Cinco

1507 Words
En la tarde Adrián pasó por Erika, la pequeña se introdujo al auto y besó a su padre en la mejilla. —¿Qué tal tu día princesa? —Excepcional, ¿Puedo hablar de mamá? —¡Claro!, nunca deberías preguntar eso. —Preguntó, por qué siempre te pones triste. —No es tristeza, solo me lleno de nostalgia al recordarla, pero dime que te enseño Piedad. —Muchas fotos, desde que mamá estaba en la barriga hasta que se fue al cielo. Pa, ¿por qué el hombre guapo que llego a casa también lloraba por ella? —Bueno porque eran amigos. —Mi abuela ¿por qué nunca nos llamó? Adrián suspiro y se sinceró. —Ella nunca me quiso, cuando Erika murió se marchó a otro país y nunca más volvimos a saber de ella. —Me hubiera gustado tener una abuela—expreso con un suspiro. —Piedad puede serlo, de toda forma ella es media hermana de tu abuela. —¿En serio? —Si cariño—. Bajaron del auto y se adentraron a la mansión, Eliza y Maite habían ido a visitar a su abuelo. —Erika, dijiste que estarías hoy aquí. —Disculpa Maite, fui con papá a visitar la nana Piedad. —Mira ella es mi hermana… —Hola soy Eliza. —Guao son idénticas. —Somos gemelas, si no te has fijado —reprochó Eliza. Adrián subió hasta la habitación, se acomodó al filo de la cama, mientras tomaba en sus manos la fotografía de su amada Erika. Santiago permanecía en el balcón, mirando hacia el firmamento, suspiraba al recordar a su pequeño hijo, quien prefirió a su madre antes que él. El fin de semana llego, Adrián y Erika llegaron hasta la hacienda Rúales. —Bienvenido— Santiago estiró la mano y saludó Adrián, luego dirigió su mirada a la pequeña y sonrió. —Hola hermosa ¿quieres jugar con tus primas?, ellas están en el jardín. —Gracias señor Rúales—. Corrió a buscar a las gemelas, una vez que las encontró se pusieron a jugar. —Erika ¿quieres conocer nuestra casa? —Será después de Almuerzo, vamos al comedor ya está servido. Santiago caminó junto a las pequeñas, Margo no despegó su mirada ningún instante de esa niña, estaba buscando algún parecido a su hijo. —¿Ahora si podemos ir?—preguntó Maite. —Claro que sí—. Las tres corrieron por toda la mansión, iban de habitación en habitación hasta que llegaron a la de Santiago. —Esta es la habitación de papá. Erika observó la habitación y su mirada deparó él los retratos de la habitación. —¿Por qué hay una foto de mamá aquí? —inquirió mientras tomaba la fotografía en sus manos. —¿Es tu mamá? —pregunto Eliza. —Si, ella es mamá, parece que tu papá la apreció mucho. Mi papá dijo que habían sido amigos en el pasado, por eso a de ser que tiene una foto. Suspiro al dejar la fotografía en su lugar. —¿Eso te dijo tu padre?— Indagó Margo —Sí—. Afirmo con inocencia. —Pues te mintió, tu madre fue la amante de mi hijo, traicionó a tu padre y producto de esa traición naciste tú, bueno aunque no sabría decirte si eres en verdad hija de Adrián o de mi hijo, pues tu madre era una mujer que se acostaba con ambos a la vez… Los ojos de Erika se inundaron, las lágrimas opacaron su visión y cerro los ojos para despejar la vista, dejando caer gruesas lágrimas. —Usted está mintiendo, mi mamá no era así, papá dijo… —No miento, es más, quieres ver fotos de mi hijo y tu madre besándose. Margo sacó las fotografías que Santiago guardaba bajo la recámara, mostró aquellas fotos que se tomaron cuando fueron hasta el panecillo. Después de ver las fotos, la pequeña bajó corriendo, los dos hombres conversaban en el jardín mientras fumaban un tabaco. Al ver a su hija Adrián dejó el tabaco a un lado, no le gustaba fumar delante de ella, cuando le vio llorar se levantó y fue a su encuentro. —Erika ¿qué sucede? —Me has mentido… —Princesa ¿de qué hablas? —De mamá y él, ya sé que fueron amantes y que mamá te engañó con y que no soy tu hija. —Pero ¿quien se atrevió a decir eso?— Adrián miró con desprecio a Santiago. —¿Por qué dices eso? —Vi las fotos en la recámara de él, hay muchas, donde se estaban besando y en cada foto hay un corazón. Adrián apretó su puño y miró con odio a Santiago, luego salió de la hacienda. —Adrián espera. —No me toques, lo planeaste todo, por eso nos invitaste, es que fui un imbécil al confiar en ti. —No planeé nada. La amistad que empezaba a surgir, fue quebrada por el secreto que Adrián ocultó a su hija. Adrián forzó una sonrisa y salió de la mansión junto a Erika, la pequeña regresó a ver a Santiago mientras entraba al auto. —Cariño escucha, yo soy tu padre, no él. —La abuela de mis primas dijo que... Adrián la interrumpió —Esa mujer no sabe nada, es malvada como cualquier bruja de un cuento, solo lo hizo para lastimarte. —Papá entonces porque mamá y él se besaban frente a un Ángel enorme. —Porque... Suspiro y no encontró las palabras adecuadas para contarle a su hija. —¿Por qué papá?, dime, no me ocultes nada. —Está bien cariño, cuando mamá se embarazó de Matías yo tuve un accidente donde quedé en coma cinco años, en el transcurso de esos años tu madre conoció a Santiago y surgieron sentimientos. Después volví y ella descubrió que no me había olvidado, posteriormente nos casamos y te tuvimos a ti. Todo lo que viste ahí arriba sucedió antes de casarme con tu madre. —¿Y no hay posibilidad que sea hija de él? Adrián la miro por un instante y frunció el ceño. —¿Quieres ser su hija?, ¿te gustaría ser hija de él y no mía? —No papá, solo pregunto por qué no quiero dejar de ser tu hija. —Nunca dejarás de serlo, y sí. Eres mi hija, porque confié en tu madre y sé que ella no me traicionó nunca, y no voy a permitir que alguien destruya su reputación. Después de aquella conversación entraron a la mansión, Adrián suspiró mientas veía a su hija subir las gradas, le producía volver y apretarle el cuello a Margo por meterle cizaña a su pequeña. En cuanto Santiago reprendió a las gemelas por entrar a su habitación y tomar sus cosas. —Pero papá... Se quejó Maite. —Fue la abuela quien le dijo y le enseño, nosotras nada más corrimos —expuso Eliza. Santiago cerro los ojos y suspiro, camino a zancas grandes hasta llegar a su madre, golpeó la mesita del jardín donde Margo tomaba un café. —¿Por qué lo hiciste? —Tenía que saber, como fue su madre, la pobre niña cree que su madre es una santa… —No hables así de Erika, rugió Santiago apretando los dientes. —Es la verdad, se revolcó con dos hombres al mismo tiempo, esa niña bien podría ser tuya. Santiago sonrió a la vez que ponía los ojos en blanco, le causaba gracia escuchar lo que su madre decía. —Madre, se te olvidó tu pasado, considero que eres la menos indicada para hablar de una mujer a sabiendas de que durante veintinueve años no supiste quién era mi padre… —No voy a tolerar que me faltes el respeto… Se levantó enojada, por qué su hijo le está recordando las falencias. —Entonces no le faltes el respeto a ella. —Soy tu madre, por ende no debes faltarme el respeto, además esa mujer muerta y tú sigues sumergido en sus recuerdos, en vez de buscar una buena esposa sigues añorando un fantasma. —¿Para qué quieres que busque una nueva esposa? ¿Para humillarla como lo has hecho todos estos años con Alitzel?, fue por tu culpa que ella se marchó y alejó a mi hijo. Todo lo que me ha pasado en esta vida, es por qué siempre has estado ahí, parece que en vez de madre tengo una enemiga la cual no quiere verme feliz— Santiago suspiro y continuo —No vuelvas a meterte en mis cosas, mantente al margen de mi vida, si aún permito que vivas aquí es por qué ya eres una anciana, pero madre querida, te pido que no agotes la poca paciencia que me queda. Dicho eso Santiago se fue dejando a su madre histérica, suspiró mientras recordaba la carita de la pequeña Erika, le hubiera encantado ser el padre de aquella niña, pero lastimosamente no lo era, Erika nunca más volvió. Intimar con él.
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