NO ESPERO, EL DESESPERO

1480 Words
—Quiero disculparme por mi decisión apresurada; me dejé llevar por la soberbia, desconocía las intenciones del enemigo, verdaderamente estamos en tiempos oscuros y no espero, el desespero. —Finalizó su discurso el gran líder, mientras Francisco ganaba adeptos a su causa, ya que fue el héroe de la jornada, y en un rincón hablaban Luis y Luisa: —Esto es muy increíble, Luis, siento que estoy viviendo en una historia mágica o en un sueño. —Luisa, ha sido un tiempo extraño. Lo único que me dio fuerzas para no caer en la locura fue el recuerdo de tu dulce voz. —Hablas como si estuvieras enamorado de mí. —Tal vez lo esté, no lo sé. —Si tú no lo sabes, ¿entonces quién? —Es que nunca antes me he enamorado; la verdad, ni siquiera he tenido novia. —No te lo creo, Luis, ni que fueras el más feo o el más de malas. —De todas maneras eso no importa, pues vi lo que sucedió con Guio. —Eso fue un malentendido, un producto de la crítica ocasión. —Pues deberías decirle, está que le cuenta a todos que tú eres su novia. —Me pareció escuchar que ustedes no pueden tener relaciones menos amorosas. —Sí, es parte del reglamento, también escuché que va a renunciar por ti. —¿Por mí?, sería un bonito detalle, dejar esta vida de aventuras por una conmigo de desventuras. —No consideres esa situación, puede que ustedes vivan felices por siempre, como en los cuentos de hadas. —Y si me convierto en la bruja de la historia y él en mi ogro, como muchas veces vi pelear a mis padres. —Tu madre y don Car se ven bien, no parece que vivieran como perros y gatos. —Las apariencias engañan, ellos se ven muy juntos y felices, y lo son hasta un punto, solo que son como unos fósforos que están cerca a la candela y con nada se prenden. Asimismo, el hecho de que consuman más licor que arroz empeora las cosas; de esa manera me enteré de que Carl no es en realidad mi padre, sino un tal Jota. —Vaya, debió de ser duro enterarse de ello. —Sí, desde luego, sentí que el suelo se me descerrajó, y han sucedido otras tragedias complicadas. —Algo le he oído a las chismosas del barrio. —Igual extraño mucho a mi familia; ojalá los pueda ir a verlos. Oye, cambiando de tema, tú y yo ¿qué? —Pues no sé, me gustaría conocernos mejor. —Luis, no sé cómo me dices eso; después de lo que hemos pasado, casi hemos muerto, hubiéramos fallecido sin darnos ni siquiera un beso. —Lo que no te sucedería con Guio, ¿cierto? —Despierta, Luis, solo te digo que aprovechemos el momento, vivamos el ahora, recuperemos el tiempo perdido. —No sé qué decirte, Luisa. —No digas nada, solo besémonos. —Me gustaría, me muero de ganas por besar esa boquita de labios carnosos, solo que no puedo traicionar a mis votos y menos a un compañero de armas. Me gustaría que cuadraras la situación con él y después que venzamos al mal, que yo pueda renunciar y nos casaremos, y luego tendremos muchos hijos. —Eres muy ingenuo, Luis, quieres que deje a un hombre por uno, quizás. Despierta, el gran maestro, menciono que esta lucha lleva eones, ¿consideras que te esperaré tanto? Y la verdad, aún no he pensado en casarme. Quiero vivir la vida, estudiar, hacer algo, no quedarme encerrada a criar hijo o a dejarlos encerrados mientras trabajo, aunque, definitivamente, quiero ser alguien en la vida, quiero ser una doctora. —Una doctora que rompe corazones, empezando por el mío. —Tal vez será mejor estar con Guio. Aunque es un poco despistado, es un buen muchacho. —Escuche que tiene una extraña suerte. —Entonces, ¿quedamos como amigos? Luis. —No, no puedo amar y desear así a una amiga. Y se acercó, tomó mucha fuerza para acercarse a besarla, sintió mucha presión en el estómago debido al temor de ser rechazado, pero se le refrescó a sentir los suaves labios de ella junto a los de él, y su húmeda lengua apagó la angustia, reemplazándola por alegría y otras emociones. A lo lejos eran observados por Elías, quien detestaba a los forasteros, que a la vez se consideraba el mejor amigo de Guio, desde la vez que lo salvó de caerse a un hoyo donde él sucumbió primero. Mientras tanto, el gran maestro discutía la próxima jugada con sus generales: —Debemos de buscar una ventaja contra nuestros enemigos. No podemos permitir que acaben con la humanidad y menos con la existencia; Lucifer desea liberar al gran caos; tenemos que buscar la manera de ir a Las Capas a destruir ese tridente y traer metal sagrado para construir armas poderosas que nos den ventaja. —Señor; han encontrado la espada Darmela, —interpuso Marcos, —se dice que esta espada incluso destruye cualquier espíritu o alma. —¿Y por qué no la has traído? —el gran maestro preguntó. —Señor, necesito a un rastreador que me dé con el paradero de un hombre que se esconde muy bien, ya que tiene problemas con los hombres, debido a que es un criminal. —Pues Marco. Llévate a Yaqui y a su hija, ellas son las mejores. Esa arma nos puede servir; también recuerdo que uno de nuestros compañeros caídos, Yaya, dejó una roca de metal sagrado escondida en la tierra; me parece que esa misión se la asignaron a Guio. Toca darle prioridad a ello, deben de asignárselo a alguien mejor como a usted, Michel. —Sí, señor gran maestro, acepto su misión, solo que tengo una duda, solo una; por favor, disculpe mi imprudencia. —¿Cuál sería, Maestro Michel? —¿Cómo llegamos a ese lugar de Las Capas? Según he oído, es un sitio donde nadie ha ido, es más, dicen que es un lugar imaginario. —Y que no lo es, algo se tuvo primero que imaginar para luego volverse real y ese paraje existe; yo estuve allí; la diferencia fue que me llevó El Creador. Lo que ocurre es que no se puede llegar con un portal. Debemos pasar por la entropía, el purgatorio y tendremos que ir a lo más profundo del infierno, y esa es la parte más fácil. —Maestro, será complicado regresar, tal vez sea un viaje sin regreso, ¿por qué no buscamos otra solución?, —preguntó Michel moviendo la cabeza de un lado a otro para ver la reacción de todos. —La única sería encontrar al elegido o que El Padre volviera. —Gran maestro, —repuso de nuevo Francisco, —es posible que El Padre no regrese; hace mucho que se marchó, tal vez está muerto como muchos dicen. —Esas son blasfemias, —contestó el maestro enfurecido, —El Padre existe, siento su presencia cada vez que respiro; simplemente decidió marcharse con su representación para nosotros, es como si nosotros necesitáramos comunicarnos con unas abejas y usáramos una marioneta de una abeja para que la colmena no se asuste. —Gran maestro, y ¿qué es exactamente ese lugar, Las Capas?— Luis interroga. —Es como un paraíso, solo que allí Él quiso crear algo como un museo, ahí están las obras de arte de todas las civilizaciones, luego uno de los elegidos, envío allá el metal mágico para que los hombres no forjaran más armas mágicas. Algo innecesario, ya que los hombres siempre idean formas de exterminar a sus semejantes. —¡Gran maestro!, disculpe, —interrumpió Luisa, —escuche lo de la piedra mágica, hay una leyenda en mi pueblo que dicen que debajo de ella hay una gran barra de oro, que si la sacan se derrumbaría, cuando excavaron para hacer los cimientos de la casa de mis padres, encontraron una roca aunque se veía normal; sin embargo, los obreros trataron de picarla o de partirla, hicieron de todo e inútilmente pelearon contra esta, la cual consiguió su invicto, y ellos decidieron que era mejor convertirla en parte de los pedestales, pero maestro, yo la toqué y sentí una rara energía, no sé si me equivoco, perdón por interrumpirlos con mis bobadas. —No, Luisa, puede ser posible, quizás por esa razón has sido atacada por esas criaturas, por lo que la piedra pudo haberte impregnado algo de su poder. Ya que hemos investigado porque te buscan, sin lograr respuesta, eso debe ser, no como se murmura que tú eres la elegida de este tiempo, entonces Michel, Francisco, Luisa y Guio vayan a revisar lo de la piedra, Marco, Luis, Angie y Yaqui vayan a buscar a la espada Dármela, y los demás buscaremos al elegido.
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