4. SORPRESA

1441 Words
HELENA Me alegra tanto tener a alguien para molestar porque me siento sola, estoy haciendo amigos, pero estar lejos de papá, de Bruno, llegar a un departamento donde nadie me espere es triste. Extraño tener abrazos, comer algo recién preparado, intenté aprender a cocinar y casi terminé incendiando el edificio. Bruno pocas veces responde, cumple con las llamadas como en calendario, las cuales duran poco, su vida debe estar ocupada con la universidad. Paso así hasta que al llegar a mi departamento lo veo, corro a lanzarme a sus brazos y me besa. - ¿Qué haces aquí? - ¡Sorpresa! Papá necesitaba que venga a hablar con unos proveedores de nuestro restaurante de acá y pensé pasar a darte una clase – dice coqueto. Entramos a mi departamento y lo veo maravillado con todo, le cuento lo mal que me va cocinando, le muestro mis trabajos, estoy feliz. Nos besamos por horas, me acompaña a hacer unas compras de algunas cosas para la casa. - ¿Ves? Te dije que podía hacerlo sin ayuda – me siento orgullosa. - Sí, sé que eres de las que no necesita un hombre. Tengo algo para ti en el carro, ya regreso. Regresa con una hermosa libreta, colecciono libretas, me encantan y lo sabe. Pasamos una gran tarde entre besos, risas y una película. Al final nos despedimos y le hago de la mano hasta que se pierde en la calle. MAXIMILIANO Fue un día pesado, me siento fatal. Me encuentro un chico saliendo del departamento de la loca, al parecer sí ha tenido un gusto distinto porque no podríamos ser más diferentes con ese sujeto. Habla por su celular sin precaución, es otra chica, le miente, algo que seguramente hace con mi vecina también. Odio a los tipos como él, que juegan, que se creen “buenos” por ser “caballeros”, diciendo no querían confundir las cosas, mi padre fue uno de esos. Por eso prefiero ser directo. Me jode que me importe porque ella empieza a caerme bien. Es amable, algo infantil, con apariencia de a quien todo se le da fácil, pero he notado se esfuerza. Mi madre la ha llamado y no le ha dado chismes, a pesar de mi mala actitud me deja el desayuno en la puerta cuando sabe pasé una mala noche por el trabajo, incluso me ayudó en un proyecto de una clase común colocando mi nombre. Ya qué, no es mi culpa, allá ella si se deja ver la cara de tonta. HELENA Paso meses increíbles, algunos fines de semana Bruno se queda conmigo. Cada vez los besos son más apasionados y vivimos una rutina de pareja, lavando, eligiendo qué comer, viendo películas, durmiendo abrazados. Estoy en mi propio sueño que pienso no se puede ponerse mejor hasta que decide prepararme una cena. - ¿Por qué estudias administración si lo tuyo es la cocina? - Ya sabes que mi hermana es la chef y mi papá quien administra, debo reemplazarlo cuando se jubile. - No creo les moleste cumplas tu sueño, sabes que podías ser admitido también en mi universidad. - ¿Y ser compañeros? Te imaginas. - Ves, serías feliz acá conmigo – me detengo sintiendo que lo arruiné. - Sí, creo que lo sería – lo miro sorprendida. - ¿Sí? - Lo haré, voy a prepararme para venir el próximo semestre – me alza en brazos y me besa emocionado. - Yo te ayudaré, ya verás, serás muy feliz conmigo. Lo llevo al día siguiente a conocer mi campus, vamos a la dirección de gastronomía a conocer los requisitos. Al final almorzamos en la cafetería, reconozco a Max, lo saludo haciéndole de la mano, él como siempre solo me da un movimiento de cabeza fastidiado y lo veo marcharse en su moto, todo un cliché de chico malo. - Se me hizo conocido ese tipo – no puedo creerlo, Bruno celoso. - Es mi vecino – luce sorprendido. - ¿Estudian lo mismo? - No, él está en fotografía, pero tenemos una clase juntos – se me escapa una sonrisa, no puedo creer sienta celos de mí – dime, ¿te imaginas ya estudiando acá? - Algo, es muy diferente a nuestra ciudad. ¿Te gusta de verdad este lugar? - Sí, me encanta. - Ya veo. Estás cómoda con los demás hablando mal de ti. - Siempre han hablado mal de mí – me río esperando que haga lo mismo, pero no pasa. - Lo sé, veo que sigue sin importarte eso. - Ajá, ¿por? - No, por nada. Déjame pagar la cuenta para ir a dejarte. - ¿No te quedas hasta mañana? - Tengo cosas que hacer. - Déjame, yo invito – me detiene. - Sabes que un caballero siempre debe pagar la cuenta. - Yo invite y ya sabes que no soy cualquier dama – le regalo un guiño y me levanto a pagar la cuenta. - Sí, lo sé – susurra. MAXIMILIANO No sé por qué sentí pena de ella, pero no tengo tiempo para encargarme de los asuntos de otro, además un corazón roto no mató a nadie, ni a mi madre. Es domingo, mi único día libre, solo el día porque en la noche trabajo. Tengo que lavar mi ropa, odio hacerlo, la lavandería está completamente llena, toca esperar, pelear por una máquina y rogar funcione. Veo que la loca regresa sola con algunas compras, saluda amigable, quiero ignorarla, pero jamás se rinde. - ¿Vas a la lavandería con tu ropa? – mira mis manos. - No, voy a hacer pan – pone los ojos en blanco mientras ríe, esta mujer se tragó un payaso o qué. - Tengo lavadora y secadora, puedes usarlas si quieres – me da una sonrisa triste así que acepto con mi cabeza, estoy cansando y ya no me molesta tanto su compañía. Su departamento es bonito, me sorprende, imaginaba algo más de chica mimada con decorador profesional, es sencillo. Tiene algunas plantas, muchos libros, luces adornando y cámaras, hay toda una colección de cámaras. Me quedo fascinado viéndolas. - Todas funcionan – me dice dejando las compras sobre el mesón. - ¿te gusta la fotografía? - Es una de mis pasiones – sus ojos brillan, saca un álbum y me muestra algunas. Es muy buena, tiene talento – solo me falta aprender a revelar. - Puedo enseñarte, tengo un cuarto oscuro – cierro los ojos y me maldigo a mí mismo, arrepentido de lo que dije. - ¡Gracias! – me abraza, no me gustan los abrazos, solo los de mi madre, no sé qué cara de asco pongo que se aparta. - Se nota que no te gustan los abrazos, deberías acostumbrarte porque amo darlos – se aleja y abre una puerta – aquí están las máquinas, si quieres me doy la vuelta para no ver tu ropa interior de patios. - No tengo ropa interior de patitos – me acerco coqueto a susurrarle en el oído, quiero lograr intimidarla – tengo unas de tigre, como lo que soy en la cama – rompe en risas. - Ya te dije que no puedes seducirme porque no quiero me seduzcas – camina a su cocina y saca una sopa instantánea que acaba de traer. - Veo que eres inmune a mis encantos, así que ya nada, me rindo – la veo – no me digas que solo comes cosas así. - Sí – dice con calma. - Te vas a enfermar. - Oh, te preocupa que me enferme, estamos avanzando – luce victoriosa. - Me preocupa que mueras y no pueda usar más tu lavadora – le devuelvo la sonrisa con sarcasmo. - Di lo que quieras, empiezas a amarme – pongo mis ojos en blanco, me fastidia su confianza. - Déjame ver qué tienes – inspecciono - no hay casi nada de preparar. - Es que no sé cocinar – mueve sus hombros. - Pues te voy a enseñar, no me gustan las cosas gratis, así que a cambio de usar tu lavadora, yo cocinaré y te enseñaré para que no mueras antes de los 30. - Trato conejo. - No me digas conejo. - Qué pena, me gusta la idea de decirte conejo, para todas serás un tigre que temen, pero para mí serás un adorable conejo – forma orejas con sus manos y pongo mis ojos en blanco de nuevo, sé que ella me llamará como quiera y la verdad muy en el fondo siento que hice a mi primera amiga en toda la vida, solo espero no estar comprometiendo la seguridad del edificio metiéndola en una cocina.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD