—Amigo Richard, se me olvidó de contarte que en otra parte del pueblo que se encuentra al lado de ese bosque, se encontraron unos viejos amigos debido a un espantoso crimen. Según recuerdo, se saludaban más o menos de esta forma:
—Hola, detective Das.
—¡Hola, Marcos, Marco, Marco Lino! ¡Qué agradable sorpresa, qué coincidencia encontrarlo en una escena de un crimen!
—Claro que hacía mucho que no nos encontrábamos.
—Sí, es la verdad, me han asignado otro tipo de casos, me ha tocado sacar de circulación a unos asesinos seriales.
—A veces los demonios toman cuerpos o mentes, o a veces están sueltos.
—Se me olvidaba que todo lo sobrenatural rodea al gran Marcos, incluso su aspecto juvenil, a pesar de que la primera vez que te vi yo era un muchacho recién entrado y ahora que estoy próximo a mi jubilación, tú te ves igual, deberías compartirme la pócima o el conjuro.
—Para ser el mejor detective del país, te falta más inferencia. Eso no es nada de otro mundo, simplemente come sano, duerme bien, no te estreses por nada y haz ejercicio divertido, no te castigues ni te menosprecies. Pero tú qué sabrás de eso, que te pegas a las malas bebidas como una lapa, tu estómago no conoce límite en cuanto a los dulces y las comidas grasosas, tu brillante calva muestra que te complicas mucho y te estresas por nada.
—Si es verdad, en su momento tuve problemas que se sentían como una pisada de mamut, ahora al ver al pasado ahora sé que no era para tanto, como me decía un jefe “preocúpate cuando no se te pare”, y eso me está sucediendo, pero ya ni me preocupa.
—Eres muy elocuente, Das, no sé por qué hueles a raro, como a platos rotos de elefantes.
—Vaya comparación, a todas estas, ¿tú sabes qué ocurrió aquí?
—Si muy fácil, rompieron la noche.
—ja-ja-ja, querrás decir al pocillo.
—Ya sabes lo que sucedió, entonces, ¿por qué preguntas?
—Es que lo creí hasta que te vi, tu presencia le pone la sazón de desazón, hace que uno se ponga prudente con lo evidente.
—Das, te sigues complicando, como esa vez en el hospital central.
—Vaya, Marco, eso es algo que cada día que pasa considero que no aconteció, al igual que lo del jardín de niños.
—¿Estás loco?, aún recuerdo cómo llorabas del susto, como un niño asustado.
—Me calló una mugre en el ojo, o tal vez un gas tóxico, me irritó la vista y me hizo alucinar.
—Sí, y ¿cómo explicas lo de cómo mojaste el pantalón?
—Tal vez me chispeo agua o vapor o tal vez tenía problemas de próstata.
—Pues no hay químicos, ni vapor en un jardín de niños y lo de la próstata te lo creería ahorita, pero en ese entonces tenías veinticinco años.
—Bueno, eres muy difícil, mejor tomémonos algo para celebrar este encuentro, es más, tomémonos una botellita de eso que parece oro líquido, para romper esta noche.
—Tú sabes que no tomo nada cuando trabajo
—Y cuando no, tampoco lo haces.
—En cambio, tú, únicamente no tomas nada, es cuando duermes.
—Marco, echando cabeza, aún no sé qué era esa cosa del jardín de niños.
—Eso era un licántropo, mejor conocido como un hombre lobo, tú lo sabías, por eso compraste esas balas de plata.
—Sí, aún se me burlan en los cuarteles generales porque alguien regó el cuento, inclusive tuve que ir al psicólogo muchas veces, por eso supongo que no pasó, es más, cambié esas balas de plata por copas con bebidas.
—Bueno, tampoco es que te hubiesen servido de mucho.
—Marco, aunque mi duda más grande es de si, en realidad, ese bicho era el malo. Es que no lo considero, se veía como si buscara algo que le perteneciera, eso me estuvo dando vueltas, tanto que seguí investigando ese jardín, descubriendo que allí abusaban de los niños. Lo más difícil fue controlarme para no matar a esos dizques docentes. Ellos pensaban que haciendo esas abominaciones, purificaban su alma, entonces de pronto el lobo ya no era el monstruo.
—Quizás, pero no me gusta hablar con los monstruos.
—Quizás Marco, eres un buey racista, no consideras que puede haber seres de esos buenos, o que se comportan mal porque hay gente como tú, que disparan sin preguntar.
—Das, todo es posible, aunque todos los horrores que he visto causados por esas criaturas me dejan sin ganas de siquiera saludarlos.
—Ok, Marcos, tienes tus razones; a propósito, te tengo razón sobre la espada. Dármela
—Por favor, Das, dímelo, ¿qué sabes? Encontrarla es mi misión primordial.
—Ok, pero antes dime, ¿qué es esa cosa?, ¿por qué te importa tanto?
—Sencillo, es un objeto muy malo, unos de los que el Saladino Basas, forjó hace veinte mil años.
—¿Cómo lo produjo?, sí, cuando eso no había tecnología.
—Vaya, Detective, si usted sabe que para producir armas no se necesitan robots.
—Yo lo sé, Marco, pero tendrían que fundirla.
—Mira Das, la metalurgia es muy antigua, incluso algunas técnicas muy buenas se perdieron en el tiempo y otras como las del Saladino las sepultaron mis antecesores.
—Bueno, supongo que así como ahora quedan crímenes sin resolver en lo ancho y alto de la historia, quedan muchas historias olvidadas. Y eso y otras cosas de que no se debe enterar el pueblo, con que ellos apenas puedan suplir sus necesidades básicas, son felices y de por sí la vida es dura como para complicárselas aún más.
—Bueno, Marco, pero cuéntame lo de la espada.
—Das, resulta que Saladino Basas era una especie de rey con muchos recursos quien se obsesionó con la magia en todos sus colores, entonces se le ocurrió fundir acero vertiendo sacrificios humanos en el caldo de hierro fundido, aparte al momento de forjar las armas la templaban con plasma en lugar de aceites y los adobaban con hechizos y brujería.
—Pero tú la otra vez me dijiste que la bruja esa que había llevado la policía era una farsante, que no existía tal cosa.
—Pues no existe ahora, pero existió; lo que pasa es que algunos enviados han acabado con muchas cosas malas; sin embargo, a veces nada es absoluto.
—como mi vecina que quedó embarazada, con el marido que se operó por vasectomía.
—Por supuesto, una operación puede fallar o el vecino puede ayudar.
—Ja – ja – ja, Marco, al fin te escucho un chiste, pero me estás dilatando, sigue contando.
— Pues si es verdad que todas las armas que hizo este Saladino no adquirieron poderes o maldiciones, aunque algunas sí y son instrumentos muy peligrosos, uno de ellos es la espada Dármela. Para fundir este desperfecto, Basas sacrificó a 66 personas, aparte de eso, fue revestida por conjuros de un hechicero llamado Bochad, al que supongo que destruí.
—Me vuelves a confundir, si tú dices que eso pasó hace miles de años y dices que ahora tú mataste a ese mago, tal vez fue a un descendiente o a alguien que se llamaba igual.
—Como quieras considerarlo, mi estimado Das, ahora tu parte.
—Está bien, hace un mes estuve en la prisión de pica leña. Allí, un mafioso manifestó que tenía información muy importante sobre unas bombas que un loco había puesto por toda la ciudad, la que únicamente me compartiría. Fui pensando en ese cuento. Al hablar con ese sujeto que no parecía un delincuente, sino un tío borracho, ¿qué decir de la celda? que era más lujosa que la mejor suite donde me he alojado, y la cena, exquisita, langosta, con un trago delicioso. Hablamos de libros y películas hasta que acabamos el postre. me confesó que era mentira lo de los explosivos, que eso lo había leído, que todo fue orquestado para decirme que el gran capo, don Josemaría, había comprado una finca en una selva, donde todas las noches observaban a una señora llorando. Ellos trataron de agarrarla, pero terminaban inconscientes, amaneciendo con moretones en el cuerpo. El patrón llevó curas, espiritistas, chamanes y demás, pero ninguno pudo, hasta que llegó un anciano gordo que desenterró una vieja caja. Todos pensaron que se trataba del c*****r de ese espanto, entonces la sorpresa fue mayor al encontrar solo ese objeto envuelto en pergaminos con símbolos extraños. El brujo gordo salió corriendo sin ni siquiera cobrar, gritando como loco “la espada dármela”. Hasta ahí me dio su explicación, lo que no me dijo es por qué yo tenía que recibir esa información. Es cierto que yo he buscado ese instrumento desde que me lo pediste, solo que no le he dedicado mucho tiempo y solo con gente de confianza, es decir, no he regado el chisme.
—Debe ser un mensaje para mí, no sabemos qué tanto es el alcance de ese capo o qué puede ser él.
—Tal vez sea un hombre-polvo.
—Nunca me he encontrado con un híbrido de esos.
—Marco, me acordé de otra pregunta que a veces no me deja dormir: ¿qué era el bicho del hospital central?
—Pensé que sabías, vi cómo hacías cruces con los dedos.
—Bueno, eso suponía, y ¿cómo es que surgieron esos individuos mitad humana y bestia?¿Acaso son productos de zoofilia?
—ja-ja-ja Das, eres muy ocurrente, no creo que un humano pueda copular con un murciélago.
—Bueno, ¿entonces qué dices, Marcos?
—De pronto son productos de relaciones pecaminosas o maldiciones, enfermedades o son bichos de otras dimensiones, seres de oscuridad. Puede que exista un mundo completamente diferente que nos negamos a ver.
—Eso me dijeron una vez que fui a donde una gente que afirmaba que levitaban; sin embargo, yo solo los vi dando saltos como una rana, me dijeron que era que yo tenía bloqueado un centro mental que me impedía verlo. Pero hay cosas que uno no considera y pasan, por lo menos yo no pensaba que un río lo podía a uno marear y me ocurrió, o ese hombre-lobo, lo vi muy real, no vi un hombre con un disfraz de perro o algo por el estilo.
—Tienes razón, aunque tal vez no viste las cosas como realmente fueron, como yo, que quizás no vi que el verdadero monstruo era el director de ese jardín. No tengo la culpa, no es por excusarme, lo que sucede es que fui entrenado para destruir esas bestias sin cuestionar, la única vez que lo hice fue garrafal, una vez rastreé unos licántropos que arrasaron unos pueblos, llegué a su madriguera luchando contra miles de ellos o me parecieron. Por momentos sentí no poder más, consideré rendirme, aunque la única opción era luchar o acabar en sus garras. Uno a uno los exterminé, excepto cuando llegué a una pequeña cueva donde se encontraba una de ellas dándole leche a su cría, un hermoso lobato n***o con una estrella blanca en la frente. La loba me rugió mostrando los largos dientes, haciendo que yo casi la parta con mi espada, me contuvo el chillido del crío. Entonces me marché dejándolos allá, en medio de esa masacre, en un lago rojo con pelos. Años después hubo unos asesinatos cerca de ahí y dicen que han divisado a un hombre lobo n***o con una estrella blanca en la frente. Lo he tratado de cazar y cada uno de sus asesinatos es mi culpa, por un momento de debilidad. Es una de mis cargas, algún día la daré de caza y haré una chaqueta con su piel azabache.
—Es complicado, a veces, saber lo que realmente es bueno o quién es el verdadero monstruo, a veces lo que uno considera que es lo correcto puede no serlo, tal vez nos han colocado una venda en los ojos y una zanahoria delante de nuestras narices, tal vez todos tenemos algo de bestias.
— Palabras muy sabias, al menos el ron te transforma en filósofo.
—ja, quizás yo sea un hombre-bebida, un hombre-trago.
—Ja-ja-ja, a estas alturas eres más bebida que hombre.