3; DESCALABRANDO TRUENOS

1435 Words
—Viejo Richard, pero yo no veo eso en que me afecta a mí, excepto por qué ya casi me ayudas a desocupar mis botellas de trago, muy pronto tendré que ir a comprar más. —Tranquilo, prometo llegar a ese punto. Lo que sucede es que tu amor es casi imposible o no imposible, es más bien un amor imbécil. Tú eres el que te quieres complicar o tal vez las cosas no son lo que parece, pues me pareció que ese mafioso con el que se fue su novia es un viejo conocido que tiene que ver contigo. Voy a echar cabeza mientras te sigo contando la historia, ¿en qué íbamos? —En que les hicieron una casa, les dieron mercado y hasta dinero, mejor dicho, esa desgracia les fue bien, hasta a Luis, que se enamoró de Luisa, excepto por la parte que casi es rebanada, y lo del pocillo quebrado. —Oh, sí, ahí es donde aparece mi amigo, quien fue atraído hasta allí por las noticias. Llego con todos sus instrumentos analizando el suelo. Trató de buscar los restos del rancho, aunque nadie le dio la razón por la que ya habían sido vendidos por chatarra. Analizaba la tierra, sacaba péndulos, probaba el suelo y cada cosa la anotaba en una pequeña libreta brillante que contrastaba con sus ropas raídas, aunque se veían costosas. Golpeó a la puerta de los Monroy, cuando abrió, saludó así: —buenos días, llegué porque ustedes me necesitan, aunque no saben el porqué. La mamá pensó que este extraño anciano había llegado a darle alguna ayuda y, al juzgar por su escaso equipaje, debería ser en efectivo, vaya que dicha, pues ya casi estaba vacía la alacena de la cerveza, así que le contestó: —Sí, señor, estamos atentos a cualquier bendición, aún estamos muy mal, Mi amigo se entró sentándose en el sofá, el cual era incómodo, tal vez por lo nuevo o quizás por eso lo habían donado los de la carpintería. Mientras se presentaba diciendo mil artilugios, observaba cada parte de la casa y a cada hijo de la señora, solo cuando observó a Luisa quedó en silencio, hasta que le dijo: —Hola, me llamo Michel. ¿Cómo te llamas?, ¿Por qué estás aquí? Lo que la joven, muy tímida, le contestó: —Me llamo Luisa, esta es mi casa y Michel es un nombre de mujer. Él se carcajeó muy fuerte y le expuso sonriendo. —Vaya, de manera que no te has dado cuenta de quién eres realmente y lo más grave es que vienen por ti, no sé cómo te salvaste, aquel ser que destruyo tu casa es muy poderoso y de donde yo vengo es un nombre de hombre. Se le acercó mirándole a los ojos, le cogió la pequeña mano blanca que contrastaba con la de él, por lo regordeta, grande, arrugada y tiznada, tal vez por el sol, a la vez que le siguió diciendo: —Tú eres muy fuerte, por eso han estado detrás de ti. Sin dejar de agarrarle la mano, volvió a mirar a la madre para preguntarle: —Señora mía, me doy cuenta de que tuvo muchas dificultades con ella, ¿cierto? Pero qué afortunadamente alguien muy habilidoso le colocó unas protecciones que le han servido muy bien, incluso con el ser que destruyó su casa, ¿cierto? Ahora, por favor, dígame, ¿qué síntomas tuvo? ¿Qué le dijo él? ¿Cómo la alivio? La mamá sorprendida se agarró muy duro las manos y bajando la mirada al piso le contestó: —Sí, todo comenzó cuando ella era bebé. Su cuna todas las noches, a la una de la mañana, chirriaba como un violín, por eso decidimos mejor que durmiera con nosotros. Pero un día que yo estaba en el baño escuché que la niña lloraba mucho, entonces yo salí a la carrera, solo en la toalla. Cuando me pareció ver a una culebra grandísima con dos brazos con los que estaba alzando a mi hija. Yo traté de gritar y no me salía, sino un chillido. Rápido empecé a rezar el rosario y a pedir ayuda a la virgen. Hasta que por fin pude vociferar. Los vecinos se metieron a la casa, rompieron las latas que teníamos por la pared, impresionándose mucho al ver esa criatura. Tratamos de hacerle frente con palos y cuchillos, pero el monstruo era muy rápido, hirió a muchos, incluso a mí, observa. (Ella se alzó el vestido mostrando cuatro cicatrices seguidas como de una garra y la de la cesárea.) todos los del barrio llegaron, incluso el cura, que le echó un tarro de agua bendita, pero nada parecía frenarlo. La policía no vino, tal vez pensaron que se trataba de una trampa o una burla, todo se complicó aún más cuando la bestia de la nada sacó como un trueno con el que blandía rompiendo las latas como papel y colocando a raya a todos, excepto yo que corrí hacia eso para impedir que raptara a mi niña. Por la carrera se me cae la toalla y quedo toda viringa, la bestia me lanzó sus relámpagos y pude ver cómo rompía el techo, como cuando cortas una espuma con un cuchillo caliente. Los vi encima de mi cabeza y lo único que pude hacer fue cerrar los ojos y rezar. Cuando menos sentí fue que alguien me colocaba la toalla. Abrí los ojos viéndolo a él, un hombracho fuerte, barbado con un sombrero de vaquero, el cual sin que yo sintiera me jalo para un rincón salvándome, pues pude ver cómo se rejoneó el piso y a la vez me vistió para evitar que me siguieran viendo los morbosos que no faltan. Enseguida se paró frente a la bestia, donde le pude ver que sus ojos amarillentos ahora tiritaban. El leviatán, con sus luces de energía, moldeó como un machete, y se lanzó con todo para partir a mi salvador. El cual, muy tranquilo, sacó un bordón que incluso parecía de madera, como de esos que se utilizan para cabestrear las vacas, y con eso le detuvo los ataques. Descalabrándolos para seguir golpeando a la bestia, la molió a golpes hasta que la bestia se tumbó de bruces. Él aprovechó a sacar un frasquito cuadrado como donde guardan el perfume los de las películas, rociándole todo el contenido. Luego, como todo un galán de novela vieja, sacó un puro, lo prendió, se lo metió a la boca, absorbió una bocanada de humo. Alzó su bello rostro exhalando un chorro gris hacia el destruido techo y le lanzó el encendedor a la bestia, la cual se estaba incorporando de nuevo. Eso le impidió esta jugada porque se incineró rápido y no quedaron ni las cenizas para comprobar si eso realmente sucedió o fue producto de la imaginación de los que nos acordamos. El héroe se fue, no sin antes alzar a mi bebé, le cogió la mano y le vio a los ojos fijamente cómo hizo usted, habló unas palabras en otro idioma, tal vez en inglés o quechua. Mi esposo llegó en ese momento y supuso por la angustia que el monstruo era ese héroe. Así que agarró un garrote y se lo asentó por las espaldas. Pero fue como si la madera fuera de porcelana, se rompió en mil pedazos sin hacerle el menor daño, y yo rápido lo agarré diciéndole que este era nuestro salvador. Cuando él acabó con sus rezos, nos manifestó que teníamos que cuidarla mucho porque la seguirían por siempre, que la protección que le había hecho era fuerte pero no perfecta, que por favor sembráramos sábila y ruda en la casa, y se marchó sin aceptar nada a cambio. Le ofrecimos que se quedara a comer, incluso mi esposo sacó todo el dinero que teníamos para dárselo; sin embargo, se marchó en una hermosa bicicleta cromada de esas que son delgaduitas, las que utilizan los que suben a los páramos. El extraño anciano se rascó la barba, formulándole otra pregunta. —¿No les dijo su nombre? ¿Tenía algún símbolo en su vestimenta? —No, nos lo dijo, en su traje tenía muchos símbolos, uno de ellos no lo olvidó, era como una flecha con dos pequeñas líneas como un igual en su mitad y estaba encerrada en un óvalo. El anciano rio echando la cabezota hacia atrás, diciendo cómo pensando en voz alta: —¡oh! Entonces Marco estuvo aquí, él habitualmente tiene el don de estar cerca de estas situaciones, en cambio, yo a menudo llego tarde, ja – ja - ja.
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