Mientras tanto, el otro grupo llegó a la guarida del demonio narco con el contrato para cambiarlo por la renombrada espada Dármela, creyendo que todo sería fácil: un simple intercambio.
—Estamos ebrios, deberíamos venir más tarde—, propuso Marco.
—No podemos volver sin completar la misión y no importa, yo borracha peleo mejor—, sonrió Angie. —Ya saben que dicen que los borrachos todos son muy machos.
—Vamos tranquilos, majos, que tenemos que acabar la misión, vamos y ya, y que nos encimen licor—, bromeó Yaqui. —Bebamos que cuando verdaderamente conoces a alguien es cuando le prestas dinero o lo emborrachas o no necesitan algo de ti.
—Escuche un dicho parecido—, intervino Luis. —Aquí no aplica, es que la familia y la pareja se conocen en la necesidad y en la repartición de herencias.
—Menos mal eres muy lindo, porque no eres muy gracioso—. Angie dijo esto y lo besó.
—Mira, ya el trago cumple con su deber—, bufo Marco. —Dejen esa besuqueada, tenemos que concentrarnos en la misión, vamos.
—Marco, mejor deja la envidia y hagamos lo mismo—; Yaqui le sugiero lo más coqueto que el licor en su cuerpo le permitió.
—Mejor voy solo—, gritó Marco, apretando la hoja de cuero.
—Espéranos, tenemos que apurarnos, siento que le sucede algo malo a Luisa—, dijo Luis mientras apartaba a la ebria Angie, quien suspiró: —Típico de los hombres: mientras besan a una, piensan en otra güera.
—Abrid la puerta, pedazo de porquería, tenemos tu papelucho—, Marco exigió mientras golpeaba la reja.
De nuevo salió un poco de guardias armados hasta los dientes.
—Ostias, que chingado huevo, otra vez con lo mismo, le gusta que machaquemos a sus lacayos—. Yaqui, gruño y vomito.
Salió el capo saludándolos: —Los felicito, sabrían que lo conseguirían, solo que hay un pequeño problema. Los demonios de los deseos llegaron primero que ustedes y me han propuesto otro trato; ellos me regresan a la normalidad, donde yo seré libre para hacer lo que se me plazca. Si tan solo les entrego a ustedes y la chorrada es que no necesito matarlos, lo único que debo de hacer es que firmen. Por eso les recomiendo que me den sus firmas; yo les doy la espada y además el dinero que quieran; también les ofresco carros, mujeres u hombres, y les repito lo que quieran. En cuanto a ese contrato, ya no lo quiero, por favor, sigan y lo discutiremos. Hemos traído mucho licor, junto a los mejores desnudistas de la región; mande traer de todos los géneros, ya que ahora hay tantos y toca complacer a todos los gustos. Tantas preferencias para saber que al final tienes que ir al ginecólogo o al urólogo.
—No, nos convences, al final trajiste más víctimas, que se pondrán en tu cuenta—, mencionó Angie desenfundando su magnífica espada.
—O Angie, para ti, para ti esos esbirros han enviado algo especial; mira a este fulano—, el narco le muestra a uno de los bailarines que era igualito a su difunto novio.
—¡No puede ser!, —dijo Angie lanzándose a sus brazos. —¿Jon eres tú?
—Sí, nena, creo que sí, los demonios me trajeron del más allá; me parece que estaba en el limbo o purgatorio.
—Espera, Angie, no te rindas, es una trampa—, Luis le advirtió.
—No, Angie, es tu felicidad solo por una firma—, aclara el narco. —Ustedes, ¿qué desean? Miren para la bella Yaqui que quiere un novio; aquí tiene para escoger; si quieres te puedes llevar uno o dos o los que quieras. Tú también, Luis, ¿para qué te conformas con una mujer? Aquí te puedes llevar a varias y tu Marco pide lo que quieras. Puedo hacer que te den el título del hombre más fuerte del mundo, de los grandes récords o de la federación de lucha, o no sé qué se te ocurra.
—A mí se me ocurre que cumplas tu trato y nos des a Dármela por tu contrato; ten algo de honor—; Marco se puso en guardia.
—Honor, tengo, y mucho; lo que pasa es que termina hasta mis conveniencias—, replicó el narco brindándole una copa.
—Por mi parte no hay trato—, dijo Luis invocando una arma de luz.
—Por favor, no sean pendejos, reciban sus regalos, no escojan la vía de las armas; quiero recordarles que están en mi casa y de aquí no sale nadie sin mi permiso; si me matan se quedarán aquí por siempre, vamos, aprovechen que estamos en feria.
Angie se llevó a un rincón del castillo a su amor Jon. Quería comprobar si en verdad era este, si era posible que fuese su adorado, debido a que ella lo vio morir en sus brazos.
—De verdad, soy yo, te amo, Angie, por favor, escúchame una cosa, no quiero que firmes, eso significa que le venderías tu alma a cambio mío y mi temporada aquí ya se acabó; supongo que no me den mucho tiempo extra.
—No digas eso, voy a acceder; firmaré si me prometen que estaremos juntos hasta el fin de nuestros días.
—Esos demonios son tramposos; harán que no sean muchos.
—No importa si son uno o mil, los viviré muy feliz a tu lado.
—Mira, nena, también me muero, digo, me encantaría estar contigo, y ojalá encontremos la manera, pero no de esta, mira, estuve muerto y veo las cosas como son.
—Dime, ¿viste en el otro mundo que te impida que estemos juntos?
—No, mi vida, no te puedo decir, es como si de repente no tuviese las palabras para decirte lo de allá, es como si pasara de ser unas letras a alguien de carne y hueso, es tan distinto, solo quiere que me entiendas y te salves, salves a tus amigos. Esos seres raros me trajeron con engaños; si me hubiesen dicho las verdaderas intenciones, no habría aceptado, aunque valió la pena. Valió muchísimo la pena cada segundo de volverte a ver. Atesoraré tu sonrisa y recordaré tu mirada cuando esté jalando esas pesadas cadenas. Cuando me toque huir en esa oscuridad, lo único que quiero es que, por favor, nunca me olvides.
—Espera, Jon, debe de haber algo que hacer, no te puedo volver a perder, no lo resistiría.
—Amor, nunca me has perdido, siempre te llevo en mi pensamiento. De pronto alguna vez volveremos a estar juntos, pero así no, no quiero que pierdas tu alma y hasta esa bonita espada que ambos le quitamos a ese monstruo que nos costó mi vida. Por favor, déjame partir, suéltame y ve a partirle la cara a ese narco tramposo; por favor, ve y sé la chica de la que me enamoro.
—No, por favor, no me pidas eso, no te quiero perder otra vez.
—Nena, ya pasó una vez, esta no dolerá tanto; sintámonos afortunados de otra vez habernos visto.
—Juro que buscaré la forma de revivirte; no descansaré hasta que no lo consiga ahora que sé que es posible.
—No, nena, quiero que sigas tu camino, sigue tu vida, que a mí me toca seguir mi muerte; de pronto nuestro encuentro era lo que necesitaba para cruzar ese umbral; necesitaba verte por última vez para darte fuerza y hagas lo correcto. Tú eres una agente del bien, una fuerza de luz; ve y acaba con ellos. Enorgulléceme, contaré nuestra historia en el otro lado; exclamaré que fui novio de la guerrera más poderosa de la historia; por favor, bésame y vete, que yo esperaré mi destino aquí, sonriendo muy feliz porque te volví a ver.
Se besaron queriendo que la respiración les aguantara, que los labios no se cansaran y que la ropa sobrara. Y por poco, hasta que Angie sintió un helaje que quemaba de la boca de su amado, haciéndole reaccionar la falta de perfección en el pacto, algo que ya sabía, que se enteró en el momento en que vio los ojos de su amado, y tampoco pudo ver el brillo de su mirada… Era eso; él seguiría entre los dos mundos; su amor sería de otra dimensión. No se pudo resistir y lloró como una niña. Jon la abrazó tratando de consolarla y de poder sentir su calor o algo. Era inútil; él entraba en sueño profundo o un pensamiento, intentando recordar lo que se sentía tocarla; emulaba todas las sensaciones en su mente y tan solo conseguía torturarse.
En ese momento, en la habitación principal, Yaqui bailaba con cuatro hombres musculosos; mientras Luis y Marco insistían en luchar contra el Narco, quien les seguía dilatando de esta forma:
—bueno, les estoy proponiendo cosas buenas por hacer, entonces podemos voltear la torta donde verán lo que pasa si no lo hacen, pues mis queridísimos invitados, yo les puedo acabar hasta con el nido de la perra, yo les mato hasta a las abuelitas y si ya están muertas, pues las desentierro y las vuelvo a enterrar. A ti Marco no sé qué hacerte; en cambio, a ti Luis, borraré ese pueblito donde vives; lo reduciré a cenizas con cada uno de sus moradores; lo tendrán que declarar campo santo.
—En ese caso, solo nos queda una cosa por hacer—, agregó Marco. —Será rendirnos… No mentiras, te mataremos, ya después solucionaremos lo de nuestra salida, ¿Luis estás de acuerdo?
—Concuerdo—, Luis le lanzó un espadazo a la cabeza, causando que saliera desprendida rodando por el suelo.
Ahí se pudo ver la verdadera naturaleza del narco; un humo n***o salió de su cuerpo que le volvió a unir la cabeza. Se la compuso con las manos diciendo: —No puedo morir, han tratado de mil maneras, es parte de mi maldición, eso les cierra sus opciones, lo que ustedes quieren es que esto sea una guerra y si eso es lo que quieren, pues ¡muchachos! Un millón por cada una de sus cabezas.
Marco y Luis blandían sus espadas y armas contra los guardaespaldas del narco, e igual que su jefe, sus extremidades se volvían a unir al ser cortadas.
—Menudos tipos que me trajeron esos bichos de los deseos, son de la cosa—, reflexionó el narco.
—¡Yaqui, por favor, ayúdanos!—, rogó Luis y ella seguía bailando, sumergida en los encantos de esos hombres, que ni siquiera escuchaba esos llamados de auxilio.
—Mejor mueran, ellos se conformarán con dos firmas—, sonrió el narco bebiendo una copa de un trago muy fino, que, a pesar de su sabor fuerte, este le parecía insípido. —Recuerdo que el agua tenía mejor sabor.
Se sorprendió al escuchar un goteo debajo de él. Era el trago caro que salpicaba en el suelo, que se salía de un agujero que le brotaba del pecho, donde un fuego azul y anaranjado quemaba el humo n***o que lo recomponía. Desorientado, miró a su espalda y allí estaba Angie, con los ojos llenos de lágrimas y odio, quien le propinaba varias cortadas con esa espada sagrada. Él dio media vuelta; intentó correr; pero se detuvo al notar que sus ojos se bizquearon. Veía doble; miraba ahora esas llamas saliendo de su nariz, y la punta de la espada que se movía como si hurgara, como si se hubiera quedado atorada. Luego vio como la habitación se partió en dos pedazos, aunque lo que se partió fue su cabeza. Los guardaespaldas intentaron escaparse al notar que esa espada los podía destruir, pero el campo mágico no los dejó salir. Era cierto; es que ni siquiera se podía generar un portal. En un abrir y cerrar de ojos llorosos, las llamas azules y anaranjadas consumieron a esos esbirros, sin importar sus ruegos y promesas; mientras Yaqui estaba cegada por la lujuria, a Angie la cegaba el dolor.
—Marco, mira ese cofre, ese cofre debe de ser la espada Dármela—.anuncio emocionado Luis, a la par que la abría.
—¡Cuidado!, —Marco le advertía muy tarde, a la vez que un rayo n***o disparaba a Luis contra la pared.
Él muchacho se levantó, a pesar de que veia borroso; observó a unos demonios bailando con Yaqui; intentó advertirle, hasta que su vista se nubló por completo y se derribó inconsciente en el piso.