2; LA TORMENTA NO SE CALMA

1247 Words
—¡Que no se rompa la noche! —exclamaba un loco que le decían pocillo por no tener sino una sola oreja, quien suponía fielmente que si no gritaba esto por todo el barrio, el cielo colapsaría. Tal vez tuvo razón por la que esa noche, cuando iba a empezar con su tarea, un ex insurgente lo insultó por empeñarse en ese absurdo, sin mediar palabra, pocillo le dio un jarrazo. De igual forma, el que estaba indultado, más no inocente, que se las daba de decente, pero que se consideraba más que la demás gente y, a pesar de que él empezó primero, además, que a él no le afectaban en nada las actividades del pregonero. En retaliación de la acción, sacó una de sus armas y rompió para siempre a este «pocillo salvador de su mundo». Ojalá lo agarren y lo juzguen, que este crimen no quede impune como los que cometió cuando era militante oficial, cubiertos por una falsa desmovilización, que como muchos actos nobles del gobierno ocultaban unos oscuros motivos económicos, eso se asemejó como una hermosa crema de un nauseabundo pastel de lo que los altos dirigentes se llevaron grandes tajadas. En ese mismo barrio, a la mañana siguiente, Luis abrió los ojos. Desorientado, pensó por unos segundos que era un día normal, tendría que darse prisa para ir a su ocupación, que era buscar trabajo, algo muy complicado en estos tiempos oscuros. Cuando se disponía a levantarse, un agudo dolor en su pecho, además de la presión del vendaje que le dificultaba respirar, lo aterrizo en su realidad, haciéndolo recordar de golpe lo sucedido en la noche anterior. Con esfuerzo dio vuelta al borde de su lecho, tumbándose boca abajo, colocó las piernas en el piso, donde con mucho cuidado se reincorporó para minimizar el dolor. Buscó sus chancletas, pues el helado del piso de cemento le producía dolor al orinar. Esto lo abrumó hasta que no aguantó y se le salió un gemido. Eso provocó que la puerta se abriera, revelando unos hermosos ojos que demostraban preocupación. Se trataba de Luisa, a quien el afán de ayudar le hizo olvidar la precaución, abriendo el cuarto por el grito de su salvador. Ella, aunque tenía la cara desajustada de tanto llorar la tragedia, que aunque él la menguó, seguía siéndolo, pues se hallaban allí. Aunque todos con vida se encontraban en la dura realidad de haber perdido lo poco que tenían, pero que para ellos era su mundo, él la vio hermosa, como si toda la casa corriera detrás de ella y el paisaje se tornara borroso, brillante, resaltándola como una aparición divina, que por unos momentos le hizo olvidar todos sus dolores. Pasaron los segundos o quizás minutos donde las almas de estos jóvenes parecían fusionarse sin ni siquiera tocarse, el mágico silencio fue interrumpido por su hermano, quien vino a ayudarlo a salir al comedor a desayunar. En la mesa se encontraban los dos padres hablando como amigos, a pesar de haber tenido algunos enfrentamientos, especialmente por fútbol y política. Ambas madres estaban encargadas de la cocina y dos niñas de meseras. Era como si todos anduvieran en parejas, excepto Luis, quien era ayudado a andar por su hermano, a quien le recostaba casi todo su peso, y por Linda, a quien por saber que no era muy fuerte no se le recostaba, pero trataba de rozarse contra ella para sentir su calor. En el desayuno se pudo percibir un aroma de camarería mezclado con incertidumbre, como se esperaba. Don Fabio, el padre de Luis, habló en la cabecera del comedor: —Quiero decirles que para mí es un placer poder ayudar a nuestros amigos y vecinos los Monroy, lástima que bajo estas circunstancias, igual, mi familia está muy feliz de poder ser de gran ayuda. A lo que naturalmente el otro padre, don Car, respondió: —Para nosotros es un honor estar aquí en su glorioso hogar. Nos sentimos infinitamente agradecidos por su gran hospitalidad. También aprovecho para agradecer y disculparme con el joven Luis, porque fue un milagro que escuchó los llamados de auxilio de mi hija, y sin dudarlo nos brindó ayuda. Lamento mucho que algún escombro casi lo mata, y pues aunque lo perdimos casi todo, aún conservamos lo más importante, que es la vida y la salud, además de los mejores amigos y vecinos del mundo. Tanta lambería y protocolo junta de parte de unos fulanos que antes se odiaban, pero que habían sido unidos por una desgracia y pronto por un matrimonio o algo parecido. La regente de la droguería llamó a la puerta interrumpiéndoles el desayuno, llegó a cambiarle los vendajes a Luis, los que ella misma había colocado la noche anterior. Se sorprendió cómo sus ropajes fueron rasgados como por garras, aunque por suerte no le hirió de gravedad. Sin embargo, había algo muy raro en las cortadas, con un tono verdoso que recordaba las heridas de los mineros a causa de la dinamita. Además, les llevaba una razón a los Monroy, la noticia de su desgracia se había regado como loca de plaza. Ya habían llegado los de la iglesia cristiana a ayudarles, a donde ellos iban, aunque no eran muy devotos, ya que se decían católicos, pero asistían a esa iglesia a veces cuando daban mercados o almuerzos, por eso los pastores los conocían muy bien, quiero decir por qué iban y se hacían los sufridos para lograr la mayor ayuda posible. Se apresuraron a desayunar casi pasando entero el pan y sorbiendo el café muy caliente. Salieron presurosos y empezaron su procesión de fuertes llantos unos metros antes de llegar al lugar donde antes quedaba su hogar y que ahora era un sitio de peregrinaje de curiosos, pero donde también estaban reunidos unos extranjeros que provenían de la casa matriz de esa iglesia, quienes los recibieron con los brazos abiertos llorando con ellos. Pasando el show de lágrimas, empezaron a llegar materiales para construcción y hasta debajo de las piedras salieron obreros para reconstruir la vivienda o mejor aún para esta vez sí construir una vivienda resistente. Llegó colaboración como por arte de magia gracias a la divina presencia de los noticieros. —Pero espera, viejo Mike, dijiste que era muy antiguo y ahora sales, con lo que la gente ayudó para salir en el noticiero. —Si es muy antiguo, lo que pasa es que en esa época también había algo parecido y además de pronto tu percepción temporal no es la misma que yo manejo. Además, la gente ayudó solo por buscar quince minutos de fama, no, lo principal fue el sentido desinteresado de ayudar, lo que conmovió a todas esas manos que hicieron en unos días, lo que no se hizo en años, una casa de cemento y ladrillos; volteando así la desgracia de los Monroy, si hasta llegaron electrodomésticos que nunca tuvieron y hasta comida para botar, pues no sabían cómo comerlo, ropa y dinero que el padre prometió comprar lo que faltaba y lo hizo, pero según él lo que faltaba eran litros de cerveza. Pronto los Monroy habitaron su nuevo hogar, que hasta fue inaugurado con una misa. Los padres de Linda prometieron ser mejores vecinos y hasta invitar a almorzar a menudo a los padres de Luis, pero esto fue una promesa aún más vacía que el borde de la galaxia. Lo que sí perduró fue la amistad entre los jóvenes de referencia y no paró su tormenta de amor.
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