—Oye, Estrello, viene el jefe, barato, él te va a regañar, te quitará tus colmillos, defecará en tu madriguera; escuche que le deprimió tu fracaso.
—Pues yo lo intente, trate de hacer todo lo mejor posible; no es posible que el alfa me entierre por solo eso.
El par de hombres-lobo hablaban y gruñían; además de olerse para ver si mentían y el sentimiento que llevasen, estaban en lo profundo del bosque, en una gran cueva. Estrello parecía calmado, pero transpiraba miedo.
—Sin duda actué sin pensar; consideré que podía capturar a tal tierna presa y lo hubiese logrado de no ser porque llegó ese héroe chandoso de la nada; espero que encontremos la forma de destruirlos —reflexionaba el gran hombre-lobo.
—Tranquilo, es lo único que te queda, la verdad a mí me tiene cardiaco. Tantos lobos que han llegado de todas las manadas, aunque los que más me cabrean son esos que están maldecidos, que alguna vez fueron humanos y que viven entre ellos, no soporto sus olores, es indignante, uno es o no es, no hay puntos intermedios.
—Wolff, no le hagas de pulgas, no te rasques, que nadie escoge que ser y ellos tampoco; igual tienen más en común con nosotros que con los humanos; ellos también son cazados por ser diferentes; si ves, el único pecado de muchos es solo eso; yo supongo, ¿qué tal todo fuese igual? Por ejemplo, los olores, el mundo sería muy aburrido con una sola fragancia.
—Bueno, Estrello, tienes razón, aunque para serte sincero le tengo mucho asco a los mefistos; no soporto olfatearlos y a los vampiros que no huelen sino a sangre podrida.
—Wolff, eres muy prejuicioso; supongo que los cazadores no tienen preferidos; todos somos amenazas sin importar nuestras diferencias, es más, nos temen por ser diferentes.
En esas llegó un gran lobo de pelo gris que, por donde pasaba, todos se agachaban rindiéndole culto, deteniéndose donde estaban estos dos licántropos a los que les gruñó: —Estrello, Wolff, me da casi gusto olerlos, no comprendo, ¿por qué expiden aroma amargo de miedo? En lugar de respeto, deben estimar que estoy molesto porque no pudiste capturar a la sagrada presa. Sé que era muy difícil capturarla sin degollar su tierno cuello; o si hubieses seguido las indicaciones que eran encontrarla y llamar refuerzos, ese héroe no hubiese sido un problema. Tal vez la tendríamos, tendríamos la situación por los pelos, en la reunión que está por comenzar. Vamos, acompáñenme, compartamos culpas, miren, ahí llegó ella.
Llego una gran maraña de hojas y tierra que no caminaba; parecía que emergía de la tierra a cada desplazamiento; a veces cambiaba de tamaño y forma, que hablo elogiando: —Maravilloso este gran día que florece ante nosotros; me honra vislumbrarlos a vosotros, mis hermosos capullos, no supongan que he venido para castigaros, al contrario, me alegra que casi logran el objetivo; solo que la suerte no se nos cosechó, aunque sé que pronto nuestros esfuerzos darán frutos.
El Lobo Alfa le dirigió la palabra sin verle al rostro, que a veces se dibujaba entre hojas: —Querida señora mía, Me impresionas. ¿Cómo es que no puedes estar furiosa con mi manada? Si fracasamos y el fracaso no da lugar a excusas,
—Tranquilo, a veces perder es ganar un poco, además que aún todavía no sé si vale la pena pactar con todas esas criaturas, especialmente con los obsesores, los de Mefistófeles y todas esas criaturas que se alimentan del sufrimiento. Después de todo, ¿qué nos garantiza que cuando exterminemos a la humanidad, no seguiremos nosotros? A esos seres no los mueve el deseo de que el planeta se reverdezca; a ellos los mueve su sed de muerte y destrucción.
Esta vez Estrello no aguanta y pregunta, a pesar de que su protocolo no le permite saltarse al Alfa, ladro: —Estimada ama, por favor, disculpe mi osadía, sería mejor hacer nuestras cosas, ninguno de nosotros queremos esas cosas y todos sabemos que son seres en los que no se pueden confiar, empezando a que no huelen bien…
—Te disculpo, gran lobo, es cierto, aunque tal vez ya no tenga opción, ya germino eso. La reunión será hoy con la luna de testigo. Lo he pensado mucho; eso puede ser un pacto autodestructivo, un momento de desesperación que floreció Marchito y que ahora siena su guadaña, sobre todo lo bello. Aunque no hay mucha diferencia con los humanos y su hambre insaciable, simplemente no me puedo quedar de brazos cruzados esperando el fin, además, esa niña puede ser la clave para salvarnos. Las profecías tienen muchas maneras de interpretarse. Por otra parte, les tengo una sorpresa: miren lo que tenemos de nuestro lado.
Ella materializó una mano que ondeó, provocando un remolino de flores que se volvió un portal de luz, de donde salió un humano vestido de blanco y unos símbolos extraños, pero que allí algunos conocían y lo traducían como peligroso…
Wolff estalla rugiendo: —¿Cómo puede ser, divina ama, que trajiste a uno de esos apestosos caballeros que tanto daño nos han hecho y a tantos familiares han masacrado?
—tranquilizaos, —manifestó el hombre, —si bien soy uno de los guerreros de la luz, estoy con vosotros; estoy de acuerdo con la grandeza de la Madre Monte; permítanme presentarme, soy Francisco, estoy a su entera disposición para servirles de la mejor forma que yo pueda.
—Pues nos servirás como abono, —Estrello gruño, —eso es lo único que hacen bien los de tu tipo.
—Tranquilos, que él está aquí es para ayudarnos, —suspiro la Madre Monte, —él fue quien nos trajo la profecía y nos ha dado mucha información jugosa.
—Si apagaos, tíos, que no os quiero cenármelos, —dijo Francisco, —aunque me vendrían bien unas calcetas peludas.
También basta, Francisco, —le interpuso la verde ama, —que los cachorros están en su derecho de desconfiar al igual que todos, después de todo, ¿quién puede confiar en un traidor?
—ostias, Pensé que os había quedado claro: yo no estoy traicionando a mi especie; lo que pasa es que he vivido mucho gracias a las enseñanzas de mis maestros, pero ya hace varios siglos que deje de ver la vida como algo maravilloso, ya me canse de amar, de reír, de llorar y hasta de mataros. Hace mucho, ya que me cansé de vivir, he tratado de encontrar la forma de poder volverme viejo para dejar este mundo que la verdad me asquea. Ya no le veo fin, no importa cuántos bichos destruya, siempre aparecen más y la verdad todo me desagrada, pero si tengo que escoger entre un mundo lleno de árboles o uno de arena, pues escojo, aunque preferiría un mundo de lava sin criaturas inteligentes banales y menos estos perros superdesarrollados.
—Si ves que es un animal, —gruñó el Alfa, —va a ser muy difícil colaborar con eso.
—Por favor, cálmense, muy pronto llegarán los demás, esta será una reunión muy importante, —intercedió la Madre Monté. —Recuerda, Francisco, que sé que lo que más te motiva a traicionar a los tuyos fue que te enteraste de que fuiste engañado toda tu existencia.