21 - Temperamentos

1599 Words
Es cierto que cuando comenzamos a exprimentar esas sensaciones y emociones de las que no estamos acostumbrados a sentir, nos desesperamos, nos inquietamos y hasta nos llegamos a desconocer, llegando a pensar “¿habré enloquecido?” pues esto nos saca de nuestra zona de confort, y es cuando tambien llegamos a actuar de manera un poco diferente a como solemos ser, esto es algo que definí como un escudo; es el escudo que sacamos a la luz para evadir esa realidad que nos hace sentir incomodos, pero que al final… sabemos muy bien de qué se trata, solo que nos aferramos a que no sea así, aunque la verdad, en el fondo de nuestro ser —tal vez no tan en el fondo— sí queremos que suceda. Palmera guapa. Palmera estupenda. Palmera coqueta. Palmera sexy. Maro estaba sentado detrás de mi y no paraba de molestarme diciendo esas frases repetidas, a lo que según él eran halagos, pero me sentí más como su objetivo ideal para fastidiar el resto de la clase. Cuando el profesor Roger, que también es bien parecido y joven… esperen, ¿dije también?, en fin… la cosa es que dio sus ultimos apuntes antes de irse, se veía cansado aunque eso no fue impedimente para que dos chicas de mi clase, una curvi y la otra morenita, no se despegaran del escritorio de él, quien parecia gritar con su expresión facial “Ya dejenme en paz, que ni deseaba estar aquí”, pero se mostraba muy paciente, realmente lo admiro. —Bien, ya acabó mi tiempo aquí. Recuerden en lo que quedamos, nos vemos la próxima clase, —al estar a punto de salir, dio un paso hacia atrás— ah, y Victoria hasta el miércoles tienes chance de entregar la primera actividad. Voltee a ver a Victoria, sus ojos destellaban un brillo increible de emocion, habia logrado convencer al profesor de darle más tiempo para entregar la primera actividad que ya habiamos hecho. —¡Uyy! Vicky, que ya les guiñado el ojo al profe Roger ¿a que si? —comento alguien del salon, un chico amigo de Maro. Todos comenzaron a reírse. Yo me incomodé por ella, aunque al verla ella tambien se reía. —No, no, el profesor Roger es lindo, pero no me mola. —Enga Vicky, que te brillan los ojos… —exclamó la rubia amiga de Maro. Todos los amigos de Maro son los más alborotados y habladores, además que creen tener la razon siempre, se sienten los reyes de la universidad. Pero a mi eso no me importa, ni me interesa. —Me interesa alguien más… Ella volteó al mismo tiempo que yo solo para ver su expresión. Hizo una sonrisa llena de picardía mientras miraba a Maro «¿y eso qué significa? Se podría malinterpretar entre esos dos». Antonio acercó su asiento al mío y puso su tablet sobre mi mesa. —Quiero que mires esto. —Su mirada perspicaz me despertó la curiosidad. —¿Qué es? —pregunté tomando la tablet entre mis manos. Justo cuando Antonio buscaba algo en la tablet, Marco y se acercó tambien, y me tomó una foto. —Estás muy guapa, ahora tomemonos una juntos. Arrugué mi entrecejo. —Ahora no Marco, estoy ocupada con Antonio… Este a mi lado sonrio pero al instante su sonrisa se borró cuando entró el profesor Guilles. —Buenos días. —Luego te muestro, pal... Tamara —corrigió inmediatamente. Todos hicieron un silencio impecable y se acomodaron apenas el profesor puso un pie en el salón. Su mirada barrio por todos y cada uno, cuando dio conmigo, desvie mi mirada y juguetee con el lapiz. —Espero que hayan tenido un buen fin de semana. Porque esta le vamos a dar con más fuerza a los temas que siguen, asi que requiero de su concentracion y dedicación. No quiero jueguitos ni nada de bromas, que necesitamos hacer esto lo mejor posible. Él conectó el proyector y empezó a dar su clase. Hablaba sobre un análisis que haríamos como un taller en grupo o si preferíamos individual. Solo que él escogería los grupos y yo no estaba como para soportar a nadie, lo digo por la rubia y el resto de los amigos de Maro. —Yo lo haré sola. —Avisé. Al igual que Antonio y Marco, decidimos hacerlo individual. Mientras que los "amiguitos" De Maro se peleaban por él para que se unieran en sus grupos, ya que debía ser de cuatro personas, e irónicamente el me insistía que fuese con él. —Maro, en otro momento. Prefiero hacerlo sola. Me acomodé en mi asiento, Antonio me dio una mirada con una sonrisa llena de satisfacción, yo se la di igual. Antonio se ha convertido en un gran amigo, y estoy tan feliz de haberlo conocido, aunque a veces me siento un poco mal por Marco, porque por más sociable y hablador que sea, él solía estar siempre con Antonio, y ahora yo le he robado a su compañero... No lo hice intencional. Espero que no me odie por eso, porque los quiero muchísimo a pesar de no tener tanto tiempo de conocernos, pero ya hemos compartido mucho, y lo que nos falta. —Bien, quiero que se concentre y hagan el mejor análisis de sus vidas. —Anunció el profesor Guilles. Traté de no verlo tanto, no pensaba dedicarle aquellas miradas tan atentas que seguro pensó que son porque me derrito por él. Y está equivocado. Así como como decidió marcar su línea conmigo, ahora yo lo haré. El tema del análisis era sobre un médico nutricionista muy famoso que dejó varios estudios importantes que debíamos analizar y plasmar en nuestras hojas. Debíamos realizar estadísticas y porcentajes con sus cuadros y todo bien hecho. Al momento de realizar el cuadro, Antonio se me acerco y me preguntó si había elegido el mismo cuadro que él o la versión más actual. —También elegí esa. —Las mentes brillantes siempre están sincronizadas. —Me susurró. Me reí por lo bajo y le agregué un símbolo que le faltaba. —Ah, siempre se me escapan esos símbolos, gracias querida. —No te preocupes, que a mí también... —Pensé que iban a trabajar individualmente —el tono elevado y serio del profesor nos alertó— ¿O es que acaso dije que el trabajo sería en duo? —Solo estabamos haciendo algunos comentarios triviales, no hacíamos el análisis juntos... —No te pedí justificación, Antonio. —Dijo de manera tan fría, tan cortante. No me gustó para nada como le habló a Antonio. Todos al escucharlo hicieron silencio y se miraban las caras por el cambio tan repentino. —Bien, ya dejen las distracciones y continúen trabajando. Aquello último lo habló con una expresión ceñuda fija en mí. La tensión se apoderó del salón. «¿Que demonios le pasa? está loco» Desvíe mi vista hacia la hoja, y continúe. Al terminar me levanté de mi asiento y Maro detrás de mi me repasó arrebatandome las hojas, haciéndome un gesto para que me sentara pues el lo llevaría por mi. Me senté otra vez, y no había terminado de sacar mi teléfono del bolsillo cuando escuché otra vez aquella obstinante voz con acento francés mezclado al español. —¿La señorita Tamara tiene algún problema en las piernas que no puede levantarse ella misma y traer su análisis? —tomó el análisis de Maro pero no el mío. —Profe, que solo le hago el favor... —Cada quien es responsable de sus actividades en este salón. —Enfatizó con evidente molestia. Maro me devolvió las hojas y no tuve más opción que ir y dejarlas en el escritorio sin siquiera mirarlo por error, pero podía sentir sus pesados ojos encima de mi. —Quiero que se concentren en sus estudios, y ya dejen de jugar o perder el tiempo. Cada segundo es importante, y más si pretenden ser profesionales. Antonio se sonrió cabizbajo, pensando que no lo verían. —¿Te parece un chiste lo que estoy contando, Antonio? ¿Crees que te la sabes todas, no? —Eh, no, no profesor. De verdad que no me reía de... —No hay nada más que me moleste que aquellos chistositos que quieren saber más que los profesores, que quieren interrumpir y hacer lo que se les de la gana. Pero en mi clase no permito ese tipo de actitudes ¿me escuchaste Antonio? —Ok. —El pobre de Antonio estaba rojo, quería salir corriendo con él del salón, pues el profesor se había vuelto un ogro impertinente y amargado, no lo soportaba más. —No te escuché. —Dije que ok. —Eso va con todos, espero que les quede claro. Terminando de decir eso, y justo se hizo la hora del almuerzo. La mayoría salió como alma que lleva el diablo, y tanto yo como Antonio recogimos todo deprisa para irnos volando del salón. Tomamos todo, y con mucha molestia y rapidez íbamos saliendo cuando de golpe llamaron: —Tamara, tu quédate un momento, por favor. Mi corazón dio un golpe fuerte a mi pecho, estaba muy molesta como para tener que verlo a la cara. —Te espero aquí afuera. —Me dijo Antonio quien estaba con los muchachos, todos me miraron con compasión. Asentí y me gire yendo al escritorio. La puerta la cerraron, y eso me inquieto más. —¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó buscando mis ojos. —¿Pero qué?, será ¿qué rayos te pasa a ti?

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