Narra Matheo Cuando mi padre nos pidió que fuéramos todos a la cena, estaba seguro de que ella no aparecería, pero aquí estaba, vestida como una novia. Su vestido blanco le quedaba como un guante, curvándose y hundiéndose en todos los lugares correctos y el escote era lo suficientemente bajo como para revelar la suave hinchazón de sus pechos de color blanco lechoso. Le habían retirado el cabello de la cara y extrañaba lo salvaje de su cabello, pero la hacía lucir aún más delicada y frágil. Su piel era como porcelana fina y sus ojos efervescentes mientras me miraban desafiantes. Sus labios eran regordetes y estaban pintados de ese tipo de rojo pecaminoso que casi me hizo querer cruzar a nado algunos mares sólo para poder succionarlos con mi boca. Saborearla… tener su cuerpo presionado con