HELADO

1758 Words
La jornada había llegado a su fin. Como siempre, guardé mis cosas y me dirigí a la salida. Se podría decir que hoy era un lindo día. Clima cálido, cielo azul, sol resplandeciente, suave brisa. Cada uno de ellos parecía haberse consumado en una bella obra de arte. Tomé una gran bocanada de aire fresco, y comencé a bajar las enormes escalinatas que engalanaban la entrada, pero me detuve al escuchar que alguien me hablaba... -¡Yuki, espera!- me gritó Emiko, mientras venía hacia mí casi corriendo: -Por poco no te alcanzo... Escucha, decidí organizar una pijamada en mi casa para nosotros 4. Es este viernes. ¿Vas a venir verdad?-, preguntó, todavía un poco agitada. No estaba seguro de decirle que sí, ya que estos últimos días no había descansado muy bien. Y en el caso de ir, dormir sería lo último que haría. Pero, al ver la cara de cachorro triste que puso, no me quedó otra opción más que aceptar. Suspiré, y con una leve sonrisa asentí: -Está bien, está bien... Si no tengo más alternativa...-, dije, haciendo un claro gesto de resignación. Aunque se alegró de que accediera, me hizo puchero y contestó: -No, no tienes. Ya es hora de que estés un poco fuera de casa y te despejes, Yuki... Hasta puedo invitar a tu novio alfa, a ver si de una vez por todas le dices que te gusta...-. Inmediatamente abrí mis ojos como platos y, sin quererlo, alcé la voz diciendo: -¡Él no es mi novio! ¡Es más, ni siquiera me gusta, ni me gustará!-. A los pocos segundos me di cuenta de la idiotez que acababa de hacer, y que todos se me habían quedado mirando. Susurrando por lo bajo. Por otra parte, Emiko reía a más no poder. Tanto, que se agarraba el estómago por el dolor. Cuando por fin recobró el aire que le faltaba y pudo parar, respondió: -Okey, okey, no le diré nada. Pero tendrías que aceptarlo, es demasiado obvio...-. Yo bufé con cansancio. E iba a abrir la boca para hablar, hasta que ella me interrumpe: -Además, no puedes vivir el resto de tu vida solo. Deberías intentar abrirte más a la gente y seguir adelante... Mereces a alguien que te ame, te respete y te cuide. Que dé todo por tí y que esté contigo en las buenas y en las malas. Yuki, tú mereces ser feliz... No te encierres en tu mundo... Sé que no te gusta que te diga estas cosas, pero como amiga, creo que a tus padres y a tu abuela no les hubiera gustado esto... Ellos de seguro querían que, algún día, encontraras a esa persona especial, que formes una familia y cumplas tus sueños... No tengo dudas de que llegarás a convertirte en el mejor arquitecto de todos. Pero de nada sirve empeñarse tanto, conseguir todo lo que te propones, si al final no hay nadie con quien compartirlo...-. Me miró con dulzura, dándome un abrazo rápido. -Debo irme. Piensa en lo que te acabo de decir... Es más, justo ahora tienes la oportunidad de ponerlo en práctica... ¡Adiós Yuki, cuídate!-, y en menos de un parpadeo desapareció de mi vista, abandonándome frente a un conocido olor a madera... Al sentir la presencia de ese aroma ya tan familiar, me volteo lentamente, y me rindo a enfrentar a esa persona. Ese alfa, que hacía que todo mi autocontrol se fuera a la basura. Que mi cara se asemejara a un tomate. Alcé mi vista, ya que era bastante más alto que yo, y me topé con esos luceros cafés, que me miraban expectantes. -Hola Yuki-, dijo Ichiro esbozando una sonrisa: -¿Tienes algo que hacer ahora? Me gustaría invitarte un helado, o un café, o lo que prefieras...-. Al sonreírme, irremediablemente me sonrojé un poco y bajé mi cabeza. Quería negarme. No por el hecho de rechazarlo. Ni por capricho. Sino porque me sentía incapaz de mantener una conversación tranquila con él. Estaba a punto de decirle que no, cuando de repente, se me vino a la mente la conversación con Emiko de hacía unos momentos: "Es demasiado obvio que te gusta...Deberías intentar abrirte más a la gente... Tú mereces ser feliz...". Di un largo suspiro, y lo volví a mirar a los ojos. Esos ojos profundos, en los que ya se me estaba haciendo costumbre hundirme, perderme. Luego de unos instantes de pensarlo un poco más, decidí contestarle: -La verdad, no tengo excusas para negarme... Así que...Está bien. Acepto. Y prefiero un helado, hace calor para un café...-. No se por qué me puse tan nervioso al decirle algo tan simple como eso, por lo que inmediatamente comencé a caminar, escondiendo mi cara para que no se diera cuenta. Él sonríe nuevamente con satisfacción y sigue mis pasos, diciendo: -Bien, entonces vamos. Conozco una linda heladería cerca de aquí...-. Anduvimos todo el trayecto a paso tranquilo y en silencio. Pero éste, no era incómodo. Me asombré al notar que me estaba llevado a una heladería que había cerca de mi departamento. Entramos, y ambos pedimos lo nuestro. Al momento de pagar, digamos que él se negó rotundamente a que yo pusiera mi parte. Insistió, insistió e insistió, al punto de ganarme la discusión por cansancio. Pero eso no fue lo vergonzoso del asunto. Lo fue el comentario que nos hizo la señorita que atendía la heladería. Una beta pelirroja, de ojos avellanos, y con el rostro cubierto de pequeñas pecas. -Que lindos se ven... Hacen una pareja muy tierna...-, dijo sonriendo. Yo enseguida alcé mis manos en señal de negación y aclaré: -¡No no no! Nosotros no somos pareja. Es sólo un amigo...-. Ichiro, al ver mi reacción, soltó una leve carcajada y me revolvió el cabello. -Oh, ya veo... Disculpen.-, respondió, mientras nos entregaba nuestros pedidos. -No se preocupe, señorita. Pero, debo admitir que me gustaría que eso fuera verdad...- contestó él mientras me lanzaba una mirada sagaz. Yo aparté rápidamente la vista, y me dirigí a una mesa situada al lado de la ventana. Desde ahí, tenía un panorama completo de la calle. Esa tarde, parecía distinta. Era más alegre, más brillante, más colorida... Se veían más personas de lo normal paseando por las calles, y el tráfico había disminuido... Como si de repente, la gente hubiese decidido dejar de lado sus autos y agarrar las bicicletas para disfrutar del buen día. Se podía percibir cómo lo disfrutaban. La suave luz del sol bañando cada centímetro de su piel... La fresca brisa acariciando sutilmente sus rostros. Todo era como un mimo reconfortante, no sólo para el cuerpo, sino para el alma. Me encontraba tan absorto en mi mente, que me sobresalté al sentir el contacto del alfa en mi mano. -Yuki... Yuki... ¡Yuki!-. En ese momento Ichiro toma mi mano y yo regreso a la realidad. -¿Perdón, dijiste algo?-, dije al ver que me miraba con cara de preocupación. -¿Que si dije algo? Te llamé por tu nombre varias veces y no contestabas... Parecía que estabas en tu propio mundo.-, contestó observándome ahora extrañado. -Lo siento. Estaba un poco distraído solamente...-, respondí mientras comenzaba a comer de mi helado. Él recargó su cabeza en su mano y sonrió. -Te ves lindo cuando estás pensativo...-, soltó sin más, para luego llevarse un bocado a la boca. No pude hacer más que sonrojarme por enésima vez, así que me apresuré a terminar. -Ya deja de ser tan directo...-, dije mirando hacia afuera. Comenzaba a ponerme nervioso otra vez. -¿Por qué? ¿Acaso te incomoda?-, preguntó con notoria curiosidad. -No, es sólo que... No suelo tratar con personas tan... Sinceras. Bueno, a excepción de Emiko y Dai... Además, siempre decir lo que piensas apenas se te viene a la cabeza puede darte problemas...-, contesto, en lo que seguía comiendo sin apartar la vista de la calle. -Aaaaw... ¿Te preocupas por mí?-, indagó con diversión. Al instante, mi rostro se tornó rojo. No puedo creer que dije eso. Antes de que pudiera justificarme, él habló de nuevo: -La verdad sólo duele una vez, Yuki. La mentira, duele cada vez que se recuerda...-. Su tono de voz se había tornado más serio. Ahora dirigía su mirada hacia la ventana. Todavía recuerdo ese momento, cuando escuché esa frase por primera vez. Una verdad tan cruda... Tan dolorosa... Tan real... Que ironía, que quien me la enseñó, era un perfecta demostración de ella. Nos quedamos en la heladería hablando de temas triviales. Por suerte, pude tranquilizarme un poco y sostener una conversación "normal" con él. Luego de un rato, Ichiro se puso de pie y me extendió su mano. -Vamos, te acompaño a tu casa-. Me incorporé y salí de ahí, sin tomarla. Él sonrió ligeramente y me siguió. Me sentía un poco avergonzado por ese gesto, y no quería que el notara mi nerviosismo aún más. Nos dirigimos hacia mi departamento. Cuando estábamos en la puerta, se puso en frente de mí y dijo: -Hoy me la pasé muy bien contigo... Me gustaría que se repita-, y me dedicó otra sonrisa, de esas que me provocaban una extraña calidez. -Creo... Creo que estuvo bien... En cuanto a repetirlo. Lo pensaré...-, respondí, y busqué adentrarme al edificio. Pero antes de que pudiera entrar, agarró mi hombro, me volteó y tomó mi rostro entre sus manos. -Escucha, no te conozco muy bien, y no sé mucho de ti. Después de observarte por un tiempo y prestar un poco más de atención, me doy cuenta de que en el pasado sufriste mucho por algo. Comprendo que no quieras contarme qué es, pero recuerda esto: tú, no estás solo... No contengas lo que sientes, porque terminarás explotando. Apóyate en la gente que te ama, y verás como todo es más fácil... Déjate ayudar Yuki... Ábrete...-, y acto seguido, deposita un beso en mi frente. Yo permanecí inmóvil, incapaz de emitir sonido. No sabía cómo reaccionar, qué hacer, qué decir. Sólo me quede ahí parado, mirándolo perplejo. -Me tengo que ir, te veo mañana...-, dijo alborotándome el cabello. Acto seguido, se encaminó en dirección a su casa. Yo seguí estático unos segundos, hasta que desperté de ese letargo y entré. No podía sacarme de la cabeza la imagen de ese alfa, y mucho menos lo que había dicho. Y hecho... Al pensar en eso mi corazón comenzó a acelerarse peligrosamente, y mis mejillas a enrojercerse. Tanto, que quemaban... -Mierda...-, era lo único que pasaba por mi mente en ese momento.
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