Es mejor olvidar el suceso
—Bendita providencia… ¡Qué beso! —Se giró de inmediato y camino hasta el lavabo para poner jabón en sus manos y frotarlas con mucha delicadeza. Yo me quedé inmóvil intentando entender cómo era que habíamos terminado de esa forma.
—¿No vas a decir nada? —preguntó y giro su cabeza para observar mi expresión—. ¿No sentiste nada?
Si yo hablaba de todo lo que había sentido de esa habitación, no saldríamos en años. Pero intentaba entender ¿A qué estaba jugando?
No me hallaba capaz de formular una oración, así que negué con la cabeza.
—¡Mentira! Mientes más de lo que nunca lo hayas hecho. Sé lo que sentiste, tu respiración, ese temblorcito en las piernas, el sudor que corre por tu frente… Todo delata que lo disfrutaste tanto como yo. —Me dejaba sin argumentos. No quería mostrar mi perversión, le mantendría oculta esa faceta.
Serviría mejor hacerme la indignada.
—No sabes nada, muchachito. Si estaba temblando era porque acababa de desmayarme… Es usted un acosador, se aprovechó del momento para poner en práctica sus técnicas raras. —Empecé a acercarme a la puerta para salir de ese lugar, pero él se atravesó y me impidió llegar
—¡No puedes salir con tus senos al aire! —Bajé la mirada y tenía razón
—Pues no tengo como sujetarlos. —Le enseñé el sujetador cortado en dos partes.
—Lo solucionaremos de alguna forma, no puedes pasearte con la universidad exponiendo tus pechos. —Empezó a buscar en las gavetas del lavabo algo.
Lo dejé tranquilo porque de alguna manera tendría que solucionar el inconveniente. Mi blusa era transparente, así que daba igual si la cerraba o no.
—¡Perfecto! —dijo sacando un rollo de cinta de embalar. Bueno, mi idea fue que uniría las partes del sujetador con la cinta, pero me equivoqué—. Ahora solo confía en mí.
Me terminó de sacar la blusa y corto un gran trozo de cinta, lo pegó en mi espalda y luego lo pasó por encima de mi hombro hasta cubrir el pezón y realzar el seno. Repitió el mismo procedimiento y después pegó otra tira desde el pecho derecho al izquierdo.
Tomó la blusa, me la puso y mis pechos quedaron recogidos.
—No me lo agradezcas… Tampoco te preocupes por Damián, a partir de mañana ya puede regresar al aula de clase. —Salió caminando con firmeza y yo me quedé observando mis pechos, aún incrédula de la aventura que había vivido.
—¡Qué bizcocho! —dije mientras observaba en el espejo la mirada lobuna que me había despertado.
Abrí la puerta y salí al pasillo con el corazón acelerado. Él estaba de frente hablando con alguien y cuando nuestras miradas se encontraron, guiñó uno de sus ojos.
Bajé la mirada y busqué la puerta de salida con rapidez, me dirigí al estacionamiento sin desviarme, le quité el seguro al auto y me subí.
—Madre purísima del cielo… ¡Qué hombre! —dije pero mi conciencia reclamó que no era la primera vez que le estaba siendo infiel al señor Roberts, pues desde hace algún tiempo me mensajeaba con tipos que tenía en mis r************* . Claro, era muy diferente enviar o ver fotos a tener contacto físico con alguien en específico.
Bueno, al final había conseguido que mi hijo siguiera asistiendo a clase con normalidad. Pero no volvería a poner un pie en esa casa de estudio. Si mi esposo descubría lo que había pasado, mi vida lujosa se reduciría a cenizas.
Pero el destino tenía otros planes, Damián organizó una reunión en nuestra casa con sus amigos para festejar el final del curso e invitaron a varios docentes, entre esos estaba Francisco. Era un condenado sinvergüenza, al principio me había encargado de averiguarle su vida personal. Pero ya después de descubrir que estaba casado, no había vuelto a saber nada de él, hasta ese día.
Abrí la puerta por cordialidad porque estaba recibiendo a los invitados, esa era mi tarea. Traía a su esposa del brazo y sin importarle me entregó un ramo de flores y me saludo con beso en la mejilla. Me presenté y la rectora me felicitó por tener un hijo muy inteligente. Lo más seguro es que estaba confundida, mi Damián era muy burro.
Dejé la puerta abierta y que entrara quien quisiera, tuve la impresión de que me iba a buscar para hablar y eso no podía suceder, porque toda la casa estaba llena de cámaras de seguridad que mi esposo había instalado por sus manías de controlar todo. Así que fui a ocultarme en mi habitación.
Escuchaba la música e intuía que la celebración estaba divertida, quería bajar, pero el miedo me paralizaba. Otro beso eterno como el de ese día bastaría para arruinar por siempre mi vida y la de mi familia.
—¡Filomena! ¿Estás por aquí? —Escuché una voz susurrante que se acercaba por el pasillo. Abrí el clóset, moví la ropa a un lado y me oculté allí, no iba a dejar que me encontrará porque yo no iba a tener tanta fuerza de voluntad para resistirme a lanzarme en sus brazos. Escuché como abrió la puerta de la habitación, cerré los ojos y contuve la respiración…