SEMPITERNO| CAPITULO 04| EL MAGNATE OSADO Y EL GUARDAESPALDAS

2226 Words
PALERMO, ITALIA. —El capo desea un aumento en la seguridad de la casa. Se necesita un control más establecido en las salidas de la señorita y tu obligación será informar cada hora su ubicación. No puede salir sin una aprobación anticipada. Fabio frunció el ceño. —¿Ha pasado algo? —No, no aún. El hombre asintió ante la respuesta de su superior. Fabio se limitaba asentir cuando Santino le lanzaba una orden, pues el respeto que tenía por el Sicurezza principal era enorme. Nunca solía cuestionar su proceder, ni mucho menos, pero esta vez las cosas cambiarían en la casa y eso le causaba curiosidad. Fue imposible no hacer preguntas. —Ese aún suena a problemas. —Todo es problema hasta que se confirme lo contrario. Vendrán nuevos miembros de la seguridad esta semana y Otto Gentile llegará hoy. Asegúrate de que la señorita se mantenga entretenida en otros asuntos. Sabes que al capo no le agrada que su hija se inmiscuya en temas preocupantes. Fabio asintió. Leonard siempre intentaba decir lo importante, pero guardarse lo peligroso para su esposa y su hija. Era un hombre que disfrutaba del tiempo en familia y no quería que durante las cenas familiares se hablara de cosas que le robaran sus momentos de paz. —¿Hay algo que deba saber? Santino acomodó su corbata. —No. Mantén los ojos alerta. Te daré más información conforme se vayan dando los hechos. Por cierto… ¿Qué paso con la señorita Salerno? Fabio se puso en alerta de inmediato. Ambos se encontraban en el jardín observando a la familia comer cómodamente en el comedor del exterior donde usualmente solían tomar la merienda si habia un lindo clima soleado. —¿Cómo? No tengo idea de que hablas. —El capo ha preguntado sobre qué pienso de la relación que tienes con su hija. Una pregunta extraña, porque llevas ocho años bajo su cuidado, Fabio. El Sicurezza acomodó su corbata copiando de forma inconsciente el gesto de Santino quien lo observó curioso su reacción. Fabio ocultaba su nerviosismo del rostro, pero su cuerpo no hacía lo mismo. Lo malo era que Santino lo conocía de maravilla. —Sabes que esa pregunta es arriesgada. Podría costarme la vida si la respuesta es malinterpretada. Tú lo has dicho, llevo ocho años con ella y mi respuesta sigue siendo la misma que la primera vez que juré protegerla, soy su protector. Nada ha cambiado. —Ella ha cambiado, Fabio. No es una niña. —Lo sé. Siempre lo tengo en mente. —Esa es tu regla, siempre mantenerlo como el primer pensamiento de tu cabeza. La hija del capo ha crecido, ahora es una mujer tentadora como en su tiempo lo fue Ludmila Salerno para Giuseppe. Lleva más de veinte años siendo su sombra e incluso después de casada. Nunca rompió las reglas, toma su ejemplo. Si en algún punto la vez de forma diferente, será tu fin Fabio. No lo olvides. Giuseppe se había ganado el respeto de todos los Sicurezza, lidiar con un capo era peligroso, pero lidiar con una mujer de la familia era el doble. Si Giuseppe hubiera puesto sus ojos en la menor de los Salerno, tendría a tres capos encima de él antes de que pudiera parpadear. Ahora, el guardaespaldas de la primera principessa de los Salerno, se jactaba de tener el profesionalismo necesario como para haber enfrentado la más tentadora de las pruebas; estar todos los días de su vida, a lado de una mujer seductora, sin verse arrastrado a desearla. Fabio se sintió tambalear. —¿Alguna de mis acciones te ha hecho pensar que tengo esos pensamientos imprudentes?—cuestionó. El Sicurezza mayor negó. Lo quería como un hijo. Lo vio crecer. Lo vio ganar un lugar dentro de la pirámide jerarquía de la residencia de Palermo y no quería verlo caer en la cima por cometer un solo error. Leonard era un hombre afable, pero tenía dos cosas que lo hacían agresivo, su esposa y su hija. No dudaría en ordenar su asesinato si algo malo ocurría. —No, pero te aprecio Fabio y no quiero que la pregunta del capo se haya dado por algo que observo o cosas que presiente. Es un hombre que confía demasiado en su instinto, así que por tu seguridad y mi tranquilidad, es mejor que te deje las cosas claras. Todo lo que hablaba era por Fabio y por su bien. —No tienes que decirlas, pero lo agradezco. Por dentro estaba temblando. Tenía un mal presentimiento. Las cosas estaban caminando hacia un abismo donde encontraría la muerte si no lograba detenerse. Alessandra se había convertido en una mujer osada, que no tenía reparos en hablar de sus sentimientos, pero olvidaba que la única que saldría ilesa de un escándalo así sería ella. Él pagaría por los platos rotos de ambos y aunque por dentro su corazón se quemara, no valía la pena o eso quería creer para evitar que la tentación lo llevara a cometer decisiones estúpidas. Durante años se dedicó a mirarla desde lejos. Ella solía preguntar cosas y él responderlas, hasta que conforme iba creciendo, sus preguntas se volvieron más personales y cometió el magno error de responderlas por igual. La dejó entrar en su vida, la dejó cultivar una amistad y de la nada se vio sonriendo cuando ella decía algún chiste o reía por alguna situación. Se convirtió en su sol durante los días y en su luna durante las noches. Toda su vida giraba en torno a esa mujer de cabello color cobre y ojos grises. Lo que más le dolería en caso de que una tragedia ocurriera, no sería morir bajo altas dosis de tortura, si no jamás volver a verla. Todo se iba a ir a la mierda si seguía pensando así. La advertencia de Santino fue una alarma. Posiblemente, se estaba tornando cada vez más imposible de mantener y eso lo ponía en riesgo, un riesgo que no sabía si estaba dispuesto a correr. Pronto, sus sentimientos querrían algo más que verla y una vez que pusiera sus manos sobre ella no tendría vuelta atrás y sería como tocar a la hija del diablo, estaba seguro de ello. Los ojos claros de Fabio, la mantuvieron en la mira mientras la veía sonreír en dirección a su padre. Tomó aire. Era una manzana prohibida que, una vez mordida, se convertiría en un veneno mortal. —Estaba pensando en salir del país. —¿De nuevo? —Mamá ha dicho lo mismo. —Tu madre tiene razón—exclamó Leonard mientras llevaba un trozo de carne a su boca. Masticó con lentitud y cuando se deshizo en su boca, continuó—. Me gustaría que te quedes en casa lo que resta del año. Sería bueno que pensaras en adquirir nuevos hobbies. Aprender árabe, tal vez. —¿Árabe? —No lo sé, solo es una idea. Tal vez kurdo. —Cualquier diría que solo quieres mantenerme dentro de la casa—comentó su hija divertida—. Cosa que no lograras a menos que me des algo realmente tentador para quedarme. Hablo italiano, dialecto siciliano, inglés y ruso. La mención del ruso casi lo hace toser. Tomó con rapidez una copa de vino para lidiar con el ataque de tos que le causó esa mención que tanto le amargaba el estómago. —Recuérdame porque estudiaste el último. —Porque mamá dijo que sería bueno y es un idioma interesante. Fue divertido. Tal vez deba pensar en viajar a Moscú y así practicar lo que me tomó años aprender. Espero no haberlo olvidado. Es un idioma que requiere práctica. —No hay necesidad—replicó su padre. Fiore apretó su mano al darse cuenta de que se había tensado. Leonard sonrió nerviosamente y continuó con la comida. Su esposa decidió cambiar de tema con respecto a un viaje a Milán para hacer que su hija dejara de pensar en salir de casa, pero Santino recibió una información por el auricular que de inmediato fue a los oídos del capo. —Otto Gentile, está aquí, señor. —¿Ahora? Leonard buscó a Santino con la mirada buscando una explicación. Vio su reloj. Acordaron verse por la tarde. Faltaban al menos cuatro horas para que pudieran reunirse. Eso le dio mala espina. Santino aclaró la situación. —Su gente está en la puerta. ¿Desea que lo haga esperar? Leonard negó. —Háganlo pasar a mi estudio. —Hagan pasar al invitado. El capo va a atenderlo—dijo el Sicurezza por su auricular mientras se alejaba para dar la bienvenida al prestanombre más importante del capo de Palermo, Otto Gentile. Alessandra se dió cuenta de que su padre parecía intranquilo. —¿Todo bien con los negocios? —Magnífico. No lo parecía. Su madre sonrió nerviosamente. No quería que su hija se contagiara de la misma paranoia que llevaba agobiando a Leonard desde hacía semanas. El capo se dio a la tarea de mantener sus preocupaciones, bajo el más resguardado secreto y así evitar que su hija sacara conjeturas. No quería que Alessandra escuchara las palabras “Rusia” o “Kadyrov”. Eso estaba en el pasado y en su presente, era una mujer feliz que disfrutaba de toda la buena vida que una heredera podía llevar. Lástima que el goce no duraría demasiado. —Creo que nos tocará terminar la merienda, a solas. Leonard se puso de pie. —Lo siento. Intentaré que sea rápido y regresaré. —No te preocupes, querido. Está bien. Lo que Fiorella no sabía era que no estaba bien. El capo caminó por los pasillos, siendo seguido de Santino quien fue a alcanzarlo. Gentile le dió adelantos de los temas de conversación que lo traían a la mansión y no eran nada agradables. —¿Qué ha pasado? —Valery Kadyrov está en Palermo, señor. Leonard se detuvo en seco. —¿Qué demonios estás diciendo? —Kadyrov aterrizó en el aeropuerto ayer por la tarde. No hubiéramos sabido de su llegada, de no ser porque esta mañana se presentó en las oficinas del ENI para reunirse con Otto. Presento una oferta de compra para las acciones que posee en Lukoil—explicó mientras intentaba seguir los pasos del capo que, nuevamente, eran rápidos para llegar a su estudio. Allí estaba, su sexto sentido nunca se equivocaba. Sabía que tendría problemas desde que leyó las noticias de la prensa rusa. Los ojos de Valery se iban a poner sobre las acciones restantes de Lukoil en un intento desesperado por recuperarlas y aunque podía dárselas, eso le haría perder mucho dinero, porque la inestabilidad en la mayor empresa rusa, solo haría subir las acciones de precio. Era mucho dinero que le costaba dejar ir. La mitad de su fortuna estaba invertida en los nuevos proyectos de Lukoil y Gazprom, en los campos petrolíferos y de gas natural del Cáucaso. Decisión que tomó para limpiar su dinero sucio de forma sencilla aprovechando la política de las leyes financieras rusas. Ese negocio llevaba corriendo años y ahora se veía amenazado. Abrió la puerta de su estudio. Gentile se puso de pie de inmediato. Leonard estaba ofuscado. —¿Cuánto té ofreció? —Ochocientos millones de Euros por toda mi participación en Lukoil. Me dijo que se expandirá a mil millones si cerramos el trato esta misma semana. No parecía dispuesto a recibir un no como respuesta. Tiene un grupo de abogados listos para llevar a cabo la compra, venta y un proceso de liberación de fondos por parte del banco ruso Sberbank para acelerar el flujo de capital a nuestras manos. Valery era demasiado osado y a su edad, un magnate de temer a la hora de negociar, pues le encantaba dominar. —Sabe que no vas a vender. Otto corrigió. —Sabe que usted no va a vender. Leonard sonrió nerviosamente. Bromeaba ¿No? —¿Cómo que lo sabe? —Sabe que las acciones que deseaba obtener no son mías, sino suyas. Yo solo soy su prestanombre y solicitó hablar con usted a la brevedad. Quiere recuperar el control del petróleo ruso pero para ello, quiere a Lukoil. No es la única empresa que ha adquirido en los últimos días. Parece que compro Rosneft y acciones equivalentes al treinta y cinco porciento de Gazprom Neft. La mitad de esta última la controla el gobierno. Quiere Lukoil porque es el gigante del petróleo ruso y si no lo tiene, su poderío energético se vería opacado junto con su presencia en la Oligarquía rusa. Ha hecho hincapié de que no le importan los medios y hará lo que sea para comprarla por las buenas o por las malas. —¿Ese bastardo me mandó a amenazar? —Eso parece, capo. Leonard Salerno sintió que el ojo le temblaba de rabia. Nadie le amenazaba, menos en su propio territorio. La rabia lo orilló a tomar una decisión complicada que cambiaria el rumbo de la vida de Alessandra inesperadamente. Podía ser un Glavnyy ruso, pero él seguía siendo un Salerno y su primer encuentro sería tenso, mucho más dado que el capo poseía algo interesante que terminaría por gustarle más que su empresa petrolera. Su hija. Allí Leonard entendió que no debió haberlo hecho entrar a su casa, porque fue como abrirle las puertas al diablo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD