SEMPITERNO| CAPITULO 05|NEGOCIOS PELIGROSOS

2136 Words
PALERMO, ITALIA. El ego era traicionero. Por naturaleza, el ser humano siempre tiende a desear estar por encima de los demás y aquellos, que traen en la sangre el gen dominante, gozan de sentirse poderosos e incuestionables. Leonard Salerno siempre había poseído un ego formidable y aunque no era tomado como un defecto, los años se encargarían de hacerle ver que, en realidad, eran un negativo factor de su carácter. No le gustaba ser cuestionado, pero había que ser sinceros ¿A quién carajos le gustaba? Para proteger su estampa del amo todopoderoso e imperturbable de Palermo, tomó la decisión de solucionar los problemas con Kadyrov, el mismo. No iba a permitir que fuera capaz de lanzar una amenaza de ese calibre, en su propia cara y salir ileso. Si tenía que dejarle claro quién dominaba esa parte de Europa, lo haría sin chistar o al menos eso creía. Gentile fue su canal de comunicación y lo que primero pareció ser una reunión de negocios, pronto agregó un nuevo invitado a la mansión de Palermo, una que a Leonard no le sentaba en gracia pero tenía que detener a como diera lugar. Primero, tendría que disculparse. Segundo, no pensaba vender las acciones de Lukoil. Tercero, debía bajarle a su insolencia. Cuatro, debía regresar a Moscú. Todo en ese orden. Lo quería fuera del país a más tardar en dos días. Si quería hacer sus labores de magnate, podía hacerlo, siempre cuando estas labores no tuvieran absolutamente nada que ver con él. Había cruzado la línea cuando amenazó a Gentile, su mayor protegido y un hombre tan leal, que Leonard mantenía en la más grande estima. La mansión se minó en cuestión de minutos cuando Santino activo los mayores protocolos de seguridad para recibir a su invitado. Fiore debía permanecer en su habitación, junto con su hija, mientras Leonard atendía a su invitado. La Regina exigió una explicación, una que su Sicurezza, por regla, no pudo brindarle. —Lo siento, mi señora. Atienda mi petición y cuando el señor esté disponible le aclarará lo que pasa. Entienda que es por su bien y el de la señorita. —¿Dónde está Alessandra? —En su habitación—informó.—Tome las cosas con calma. Le aseguro que Fabio la cuidara bien. En caso de que las cosas salgan mal, ya sabe lo que tiene que hacer. Habrá gente preparada para sacarla de Palermo y llevarla a Florencia de inmediato. No era muy común que su seguridad se pusiera tan estricta. ¿No se suponía que solo hablaría con Otto? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Leonard estaba tan inquieto? Fiore se sintió enfadada de que no fuera capaz de decírselo en la cara y que enviara a Santino a hacer su trabajo. A regañadientes, aceptó y se encerró en la habitación, donde fue custodiada por tres hombres más a las afueras. Media hora más tarde, todo estuvo listo para recibir al Glavnyy. Leonard se acercó a la ventana donde a lo lejos, circulando justo por la costa, se acercaba un convoy de lujosos autos que parecían correr a toda velocidad entre las curvas sin despegarse más de diez metros. El capo italiano sintió aquello como una bofetada en el rostro. El pasado se reía en su cara. Apretó la mandíbula y nervioso, encendió un cigarrillo. Ese gusto, nada sano, solía salir a relucir cuando estaba nervioso. Maldijo para sus adentros. No era más que un ruso de mal carácter como su padre. Maldito fuera Yuri. Eso le pasaba por haber dicho que no lo toleraba y ahora el karma se burlaba de él trayendo a sus pies, lo que más odiaba. Puta madre. Ocho autos hicieron fila en los enormes portones de la mansión de Palermo. Leonard escuchó la voz de Santino detrás informando que acababa de dar la orden para que los dejaran entrar. Circularon lentamente para adentrarse en el camino de rocas y se detuvieron en la entrada. Tuvo un Flashback de los tiempos cuando conoció a Yuri. El ventanal donde observaba, era enorme. Su estudio tenía vista a todo el frente de la mansión, así que desde allí, podía ver quienes entraban y quienes salían. Se acercó lo más que pudo a la ventana para poder obtener una imagen adelantada del hombre, pero lo único que pudo observar, fue una mata de cabello rubio y zapatos caros, que hacían conjunto con un perfecto traje color n***o. Casi pudo jurar que lo vio abrocharse el botón del saco. —Gentile, creo que será mejor que tenga esta conversación con Kadyrov a solas. Puedes esperar a fuera y cuando termine, te informaré como procederemos—informó haciendo al hombre asentir. Otto fue escoltado a las afueras del estudio, donde se le ofreció una copa para que pudiera tolerar la larga espera, pues Santino tenía el presentimiento de que sería una larga conversación. Leonard dió un par de caladas más al cigarrillo y de forma violenta lo hizo estrellar en contra del cenicero, doblándolo con firmeza. Justo cuando la ceniza se desprendía, escuchó una voz ronca que le hablaba. —¿Cuál habría sido el pecado de ese cigarrillo, señor Salerno?—preguntó Valery quién ya tenía un pie en el umbral y era seguido por varios de sus hombres—. Me siento halagado, nunca me habían recibido con tanta seguridad, aunque tengo dudas ¿Es para hacerme sentirme protegido del exterior o para protegerlo a usted? Ya lo odiaba. La primera impresión no fue nada buena. Leonard conectó sus ojos con esa mirada azulada que recorría su estudio como si analizara cada detalle. Ese andar era de lo más caótico, pues tenía una imponencia un tanto aprensiva. Tuvo que preguntarse a sí mismo si la casa era suya o de él. —Son medidas de seguridad. Esa fue una mala excusa. —Claro. Los italianos tienen fama de ser precavidos. El capo de la hermosa Sicilia debe de ser igual. Si no lo fuera, desde hace muchos años que la Calabria tuviera este territorio. Puso sus manos sobre el respaldo de la silla que había delante del escritorio y que fue predispuesta para él. Mostró una mano enorme, decorada de varios tatuajes y solo un anillo color dorado. —Agradezco el halago, Kadyrov. Valery no sonrió, de hecho, ninguna de sus palabras anteriores había salido con soberbia o sarcasmo. Era muy serio y rígido en su hablar, a menos que deseara que su conversación tomara esa connotación burlona. —No creo que haya estado contento de invitarme, pero no vengo aquí por gusto, Salerno. Vengo aquí por negocios. Los negocios y el dinero mueven al mundo. Деньги всегда побеждают. (Den'gi vsegda pobezhdayut.)—exclamó en su lengua para después traducirlo a italiano—. O como dicen en Sicilia “Il denaro vince sempre.” (El dinero siempre gana) Salerno. La forma en como dijo su apellido, puso a Santino en alerta, quien ocultó su rabia al notar la insolencia oculta en esa palabra. Leonard sabía que si no lograba contenerse, terminaría echándolo y eso acarrearía muchos problemas, así que respiró discretamente y le hizo un gesto de cabeza para que se sentara. Valery rodeó la silla y terminó sentado de forma elegante ante el capo. —No estás en Rusia. —Lo sé. Si estuviera en Moscú, no traería ropa tan ligera. —Quería aclararlo—continuó Leonard—, porque parece que lo has olvidado. Sé que ante los ojos del mundo guardas una imagen celosa. Eres un oligarca, pero yo sé quién eres en verdad, así que no estás pisando tu territorio, sino el mío. Como magnate puedes entrar a mi país, pero no como Glavnyy porque hace muchos años que mi relación con los rusos, ha terminado. Valery mantuvo ese rostro impasible. Leonard notó la forma en como movía sus dedos sobre la mesa. Era una forma horrible de marcar potestad. El solo hecho que moviera los dedos le estaba explotando la cabeza y quería gritar y pedirle que se calmara. Logró contenerse. —La historia que arrastra consigo un destino, no puede terminarse, señor Salerno. Curioso que su historia con mi familia se haya terminado hace más de veinte años, pero usted sigue viviendo con los beneficios de esa historia. ¿Su esposa está bien? ¿Qué puede decirme de su hija? —No está aquí para hablar de eso. Golpeó la mesa con su dedo índice, de forma pasiva. —Estoy aquí para hablar de todo, pero lo importante son los negocios a los que quiero llegar con usted hoy mismo. No quiero quedarme en su país, de hecho, Palermo es el peor lugar donde puedo estar y sé que usted conoce las razones mejor que yo. Leonard tragó saliva. Lo sabía. Por eso estaba allí y hablaba de esa forma tan confiada, porque sabía que le debía algo y que estaba en derecho de cobrarlo, cuando así lo deseara. El capo vio derrumbarse delante de sus ojos la esperanza, de que no tuviera idea de lo que pasó veinte años atrás, pero todo lo que salía de la boca del ruso, era una plena confirmación de sus más temidas sospechas. Estaba allí, porque confiaba en poder obtener lo que añoraba. —¿Que es lo que quieres Kadyrov? —Quiero a Lukoil—respondió— y todas las acciones de ENI, aquí en Italia. No le estoy pidiendo que me las regale, de hecho, puedo comprarlas al precio que me pida en este mismo momento si así lo desea. El dinero para mí no es problema. Mis razones no deben de importarle. Leonard soltó una risa amarga. Sus ojos grises casi echaron fuego y Valery se sintió complacido para sus adentros, pues el autocontrol del capo estaba en los limites y a nada de saltar por la ventana. Adoraba poner a la gente así. —Vienes delante de mí y me ofreces comprar algo que yo no estoy dispuesto a vender—musitó como una especie de reflexión—¿Por qué no me preguntas si quiero hacerlo primero y después le pones el precio? Valery ni siquiera se inmutó por esa provocación. —Porque no tiene derecho a decirme que no. Le estoy hablando como magnate, no como Glavnyy. No tengo la obligación, pero creo que no está de más decirle que esa empresa es de vital importancia para mí. La zorra a la que mi padre le metió la v***a en los últimos veinte años antes de que se arrastrara al infierno, como el hijo de puta que es, me está enfadando. Mi posición como oligarca no será puesta en riesgo dos años después de que asumí como tal. No le pediré ayuda, porque no es un favor lo que estoy pidiendo. Deme sus acciones de ENI y de Lukoil. Mis tratos con Gentile serán formidables y obtendrá magnificas ganancias cuando construya mi monopolio petrolero. Su lenguaje era florido y acompañado de ese marcado acento ruso, era algo intimidante de escuchar. Leonard evitó hacer una mueca al darse cuenta de como hablaba de su propio padre, el hombre que le dió la vida. No tenía familia y eso se notaba. El capo sintió que se estaba conteniendo, como su buscara mostrarle su mejor cara. Sintió que buscaba manipularlo. —No hay beneficio en tal trato, salvo que me quedaré sin mi mayor adquisición. Creo que ha buscado la empresa equivocada, Kadyrov, porque no estoy dispuesto a venderla ni ahora ni nunca. El ruso entendió el mensaje. Valery apretó los puños e hizo un gesto que puso a Leonard en alerta. Frunció el ceño y después sonrió ligeramente mientras lanzaba un par de fotografías a la mesa que acababa de sacar de su saco. Las fotos de su esposa embarazada y de su hija recién nacida se extendieron en el escritorio, acompañadas de un par de imágenes de una rubia que recordaba a la perfección. Oksana regresaba de donde sea que estuviera para cobrarle la deuda que tenía con ella. Valery se inclinó para poder hablar viendo a Leonard a los ojos. El capo no despegó sus ojos de él y apretó los puños debajo de la mesa cuando lo escuchó hablar: —Una vida por otra vida. Esa es la regla de tu familia y un código inviolable. Mi madre salvó a tu querida esposa que estaba embarazada y murió por ellas. Oksana Kadyrova abrió una deuda contigo que yo estoy aquí para cobrar. La chica es mía, Salerno. Sé que tu conciencia también conoce esa verdad. Allí sacó a la luz la debilidad de Leonard Salerno. Su adorada princesa de ojos grises, una que podría intercambiar por la empresa que deseaba, pues esa era la mayor peligrosidad en Valery, su habilidad para conocer las debilidades de aquellos que lo rodeaban y así, poder manipularlos.
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