LA LLUVIA MOJANDO EL IMPERMEABLE

1090 Words
—sigues dándome vueltas y gorreándome el trago. —claro, se me olvido decirte lo del mafioso como el que se llevó a tu novia, es más, sospecho que es el mismo. —otra vez me estás diluyendo, si dices que eso sucedió hace mucho como va a ser que sea el mismo perro al que voy a dar final y haré lo mismo que le hace a sus víctimas, dicen que las mata siete veces. —no considero que se pueda eliminar más de una vez, a menos que lo revivas para volverlo a finiquitar. —bueno, ya es tarde y aún nos quedan botellas, mejor siga contando, a ver que puedo aprender. —Listo entonces estaba. Luisa, caminando hacia la escuela, sintió que era observada por algo y escuchaba como si un gran perro olfateara. Sintió unas ramas de un árbol que crujían detrás de ella. Al voltear su cabeza, no vio nada. Asustada, trató de correr, hasta que se petrificó al ver una gran sombra que cubría su horizonte. Cayó de espaldas, mirando algo inexplicable. Era un ser cubierto de pelo, como un gran perro salvaje que se erguía en dos patas. Su piel negra solo era contrastada por sus ojos rojos, colmillos amarillos y una estrella blanca en la frente. Ella trató de gritar y correr o arrastrarse inútilmente, pues el terror la invadió. La bestia se le abalanzó sin nada que hacer. Luisa solo cerró sus ojos para evitar ver cómo su vida terminaría bajo unas letales y siniestras fauces. Apretó los párpados preparándose para lo inevitable, creyendo que iba a sentir algo parecido a cuando Waterloo, el perro de la esquina, le mordió en una pierna. Abrió los ojos volteando la cara para tratar de no ver al monstruo, pero en lugar de eso vio a un muchacho rubio que agarraba al lobo por las muñecas, parecía tener la misma fuerza que esa bestia, aunque el lobo le lanzaba mordiscos que el rubio esquivaba con mucha dificultad. En esos embistes Luisa pudo ver el rostro de su mesías; le pareció un verdadero ángel con sus cabellos dorados, boca de rubí y unos ojos azules, como se veía el mar en fotos, pues aún no lo conocía. El lobo lo atacaba furioso, dispuesto a acabar la pelea lo antes posible, incluso lo atacó con las patas traseras y la cola. Luisa respiró tratando de calmarse, se reincorporó, pensó en escaparse, solo que se sintió egoísta, buscó una gran roca y se la aventó al monstruo. Aunque por su terrible puntería le pegó en una pierna al héroe, haciéndole perder la concentración, el lobo lo envió por los aires. Ella no alcanzó a ver si cayó o no porque la avalancha peluda de nuevo estaba sobre ella. Con gran valentía le lanzó un puño como su padre le había enseñado, provocando que la bestia sonriera y se lastimara su manita. El lobo la amarró con una cadenilla, que se apretó sola y se la echó al hombro. Ella gritaba, lloraba, incluso trataba de morderlo, sentía que se desplazaban más rápido que esos locos moto-taxistas, adentrándose en el bosque, cuando de pronto sintió que el hombre lobo la soltó y pudo ver cómo este caía dando vueltas mientras ella se estrellaba tal vez contra un árbol. Recobró el sentido dándose cuenta de que su bello héroe la estaba desamarrando. Lo pudo ver fijamente, sus hermosos rizos bailaban con el viento hasta que salió disparado por los aires hacia la izquierda, por un fuerte golpe de la garra del lobo, que sin explicación lo golpeó y no lo destajó. Esta vez la bestia la ignoró, quizás en el bosque, estaba seguro, porque sus amigos se encontraban cerca y ya no había humanos, aunque la verdad es que la bestia ya evaluando la situación debía acabar con ese héroe o este no lo dejaría cumplir con su misión. Además, que ya se había convertido en una verdadera molestia, embistió con sus mejores mordidas, aunque sentía cómo un escudo de energía lo blindaba de los daños. Sin embargo, golpe tras golpe parecía debilitarlo; al final, sería una lucha de desgaste. Por otro lado, el héroe sentía que la lucha no iba a un feliz término, trataba de recordar una invocación para llamar a su maestro o algún poder, los nervios no lo dejaban pensar con claridad. Sentía la pegajosa saliva del lobo que lo empapaba, a pesar de su escudo le hacían recordar cómo la lluvia en el país del norte mojaba su impermeable, eran agujas de agua que rompían la capacidad de aguante de esa tela. Al igual que como él estuvo varias veces en su entrenamiento, por poco perece varias veces y si eso hubiera pasado, su maestro ni siquiera se molestaría en enterrarlo, de la misma manera que hizo con sus muchos compañeros caídos. —¿Cuántos fueron? ¿Diez o veinte? Ya perdí la cuenta, fue duro con los primeros con los que hicimos amistad en los cuarteles, por eso después me portaba huraño con los nuevos, no quería tener que llorarlos cuando el entrenamiento se los comiera. Tantos sufrimientos, pero al final encontró la forma de lograrlo, por eso ahora no podía rendirse por un simple perro superdesarrollado. Él, solo, había vencido peores penurias; además, la vida de esa niña le dependía. Recordó un hechizo que invocaba una espada de energía, solo que tal vez al hacerlo su aura protectora desaparecería, algo que muy pronto sucedería por recibir tantos golpes. Trató de centrarse y esquivar los ataques, suspiró y evocó su espada brillante, lanzándole un tajo al cuello del lobo, el cual lo esquivó, perdiendo la punta de la oreja izquierda. El héroe no paró, siguió blandiendo su arma contra su adversario, qué forzoso esquivaba al tiempo que atacaba, hasta que unos árboles le cayeron encima, unos que fueron tajados sin querer por la poderosa espada, gracias a la extraña suerte del rubio, la que siempre lo había ayudado a sobrevivir. Rápido alzó a Luisa emprendiendo la huida, asustados escuchaban cómo el bosque a sus espaldas tronaba, de pronto llegaron a un barranco, dejándolos con la opción de pelear de nuevo contra esa bestia o de saltar al vacío. En un instante, de entre las sombras, emergió la furiosa bestia echando humo por la boca, lo que le hizo recordar la invocación del portal, aunque no sabía si tendría la energía para hacerlo, y le pareció escuchar más rugidos que se acercaban. Con las opciones limitadas, agarro de la mano a Luisa saltando al precipicio.
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