DECISION DEFINITIVA

2347 Words
En lo alto de una montaña, al borde de un precipicio, estaba él, sentado en la posición de flor de loto, ensimismado en el horizonte. —Pensé que sería un anciano calvo de barba blanca—, un comentario zafado de Luisa que no les causó en gracia a los guerreros, pues aquel hombre, que aunque su aspecto contrastaba con esa descripción, se trataba del gran maestro, que dándole la razón a Luisa, él se asemejaba más a un modelo de moda que a un líder de esta logia de guerreros. —Al fin llegan —habló con una potente voz, —los he estado esperando. —¿En serio, maestro? —Guio contestó con una pregunta boba. —No es en serio—, el gran maestro contestó, —simplemente estaba contemplando el amanecer y el atardecer al tiempo, que se me ocurrió que ya estamos embarcados en la misma situación de siempre. —¿A qué se refiere, maestro? —Luis preguntó con gran respeto. Esto hizo que el maestro se levantara para verlos, donde Luisa quedó aún más desconcertada al ver a un hombre que parecía menor que Michel, con unos músculos marcados, tez morena, barba y cabello n***o poblados, y cuando hablaba se veían sus hermosos dientes. Esto lo comprobó cuando les enunció: —Sí, así como amanece y atardece, y todos los ciclos de la creación, de nuevo estamos ante una situación en que la hoz de la muerte se cierne sobre nuestras cabezas; cuál espada de Demóstenes, donde esta vez incluso amenaza con extinguir la vida como la conocemos. Solo nos salvaría encontrar a “el elegido”, cosa que tenemos que tener certeza que lo haremos antes de que sea tarde. Pero yo no quiero que esta vez sea como las otras. No quiero tener que sobrevivir vanagloriándome en un triunfo sobre los c*******s de mis compañeros, de mis seres queridos y de inocentes. No quiero vestirme triunfante de blanco mientras mi alma se enluta, la verdad, no quiero seguir con este circo, con esta ruleta y téngalo por seguro que como yo lo estoy también lo están las fuerzas contrarias. Lo deben de estar, por eso debemos buscar de una vez por todas una solución definitiva a este conflicto que lleva eones. Debemos de terminar este libro de una manera u otra, ya estoy cansado de esto y, como si fuera poco, Él no volvió, aunque sé que siento su presencia a cada instante, deseo volverlo a ver. De sus ojos brotaban lágrimas como cualquier mortal. A Luisa le pareció algo dramático y aún más cuando reparó en el rostro de sus compañeros, también lleno de lágrimas. —¿Qué debemos hacer, gran maestro? —preguntó Michel. —Tenemos varias opciones, las estoy meditando, todo es como un rompecabezas que se arma de a pocos en diferentes direcciones. Sé que ustedes están preocupados por la reunión que se efectúa en ese bosque sagrado y tienen por qué estarlo. No es algo que hubiese pasado antes, por eso tome medidas y convoque a todos los guerreros; esta noche nos adelantaremos y destruiremos a cada ser de esa nefasta reunión. Destrozaremos hasta con los animales del bosque; si es preciso, arrancaremos el suelo transformándolo en un desierto. Destruiremos a todos, dándoles un mensaje a las tinieblas para que dejen sus pretensiones, incluso a la Madre-Monte con su séquito de hadas y duendes. Jamás concebí levantar un puño sobre ellas, solo que ella en su desespero ha decidido pactar con el rey de las tinieblas, un error que nos saldrá caro. —Gran maestro, tengo entendido que el rey de la oscuridad no puede atacar a nadie en este plano, —añadió Michel, —un elegido le conjuro este impedimento. —Eso es verdad, aun así sigue siendo muy peligroso, —contestó el maestro, —por eso no le quiero dar ventaja y ya procederemos a atacarlos. —Maestro, de pronto es una estrategia algo apresurada, —le interpuso Francisco, —quizás si primero va un espía a averiguar lo que acontece. —Ya lo pensé mucho; el factor sorpresa será nuestra ventaja, acompañada de luz del sol. —Maestro, si vamos ahora, me parece que allá es de noche—, habló Luis, a sabiendas de que haría mal en contradecir al líder. —Sí, desde luego, tenemos que ir ahora en la noche que es la reunión donde están todos los seres de las tinieblas y por eso usaremos este pequeño planeta como un espejo para que nos brinde la luz, a manera de luna. —Gran maestro, es un gran plan. —interpuso Guio. —¡Viva el gran maestro! —gritó Marco. Luisa sintió unos murmullos y al voltear atrás se sorprendió al ver a muchos hombres vestidos de blanco con esos extraños símbolos que empezaron a gritar a unísono: —“Viva el gran maestro”. Él se adelantó, alzando la mano derecha a manera de triunfo, proclamando: —“Somos el ejército de la luz, nada nos vencerá”. Alzando sus dos manos, todo el cielo se tornó blanco y les ordenó: —“A la carga". Brilló por un momento, apareciendo con una resplandeciente armadura, y saltó por el precipicio seguido de los demás. Abajo no se podía vislumbrar mucho mientras descendían. Luis divisó hacia ese planeta o nave o lo que fuera el cuartel, para comprobar si podía ver a su amada, quien fue dejada al cuidado de Francisco; éste brillaba y parecía moverse haciéndose más pequeño. De pronto empezó a expedir un gran brillo, iluminando ese bosque y causando que bajara la vista, donde pudo observar a un sinnúmero de criaturas de varias formas y tamaños que gritaban asombradas al sentir los rayos de luz y al contemplar la lluvia de guerreros que se precipitaban como granizo, destruyendo lo que se les atravesaba. Partían garras y cuernos con sus espadas de luz. Algunos seres pequeños trataban de huir en vano, ya que eran alcanzados por las cadenas luminosas. Todo marchaba muy bien, la masacre perfecta, solo que apareció un ser que se estiró tapando los rayos solares y una voz de trueno articuló: —Alto, están atacando a traición, qué infamia más absoluta. —No eres nadie para decirnos qué hacer, señor tenebroso. —replicó el gran Maestro, —ya que mandaste a tu esbirro de goma a que produzca sombra, sin importar que se queme las costillas. —Tú no tienes autoridad para hablarme de sacrificar tropas; por ejemplo, henos aquí, donde pocos saldrán ilesos; tú ni sabes a qué te enfrentas. —contestó el rey de las tinieblas y alzó su garra como jalando algo; enseguida muchas tinieblas oscurecieron el cielo. Y su garra, aunque la cerraba muy bien, despedía rayos de luz. —Tú no puedes atacarnos. —Formuló desesperado el gran maestro. —Tienes razón, eso lo sabemos muy bien, —contestó el rey demonio, —solo me estoy defendiendo. Y abrió la garra donde se pudieron ver los cuarteles con Luisa y Francisco adentro. —Calma, sospecho que tenías planeado esto—, afirmó el gran maestro apuntándole con su espada violeta. —Tenía entendido que esta era una reunión con las criaturas del bosque y las también llamadas mágicas, y solo veo a tus esbirros luchando; algo estás tramando. —Me sorprendes, muchas veces te observé como contemplabas el horizonte en este globito; ahora usted dirá, ¿por qué no los puse en mi palma de la mano? Pues eso no sería para nada divertido; mira a tu alrededor como todos ellos luchan entre sí, como mis demonios tratan de partir el corazón de tus guerreros cuando en realidad quisiesen uno. Y de cómo tus guerreros se sienten complacidos destruyendo a unos seres porque simplemente los consideran malvados, cuando tú y yo sabemos que esa es una palabra y cómo todas se pueden estirar. Incluso estamos aquí, los comandantes, quienes deberíamos de estar admirando esta confrontación en lo alto de una de nuestras torres, bebiendo un exótico licor. Estamos aquí dispuestos a romper cráneos, aunque sé que tienes razón en cuanto a que estás decidido a acabar este teatro infinito de la pelea del bien contra el mal. —¿Y qué propones? —preguntó el gran maestro mientras observaba como sus hombres estaban siendo acribillados, como sus cabezas eran arrancadas y los bichos se bañaban con sus entrañas. —Simple te daré lo que más quieres o mejor a la que más has querido—, sonrió el rey, mostrando sus grandes colmillos blancos que hacían juego con cornamenta. —¿Te refieres a Silvia? —preguntó el maestro ansioso. —Si aún la recuerdas, la perdimos en el remolino de oscuridad cuando luchamos contra la encarnación del mal—, el rey le estiro la mano entregándole el globo de luz. —Por supuesto que lo recuerdo muy vivido cada noche; sé que fue hace mucho tiempo, en el tiempo en que luchamos contra la maldad, antes que tú traicionaras al Padre, antes de que Él desapareciera; en ese tiempo mi vida tenía sentido—, el maestro le arrebató la bola. —¿Cuál es el trato? —Simple, es que ella no murió; el remolino la llevó al lugar conocido como capas; sé que es un lugar casi imposible de llegar, sé que Él te llevó una vez; vuelve allí, tráela y tráeme el tridente rojo; yo prometo dejar en paz a este mundo. —No considero que tengamos un trato —manifestó el maestro colocándose en pose de pelea, —con ese tridente liberarías a esa cosa que El Creador fundió en ese bloque de hielo que ni una estrella puede derretir. —Es cierto, sin embargo, supuse que serías menos testarudo y no dejarías morir aquí a tus hombres—, bramó el rey bestia. —Te equivocas, Lucí, tú nunca podrás convencerme; a pesar de tu belleza, sé que eres un monstruo peor que el congelado—, aseguró el maestro y le gritó a los hombres, —¡luchemos con la luz de nuestro lado! Una luz azul rompió la tela del cielo en pedazos. Era Angie que con su espada despedazaba al monstruo gelatinoso que los tapaba. —¡Por favor, no ataquen a su rey!, —agrego el gran maestro, —no nos puede atacar si no lo atacamos—, dicho esto, aplaudió duro enunciando algo como «ji u» y de sus manos brotaron rayos de luz que iluminaban el bosque. Lucifer se lanzó con sus garras afirmándole: —Esto cuenta como ataque. El gran maestro sacó una cadena hecha con pepas de pino, lanzándosela, enredándoselas en su cuerpo, provocando que cayera al suelo amarrado y, aprovechando la oportunidad, se lanzó con su espada a manera de guillotina. En ese momento se escucharon voces: —¡Salven al general!, —y todos los demonios volaron como una nube de murciélagos, unos empujaron al gran maestro y otros se llevaron a su rey, quien a la distancia proponía: —Piénsalo, Haro, piénsalo, me puedes pedir lo que quieras, te conviene y si tú no lo haces acabaré encontrando la manera. Los demonios se retiraron cargando a sus heridos, no por lealtad, sino para evitar que los capturaran para sacarles información. —Rápido, hagamos un círculo protector, aún el peligro no termina, —ordenó el gran maestro, —escuchen a los mágicos rugir detrás de los árboles, pronto unamos energía en un portal que nos saque de aquí. —Esperad, —dijo un ser musgoso, de ojos brillantes y uñas largas y afiladas, —es cierto que os consideramos nuestros enemigos, y que estamos considerando pactar con las tinieblas, excepto que nos enferma la destrucción. Prometemos no meternos con los humanos si ustedes dejan de destruir el planeta. —Tu Mohán* eres el menos indicado para hacer propuestas, —dijo Marco enseñando su espada, —después de tantas mujeres que has raptado. —Aguarde, su merced; yo no garlo por mi persona, —dijo el Mohán; —a yo represento a las criaturas de los bosques, y en vista de que no hay acuerdo, pues solo me queda cantar: ¡ataquen! Y salieron muchas criaturas y animales de todo el bosque sobre ellos que se estrellaban contra el campo de fuerza que los protegía que se debilitaba con cada golpe. El gran jefe trataba de pensar en qué hacer. Su angustia creció cuando observó que unos demonios también golpeaban la barrera, y hasta le pareció una gran columna de fuego que los amenazaba con chamuscarlo. Recordó la esfera de luz, el planeta cuartel minimizado por Lucifer, allí se encontraba Francisco, quien estaba lleno de energía. Además de haber sido atacado por el rey de las tinieblas, eso podría ser una ventaja mayor. Reunió fuerzas sacando a Francisco y a Luisa de los cuarteles, y al ver a ese, le ordenó: —Sácanos de aquí. Francisco brilló e invocó un gran portal que los consumió a todos, escupiéndolos al otro lado del mundo, donde el sol brillaba. El maestro cogió el pequeño globo de los cuarteles, le dio tres soplidos, lo lanzó al cielo donde se fue inflando y alejando de modo que parecía no cambiar el tamaño y les formuló: —Seguidme a los cuarteles, nos reagruparemos y curaremos a los heridos, debemos prepararnos, viene algo muy grande, incluso mas que nosotros. *El Mohán es un personaje perteneciente a los mitos folclóricos de Colombia.​ Se le describe como un ser humano, muy corpulento, con una abundante, larga y descuidada cabellera con la que cubre gran parte de su cuerpo. Otras veces cuentan que es un ser musgoso, de ojos brillantes y uñas largas y afiladas. Según las leyendas, ronda en cavernas cercanas a quebradas, ríos o lagunas. Se dice que el Mohán puede ser detectado en las noches cerca del río. Su cara tosca y de fiera expresión, sus frecuentes griterías y risotadas, hacen del Mohán el terror de los que trabajan cerca de los ríos o en barcos, como pescadores, bogas y lavanderas.
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