Evelina preguntó antes de bajarse los pantalones: —¿Tampoco te gustan mis vaqueros? Eran unos vaqueros azules normales y corrientes. No había nada que los diferenciara realmente de los demás vaqueros del mundo. —Me gustarías sin ellos—, le dijo Adrián con sinceridad. Evelina frunció las cejas y cruzó los brazos sobre el pecho. Sabía exactamente lo que él estaba tratando de hacer, pero no iba a permitir que tuviera éxito. —Se te enfría la comida—, dijo Evelina, agachándose para recoger la bandeja que él había dejado en el suelo. Lo miró y vio que sus ojos se clavaban en los suyos. —Es demasiado tarde para comer a esta hora—, dijo Adrián. Ella frunció el ceño ante su respuesta mientras miraba la comida que tenía en las manos. Había tardado un rato en prepararla. —Te estaba buscando p