MOSCÚ, RUSIA.
—No pienso comer esta mierda.
—¡Valery!
La mirada de desdén que le lanzó al pequeño tazón sorprendió a Alessandra, especialmente al verlo fruncir la nariz como si se tratara de un niño pequeño. No parecía nada contento con la papilla que le habían preparado con el afán de hacerlo producir la sangre que perdió.
El médico se aclaró la garganta mientras Valery apartaba el plato. La cabeza le dolía y ni siquiera hizo el mínimo intento por tocar la primera buena comida, que probaba en tres días. Ese licuado o intento de comida tenía la consistencia más asquerosa que había visto en su vida.
—Que lo quiten de mi presencia. Eso parece un corazón molido. Ni Koshmar se lo comería. No tengo hambre en absoluto—exclamó cerrando sus ojos y manteniéndose ingobernable, pues su mal c
