde que no la entregues.
—Luis, la verdad, solo me gustaría una despedida con todos los juguetes, para saber de qué me perdí; asimismo te conviene, la pasaremos rico y no delataré a tu Luisa; puede ser que alguien la descubra, yo me haré la sorprendida, diré: “no puede ser, mi alumna, no”.
—Sí, desde luego, únicamente te pido: por favor, dame unos días, tengo que entrenar esta semana y necesito energía.
—Tan lelo, si eso te relajará y te ayudará a entrenar mejor.
—No, Angie, es que la verdad es que no estoy listo.
—Bueno, Luis, no pasa nada, mejor me voy a dar una vuelta a donde el gran maestro.
—No, aguarda, lo que pasa es que yo no…
—¿Qué?, ¿no te gusto? Eso no parecía cuando estabas ebrio y me tocaste todo.
—Es que me da pena decirte, es que no he estado con ninguna mujer, de seguro no te complaceré.
—Huy, mucho mejor, me gustaría desflorarte, es una de mis fantasías, la de quitarle la castidad a un hombre; descuida, seré suave, contigo y con mucha paciencia; ven, vamos a mi cuarto—. Angie susurró abriendo un portal que los escupió en su alcoba de paredes rosadas llenas de muñecos de peluche y una cama de cobijas de corazones… Lo cogió de las manos, diciéndole: —Tranquilo, únicamente seremos los dos, el tiempo no importará; de despedida démonos todo el amor que no nos dimos de novios.
Y lo besó hasta que él le correspondió. La ropa empezó a sobrar, las pieles se encontraron y fueron autopistas para las bocas que las marcaban con las lenguas; la inexperiencia se hizo presente al momento de la consumación.
—Eso no se mete solo, toca ayudarlo—. Angie gimió, mientras lo asistió en este rompimiento, lo jalo empujándolo, agarrándolo de la cadera y eso no duró mucho, pues su falta de entrenamiento y acumulado de jugos le hizo explotar el volcán a los pocos segundos de empezar. Ella se mordió los labios al sentir la lava en su interior; sin embargo, no logró el suyo, pero se vistió de paciencia, comprendiendo que era su primera vez, así que lo siguió besando y llenando de caricias, durante unos minutos, produciendo el milagro de resucitar al Lázaro. De nuevo ambos cuerpos se fundieron por unos minutos, donde esta vez ella sí alcanzó a llegar a su cielo. Su mundo se abrió brotando mariposas; sus brazos lo apretaron contra sus hinchados pechos y una serie de gemidos se le escaparon de lo profundo de su ser, y él también explota, quedándose por unos segundos inmóvil en ella, abrazándola. Unos minutos después lo intentaron otra vez y después otra y otra hasta que los ojos se les cerraron por el cansancio del placer. Al otro día despertaron haciéndolo; no sabían quién había comenzado; recobraron la conciencia cuando ya estaban en el rozamiento y los gemidos, mezclando el aire con los olores corporales; terminaron y se abrazaron para hablar.
—Eso fue muy hermoso—, ella susurró rompiendo el hielo.
—Guau, si fue inexplicable—. Luis no sabía qué decir; estaba estupefacto.
—Esto que pasó fue muy especial; no tiene que ser una despedida; podemos seguir con esto o como quieras. Debes pensarlo bien; después de todo no te espera un futuro con Luisa; ella es un verdadero peligro. En cambio, yo te puedo dar todo lo que quieras; podemos viajar por todo el mundo destruyendo el mal, vengando inocentes, podremos tener hijos, nietos, seremos felices por siempre.
—No sé, Angie, supongo que debo reflexionarlo.
—¿Qué?, después de lo bien que la pasamos, de todo lo que me hiciste, ahora dices que lo tienes que reflexionar, ¿acaso me utilizaste? Esto es imperdonable; ningún hombre tendría dudas en este punto; mira, conmigo, ya conseguiste todo y con ella, quién sabe, cómo me desprecias por algo inseguro, una realidad por un capricho.
—No me malinterpretes, Angie, lo que pasó entre nosotros fue algo mágico, algo especial, es que vine aquí en penitencia para que encubras a Luisa y ahora no me gustaría levantarme de esta cama; por un lado, siempre he sentido algo por Luisa y por otro estoy sintiendo mucho por ti; son sentimientos encontrados, por favor, déjame pensarlo.
—Está bien, te entiendo, medítelo, eso si no te demores mucho, puede que se me acabe esto que siento.
—Y ¿me prometes no tomar retaliaciones con Luisa?
—Te lo prometo solo si tú me prometes que esto se va a repetir sin importar si seguimos juntos, prométemelo.
—Te lo meto, digo, lo prometo.