•Capítulo 04•

2169 Words
—Tienes que casarte— Aquellas palabras me quitaron el sueño por completo, no, no tenía por qué seguir con aquella estupidez. Casarse con veinticinco años era un suicido, además ¿en qué siglo viva?. Los tiempos eran diferentes, nadie quería tener ataduras. —Ni loco— contesté mientras me removía mejor en aquella cama arruinando las sábanas blancas; solo pedía descansar por unas horas. —Haz algo por mí una maldita vez en tu vida— exclamó haciéndome ignorarlo con más fuerza, había hecho mucho por él aguantando cada una de sus ideas inmaduras y sus divorcios fugaces dejando hijos en todo Ashton. Harto salí de aquellas sábanas para iniciar una guerra de miradas; No me casaría, era loco el simple hecho de pensarlo. —No— advertí harto, joder... los planes de casarme estaban en el cubo de basura y no iban a salir de ahí por un largo tiempo, o tal vez nunca con la situación actual. —Vamos a negociar si de eso se trata— intentó sobornarme el gran Fernando... Sus tratos siempre se habían sido económicos, autos, lujos, prendas de marca; sin poder evitarlo una sonrisa nació en mis labios, sabía a lo que se refería completamente, no podía decirle que no a esas palabras claves en mi vida. —¿Qué gano a cambio?— pregunté directo, la última vez había conseguido un auto y esta vez... podría pedir una casa lejos de él— oh dios, claro que sí. —Vamos al estudio— ordenó para salir de la habitación, no lo dude y salí detrás de él. Sus pasos fueron apresurados hasta aquel estudio, nadie murmuro nada por temor a despertar a los demás, en especial a la pequeña hija suya. Al entrar al estudio este se sentó en aquel lugar tras el escritorio; creyéndose superior. —¿Qué me vas a dar esta vez viejo?— insistí sentándome frente a él, era codicioso y ambicioso gracias a él... me había educado para tener lo mejor, ¿Qué podía hacer?— —Esto— me deslizo un trozo de papel. "Una vida" Lo leí repetidas veces, acaso era capaz de matar a alguien por mí, con asombro busqué su mirada esperando una pista de aquello. —¿Qué significa?— volví a preguntar más que confundido, con temor a una respuesta parecida a la de mi cabeza. —Significa que te voy a dar el dinero suficiente para que tenga otra vida en donde tú... quieras— sonrió. Mi sueño reprimido un par de años atrás, él se había negado a aquello diciendo que no lo permitiera vivo, que estaría en su techo toda mi vida. —Que— logré pronunciar, acaso esto era... no estaba a gusto con la vida que llevaba, pero no haría algo así; ahora tal vez no estaba en buen camino pero... Mierda, lo necesitaba tanto, ahora que todo era tan desagradable. —seamos sinceros lo deseas...— claro. —Claro que lo deseo, estar lejos de ti y de esta situación, tener otro comienzo... pero no sé— lo interrumpí para colocar mis codos en aquella mesa, piensa Damián— —Vamos hombre, además no sufrirás tanto, la chica es linda— espetó uniendo sus manos, una mueca sombría me hizo acceder, ya que este buscaría la manera de obligarme de todos modos, no perdería nada, ella era linda. Podría irme lejos, podría vivir en Latinoamérica, Europa... j***n. Podría hacer muchas cosas, la chica no estaba nada mal. —No hables así de mi futura esposa— respondí con una sonrisa maliciosa, no solo le iba a quitar una "vida" sino su fortuna. —¡ese es mi hijo!— exclamó más que contento buscando sus cigarrillos; moriría gracias a eso. —¿De qué va a tratar?— pregunté directo, no quería hijos, ni mucho menos terminar mi vida con aquella mujer. Tal vez tener una fábrica de licores o ser socio de cualquier otra empresa. —Un año casado... y convencer a tu abuelo que nos dejé la empresa a nosotros, o bueno convencer a todos que es real— explicó mi padre, no era muy difícil, lo había hecho tiempo atrás. Meses antes había estado comprometido con una mujer de gran prestigio y todos jurado que terminaría con ella. Que pesaban, ¿qué era un padre bueno? JA— Todo tiene un ¿Por qué?, o un ¿con qué? Mi abuelo el gran Dylan Douglas quien era el dueño de la compañía titular se retiraría pronto dejando a cargo a uno de sus dos hijos; mi padre o mi tío, Forte Douglas. Asegurando el legado había creado dos cláusulas. 1.- tener un primogénito varón 2.- El primogénito tiene que estar casado asegurando que el imperio siga... ¿Por qué no lo dejaba en manos del mayor de los hermanos Douglas?, Porque los hermanos eran gemelos, todos los Douglas eran parecidos, era casi una maldición. Y aunque mi padre había nacido primero, Forte había tendido un primogénito varón... Nash; solo un año menor que yo, pero regresemos al tema. El más ambicioso era mi padre, Forte era el más relajado, no le interesaba ser el CEO, ni mucho menos tener billones, solo le interesaba su familia, algo responsable. —Iré a dormir— avise para levantarme de su sillón e ir a mi habitación para por fin descansar, no había necesidad de responderle, mis acciones hablarían por mí. [...] Desperté gracias a la humedad del lugar, el frío era favorable, pero no mi preferido, odiaba Ashton por su clima y por sus habitantes. Miré mi móvil al estar listo para salir de aquella habitación como todos los días, mi último año y tendría aquel papel, después de no sé cuantos. •te toca, ve a sacar a Kevin de la cárcel. pdt: la de siempre— Debía ser una jodida broma. •Damián •Hermano!!! •ayuda, la policía me esta llevandjsjwkwhs— ¿Por qué tenía estúpido a mi lado? •hermano, voy a matar a la puta de Liliana. •lo juro— Debía acabar con aquella relación. Dejé de ver aquellos mensajes, era aburrido de seguir viviendo de esa manera, tan perdida. Aquellos mensajes eran de Los sujetos eran mis conocidos desde que tenía memoria. Esta era mi vida, estaba completamente seguro de que era una mierda; después de aquella aventura de verano la vida no tenía el mismo sentido, estaba roto. Sin nada más que hacer salí de aquella habitación por fin para bajar al comedor donde todos los días los problemas empezaban. Al estar en el comedor miré a mi padre junto a Tara, su esposa, mi vista se dirigió esta vez a Masón, mi hermanastro de veintidós años y por último, Iara, mi media hermana de apenas seis años. —Buenos días— saludé para sentarme junto a la más pequeña, con una mirada esta me alegro la mañana por completo, era dulce y tierna. —Dami podrías darme azúcar— pidió al tener mi atención. —claro— murmuré dándole aquel cubo de azúcar. —¡No!— gritó la mujer junto a mi padre, la miré serio; confundido. —No le des más azúcar— advirtió con aquel tono corriente. —Tara— esta vez fue Fernando, cansado de aquella situación me levanté de golpe, prefería comer en otro lugar, siempre era lo mismo. —Me voy— se despidió el chico, el extraño en la mesa. —Piérdete— maldije parándome, estaba harto de vivir en esa casa, pero tampoco me iría sin nada, dirigí mis pasos a la puerta principal. —Hoy a las seis en la casa de Madison— avisó Fernando en voz alta. Accedí para seguir con mi camino, tendría que pasar por aquel sujeto y después ir a ese lugar moribundo. —¿dónde vas?— pregunté serio mirando al chico nervioso salir de la casa, lucia agotado. —Tengo veintidós años... soy mayor de edad y no debo de darte explicaciones— empezó con su discurso barato, suspiré cansado, todos eran un chiste. —veinticinco... soy mayor, entra al auto— advertí mientras me subía a mi auto, después de segundos este obedeció. Nunca hemos tenido una buena "relación de hermanos" y es que no lo somos... él, solo es el hijo que trajo arrastrando Tara. —¿dónde vas?— pregunté mientras encendía el auto, el chico me miró más que asustado, me odiaba por distintas razones. —al aeropuerto— pronuncio. Después de un largo viaje había llegado a su destino, esté bajo sin decir absolutamente nada... Se iría como de costumbre, de hecho era la primera vez que lo veía en el año. Sin más que hacer dirigí mi dirección a esa prisión estatal, tendría que ir con aquel sujeto. —Gracias hermano— lo observé en silencio. Después de una noche en prisión no parecía tener un mal día, era tan común de él terminar en aquella celda. —Claro, son crecientes dólares— informé después de segundos tensos para ambos, la vida que lleva no era buena ante mis ojos. [...] —Tardaron— reclamó el tipo llamando Lenny, lo miré seguir fumando aquel cigarro sin preocupaciones, en sus mensajes me había dicho que odiaba a una chica. —Ya estamos aquí— balbuceó kevin mirándolo serio, negué para seguir con mi camino, tenía una clase importante, del mismo modo tenia hablar con aquella profesora. —¿cómo te trataron?— mis pasos fueron lentos, relajados sin importar no tener tiempo, a unos metros los demás aprendían porque no tenían futuro como yo. —Bien, me dieron una manta y café— respondió el chico para seguir a mi lado, era increíble como les interesaba seguirme a cualquier lugar, eran inmaduros. —Como sea, vamos a entrar— esta vez fue Cameron, el tercero y el último de mis conocidos. —Hemos perdido la primera— reprochó irritado. —¿y qué tiene?— pregunte intimidante, no era como si en verdad se preocupara por aprender, no hacía. —Significa faltas, que significa no aprobar, qué significa adiós vacaciones— contesto con una mueca, accedí para sonreírle dejando todo mi estrés atrás. —como sea— al estar frente aquella puerta del aula, los miré esperando que la abriera y como fue, ninguno tenía el valor. Observe a los demás alumnos observándome como de costumbre, sonreí aquella profesora para caminar a mi asiento con aquellos chicos detrás de mí. Era una lástima haber interrumpido aquella aburrida clase, era injusto para los demás alumnos, porque yo era... yo, todos deseando lo que yo tenía, un futuro resuelto con aquel padre y familia. Karime; aquella maestra me miraba fijamente para seguir con su clase, con un suspiró esta siguió explica álgebra. Era una escuela americana común y corriente, había estúpidos creyéndose perfectos y estúpidos creyéndose por correr detrás de un balón y esta yo... Les asustada saber que tenía privilegios, era una verdadera lástima, yo no había pedido nacer con aquel efectivo en mis bolsillos. Yo era lo peor para cada uno de ellos, en fin, ellos sabían que era mejor no captar mi atención, ya que era alguien sin nada que hacer en la vida, cualquier cosa me parecía interesante de diferentes formas. [...] Aburrido de no podré entrar en aquel estudio junto a mi padre y aquella mujer preferí salir para caminar por Flesh, en un futuro tendría una residencia en aquel lugar, no era la mejor zona, pero si una tranquila. Me mantuve observando las casas extravagantes, y los autos que se encontraban fuera de estas, cansado regresé la mirada a la casa de la mujer... Cuidada o toques sencillos. Una maleta en aquella acera me detuvo por completo, sonreí al ver aquella chica tomarla con intensiones de correr sobres aquellos tacones exagerados, era toda una Regina George. —tú— pronunció la chica para mirarme fijamente por largos segundos, su nombre... no, no lo conocía. —¿A dónde vas?— pregunté mirando la maleta más que sorprendido, no era nada estúpida, si la situación fuera diferente la ayudaría a escapar con gusto, pero ahora no era conveniente para mí. —Lejos, no me voy a quedar para casarme con un idiota como tú— exclamó irritada tomado con presión su maleta, idiota— tal vez lo era, pero ella no tenía el permiso para colocarme aquel título, porque tuviera ese Perfecto cuerpo. Mi orgullo hizo que la dejara libre moviéndome a otro extremo, pero mi cabeza dictaminó que si ella se iba se acabaría aquel trato con mi padre, suspiré para regresar y tomar su brazo brusco... no lo iba a permitir. —No... no te puedes ir— confesé para cargarla e intentar dirigirme a su hogar con ella peleando por su libertad y maleta olvidada. —¡¡Que suéltame, tú no entiendes!!— gritó tratando de soltarse de mí, negué sin dejar de sonreírle; tal vez desde su ángulo no lo entendía. —No cariño—
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