12. ADIÓS BRUNO

1683 Words
HELENA Estoy feliz por la próxima visita de Max, no solo voy a tener a mi mejor amigo acá sino que va a acompañarme a visitar a Mar a Italia unos días. No he podido coincidir tanto con ella porque mis horarios de universidad se contraponen y como tuvo a su papá enfermo, se ha dedicado de lleno a trabajar en sus negocios. Todo este tiempo me he sentido sola, no he podido viajar a mi país porque tenía miedo mi mamá haga algo para no dejarme volver, mi familia me visitó a penas una vez y el único “amigo” que vino, Bruno, fue para dañarlo todo. 1 AÑO ANTES Regreso a casa después de mis clases de maestría encontrándome con Bruno en la entrada, tan guapo, tan sonriente. Mi corazón da un brinco, un brinco que no esperé. Todo pasó tan rápido. Me cuenta estaba en un viaje de trabajo para los restaurantes de su papá por un par de semanas, que eligió el país no solo por la comida sino por mí, cuánto me extrañaba, que le hice falta. Hablamos de todo lo trivial que se puedan imaginar, desde las canciones nuevas que amamos, las series, películas, esa conexión que tenemos que nos regresa a esa época. Pide ver todo lo que hice en la universidad, cada proyecto, cada trabajo, mis fotos de graduación y cómo inicié las nuevas clases. Trae los dulces que me fascinan, libretas que ha guardado para mí. En el camino se abasteció de vino, de ingredientes, así que mientras yo hablaba sin parar prepara mis platillos favoritos, los que él recordaba a la perfección, los que yo moría por comer. No sé en qué momento nos besamos, una cosa llevó a la otra y sí, terminé acostándome con él, de forma tan especial, entre música, velas y sus hermosos ojos viendome fijamente. Le conté que mi madre bajó mis ingresos desde que llegué al país, buscando en vano regrese, así que me tocó ajustarme a un presupuesto muy limitado trabajando en lo que hay. A pesar de decirle no necesito su dinero me lleva a comprar ropa, productos de skin care y materiales para mis clases. Alquila un lugar muy hermoso en una zona exclusiva, donde vamos para estar más cómodos pues mi departamento le resulta difícil de compartir por lo pequeño que es. Somos como un joven matrimonio. En las mañanas me levanto a prepararle el desayuno, al fin aprendí a hacer comida decente, un par de platillos nomás, pero me quedan bien, lo despido en la puerta acomodando su corbata y él me da un beso antes de salir. En las tardes yo trabajo de mesera, recibo sus mensajes durante todo el día, contándome las ganas que tiene de verme. Pasa por mí a la salida de mi turno con el chofer y auto que le reservaron para movilizarse. Vamos a los mejores restaurantes de la ciudad para que él vea los menús, le pido ir a los lugares que me gustan para comer o bailar, pero me dice que esos no son para nosotros. Me envía links de sitios en países cercanos que le gustaría conocer en su próximo viaje. Estamos en nuestro propio mundo. Es el día antes de su regreso a casa, dice que puede ayudarme a pagar un mejor lugar para que esté más cómoda y segura, insiste, pero no acepto, yo quiero seguir manteniéndome sola, me siento orgullosa de estar lográndolo por mi cuenta, algo que no entiende, o aprecia. Su celular timbra mientras está cocinando nuestra cena de despedida, lo tomo y veo en la pantalla un “amor” con un corazón. Se lo doy muy confundida, esperando una explicación, responde un gracias con una sonrisa calmada. Va a la habitación a hablar, escucho risas, escuchos palabras tiernas, después de un momento regresa a terminar de preparar la comida y empezamos a comer. Espero toda la noche me toque el tema de Camila, pero no lo hace, hasta el final lo espero en vano. Al día siguiente le pide al chofer me lleve a mi casa después de dejarlo en el aeropuerto, se despide de mí con un beso y se va. Pasamos los días chateando y hablando cuando él tiene tiempo, una noche tengo una emergencia médica, siento tanto miedo, no tengo a quién llamar y solo pienso en él. - ¿Puedes hablar? – le digo casi llorando. - No, lo siento – responde con su calma de siempre - te escribo cuando regrese a mi casa – cuelga. Pasaron las horas y nunca llega su mensaje. Llamo a Max quien pasa al teléfono conmigo hasta que me dan el alta, al regresar a casa intento distraerme para no pensar en mi soledad, en Bruno. - Quizás se olvidó por estar muy ocupado - me digo. Le envío un mensaje, me responde frío lo cual significa está con ella. Invento una excusa como si le hablara de un proyecto, me responde como buen profesional y todo queda ahí. Me acuesto mirando el techo, con esa ansiedad que me da cada vez que sé que está con ella, cuando siento lo voy a “perder” y que había olvidado en este año. Por qué tiene que ser así, por qué tuve que meterme en ese lío. Tengo un trabajo donde no me pagan tanto, me tratan mal todo el tiempo, minimizándome, haciéndome quedar horas extras. Viviendo en un departamento nada bonito, con cosas viejas y en soledad, pero me sentía conforme, enfocada en mis sueños. Hasta que él llegó e hizo todo más llevadero, con su sonrisa perfecta, su voz dulce y una amabilidad que lo caracteriza. Me hizo sentir era el centro de su mundo, se preocupaba de que coma a las horas, que llegue sana y salva a casa, trayéndome regalos y escribiéndome a cada momento. Pensarán que es poco, pero para alguien que no tiene nada, es mucho. Mi teléfono suena, es él. - Hola – contesto. - Perdón por no poder hablar antes, espero no haya sido nada importante. - No, tranquilo. Tuve una emergencia médica, pero ya estoy en casa – es importante, necesitaba a alguien, pero no quiero reclamarle, no tengo derecho. - Ya estás en casa, es lo que importa – su falta de preocupación duele - tengo noticias, buenas noticias – está alegre. - ¿Sí? cuéntame. - Voy a casarme – y es aquí, en este preciso momento que mi alma se rompe. - Felicidades – finjo alegría, mientras limpio mis lágrimas para que no note que estoy llorando. - Sabía que te alegrarías por mí, eres la mejor – a veces no sé si realmente cree no me lastima, o solo finge que no lo nota, o no le importa – espero que estés ese día acompañándome – no creo, cómo puede proponerme algo así. - No creo que sea apropiado que vaya. - ¿Por qué no? – quizás porque me acuesto contigo, pienso. - Me sentiría incómoda por todo lo que hemos… pasado. - Oh, entiendo. Igual faltan muchos meses, primero vamos a organizarlo bien, comprar la casa, dejar todo en el trabajo funcionando. Hasta que eso ocurra las cosas no tienen que cambiar entre nosotros – no sé cómo puede proponerme algo así - después de casarme sí tendremos que cambiar las cosas, tú sabes. - ¿Realmente quieres casarte? – ya es momento de terminar esta farsa, aunque signifique soportar dolor y ansiedad. - ¡Claro! Camila es muy conocida, respetada, con una gran reputación en nuestra ciudad. Viene de una buena familia, quiere quedarse en casa cuidando de nuestros hijos, sería excelente anfitriona en nuestros eventos, tenemos una edad apropiada. - Siento lo haces por llenar un checklist. Hablas de ella como si cumpliera los requisitos de una vacante y no como tu novia. - Tú no sabes cómo son mis sentimientos. - ¡Soy la persona que más te conoce! – exploto, ya no me importa nada - soy quien te ha consolado cada vez que has tenido un mal día y ella no está disponible, porque no es un día que tengan agendado para una cita. Soy quien te ha dado ánimos cuando las cosas no van bien, quien te ayudó a estudiar, con quien ves las películas que quieres, las series que tienes en tu lista. - ¿Y crees que eso te capacita para ser mi novia? - No dije que quería serlo – miento, pero debo mantener mi orgullo lo más que pueda – solo creo que si vas a dar un paso tan grande deberías hacerlo con alguien que te haga feliz, con alguien con quien puedas ser tú. No me parece sano que conmigo puedas tener sexo cuando quieras y con ella sea programado 1 vez al mes, o que conmigo tengas que ver las cosas que te gustan porque no son compatibles en ninguna, que yo sea a quien busques cuando tienes un problema. Mereces más que un checklist. - Fácil decirlo cuando no tienes a nadie, solo a mí – eso es cruel y mi cara se lo dice – lo lamento, no quise decir eso. - No, tranquilo, tienes razón. Pero, ¿sabes qué? prefiero estar sola que quedarme con alguien toda la vida por costumbre. Prefiero estar con quien me haga feliz, o de lo contrario estoy preparada para morir sola. Siempre lo he estado, no me asusta terminar así. - Perdón, no quise lastimarte. - Ya lo hiciste y tienes razón, creo que me dedico más a ser tu amiga que a vivir mi vida y es hora de soltar la dependencia. Es momento de que cada uno siga su camino, es lo mejor – lo miro directo aunque sea a través de la pantalla. - Si me necesitas ya sabes cómo buscarme, lo siento – cuelgo. Ni siquiera lo intentó, ni siquiera buscó pelear por mí, confirmando que sus sentimientos son nulos, era sexo, era sentirse admirado, elegido, ser el centro del mundo de alguien más, pero ya no quiero que esa persona sea yo.
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