VIAJE A TRAVES DE LAS TINIEBLAS

1431 Words
—Señor Richard, explícame el porqué de tu historia, yo consideré que intentas detenerme. Es algo muy inverosímil, por un lado, me detienes con tus palabras y por otro me ayudas a cargarme con la pólvora de la bebida. En cualquier momento mi juicio será turbado y el ser resultante, aquel residuo que solo está agobiado por el sufrimiento, actuará sin duda; se embestirá a romper el destino; seré más bestia que hombre como los de tus cuentos; me dirigiré al bastión de ese mafioso para reclamar una audiencia con mi amada sin importar si eso conlleva mi muerte. Igual, para qué quiero la vida si ella no está a mi lado. —Mi querido Mike, el licor habla por ti, menos mal te acompaño, no dudo que de estar solo ya estarías ahogado en un charco de sangre y lágrimas; debes de pensar lo mejor para ti, aunque te creas invencible, no lo eres más que todos los presentes. Tal vez puedas contra el mafioso, si él estuviese solo y desarmado, enfermo y adormilado, ven mejor, te sigo contando; poco a poco verás que la historia cobra sentido con nosotros dos o nosotros con ellos o incluso ambos. Ella era lo que nadie se esperaba. Es que se suponía que era una anciana, tal vez ciega y con un bastón para caminar. En lugar de eso, se encontraron con una joven hermosa de cuerpo curvilíneo. Adornada con un rostro fino, de ojos negros grandes y una pequeña boca con labios carnosos, cuya belleza era rematada con un cabello que brillaba a pesar de tenerlo atado, era muy largo, que lo amarraba a su cintura, donde tenía sujetada su espada dorada, la que provocó que Marco emocionado exclamara: —¡Fuego tiene al fulgor de fuego!, Angie tiene esa legendaria espada, ¿cómo puede ser? Angie los miró sonriendo; un círculo blanco se abrió a unos metros atrás de ella, de donde salió una criatura pesada del tamaño de un oso. Parecido a un reptil, con piel escamosa, color gris verdoso y de espinas afiladas a lo largo de la espalda, con unos enormes ojos rojos, que se lanzó de un salto contra ella, abriendo su mandíbula, mostrando sus colmillos amarillos llenos de babaza. Ella les seguía mirando sonriente, Luis y Guio convocaron armas para defender a la niña, pero fueron bloqueados por los brazos de Marco, que parecían extenderse hasta el horizonte como una barrera. La bestia extendió unas enormes garras capaces de partir a un caballo y se lanzó a destajar a su víctima. Angie los continuó mirándolos; Luis y Guio estaban aterrados mientras los maestros contemplaban sonrientes. Se podía ver a la bestia sentir algo de placer porque parecía cumplir su cometido. Esas garras partirían a esa tierna joven en varios pedazos. Luis se liberó del brazo de Marco solo para ser bloqueado por Francisco. La joven los siguió mirando, aun riéndose con su hermosa boca un poco abierta, dejando ver sus también perfectos dientes blancos, y las garras, que ya parecían ser parte de su cabello, siguieron derecho. Pues la guerrera en el último momento dio un gracioso paso al costado, parecía que lo hubiese dado sin culpa. La bestia, que estaba segura de su triunfo, enterraba su garra en el piso, perdiendo el equilibrio. Tropezándose por su furia incontrolada, y ahora daba un giro, pareciendo que aplastaría con el lomo a la frágil Angie, quien saltó dando una voltereta triple esquivando a este leviatán, que enfurecido se reincorporó utilizando su rabo como un resorte y giró por el aire ensimismado a engullirla antes que tocaran tierra… Angie lo miró empuñando su espada, golpeó a la bestia con una patada giratoria, y liberó la funda de su cinturón, dándole un golpe a la bestia en el cuello con la espada aún enfundada, demostrando que tenía la situación controlada. La bestia de nuevo caía contra el suelo, mientras ella aterrizaba como bailarina. El monstruo chispeaba por sus ojos, ira pura, se reincorporaba lanzando gruñidos y golpes desesperados; esta vez Angie la miró y corrió hacia esa cosa que pareció que la sintió venir, endureció el cuerpo como un fisiculturista, rugiendo con todas sus fuerzas, llenando de babaza el aire, y lanzó un poderoso ataque con una garra con toda su pata extendida. Angie saltó sobre ella apoyándose con sus manos; la utilizó de burro, dio un giro de paloma y, desenvainando su espada, atacó a la bestia. La hermosa hoja anaranjada de esta arma brillaba con el sol; le rebanó el cuello al monstruo que seguía lanzando gruñidos después de decapitada. Se la devolvió en un revés donde la espada perdió el brillo por la sangre pegachenta del raro animal. La agarró con ambas manos, diciendo una plegaria, y la hoja de la espada se tornó en un fuego azul, con el que le aplicó varios cortes al cuerpo de ese ser, a una gran velocidad que ningún presente los pudo contar. Finalmente, saltó de lo que quedaba del monstruo, saltando hacia nosotros, terminando en una venía, saludándolos como en un teatro, a la par que una luz blanca se llevaba los restos de la bestia. —Glorioso día, que la luz los ilumine, es un honor tener tan grata visita—, ella los saludó. —Angie, veo que has mejorado mucho—. Michel la felicitó, —eso es muy bueno. —No tanto—, interrumpió Francisco, —estás en un ambiente controlado; va a ser muy diferente cuando nos acompañes al campo de guerra. —¿De qué hablas, maestro?— Luis gritó todavía exasperado por el momento, —esa bestia partió el suelo como gelatina, por poco la asesina. —Mil disculpas, respetables maestros—, Angie contestó con una hermosa y dulce voz, —tiene razón el maestro Francisco, este es mi entrenamiento, aunque los chupacabras* son impredecibles. Yo estoy protegida por fulgor de fuego y, desde luego, por mi madre. Un círculo blanco brillante apareció en el suelo de donde surgió otra bella mujer que no parecía su madre, sino su hermana, quien también poseía una voz angelical: —Iluminados sean ustedes, me llamo Yaqui; para lo que no me conocéis, es un gusto de volver a verlos maestros y en compañía de tan hermosos aprendices y, por supuesto, del ya legendario Marco, ¿en qué les podemos servir? Marco sacó pecho, exhibiendo sus músculos para contestarle y por esto Michel se le adelantó: —Mis bellas señoras, es un placer, hemos venido para hablar con el gran maestro y también necesitamos los servicios de Angie como rastreadora. —Eso no se va a poder —interpuso Yaqui, —mi hija tuvo un accidente y perdió ese don. —Vamos, mamá, no debes mentirle a un maestro—, la interrumpió Angie. —Simplemente en una misión, me enamoré de un muchacho y perdí, no solamente algunos poderes mentales, sino mi virginidad y también a mi enamorado. Me dejé deslumbrar del amor y él acabó muerto; me distraje por unos segundos y una jauría de lobos, encabezados por uno que tenía una estrella blanca en la frente, lo degollaron. Intenté cazarlos, pero me hundí en dolor y llanto, la verdad aún no supero mi perdida, solo me consuela matar estas bestias. Marco se mordió la lengua, agachando la cabeza, observó cómo llegó Elías berreando: —ella no puede estar aquí, no es de nosotros. Señalando a Luisa, quien asustada miraba a Michel y a Luis, —Ella es invitada de nosotros—, explicó Francisco. —Así que cuida tu lengua o la perderás. —Es una mujer muy hermosa—, dijo Yaqui mirándola de arriba abajo, —déjenla con nosotras que la entrenaremos para crear un trío de guerreras para cuando viajemos a través de las tinieblas. —De hermosas guerreras—, se le escapó esta frase a Guio. —Muchacho, te debes de ir a zambullirte al frío lago—, el maestro Francisco le gruñó. —Voy si ellas me llevan—. Guio intentó bromear. —Muchacho, esa enorme boca te ha premiado con unas horas de castigo—. Francisco lo mira impávido. —No seas tan duro con el chaval—. Michel intercedió; mira que se necesitaría no tener sangre en las venas para no deslumbrarse con estas hermosas mujeres. —Hermosas y letales—, añadió Angie. *El término de chupacabras hace referencia a un monstruo legendario de origen mexicano, que se describe como un ser que ataca a animales de diferentes especies en zonas ganaderas o rurales, chupándole la sangre.
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