Todo mi ser la reclama.
(Francisco Freites)
—Si vieras lo fascinante que es esa mujer. No pude evitarlo y terminé besándola. Estaba excitado, no podía despegar mis labios de los suyos a pesar de que ella intentaba oponerse al principio. ¡Esa boca! ¡Dios mío! Esos senos perfectos con un pearcing en uno de sus pezones… No, ni te imaginas, Braulio, la calentura que se me puso en el cuerpo por tenerla cerca de mí. —le comentaba a mi amigo y compañero de trabajo, pero él me hacía movimientos oculares extraños hasta que decidí callarme y voltear.
—¿De qué están hablando? —interrogó Irina detrás de mí
—Justo estamos conversando de una serie nueva de Netflix —réplica Natera—. Con su perdón, jefa, pero la protagonista es una tipa que está muy preciosa.
—Bueno, si quieren podemos organizarnos el fin de semana en la finca para verla. Puedes invitar a alguna amiga y se quedan… Allá hay suficientes habitaciones, me parece un plan estupendo, bueno, para pasar unos días diferentes. —proponé Irina con una sonrisa en los labios y una bondad que traspasa sentidos.
—No mi amor, si Natera lleva una amiguita de las que le gustan, termina en el hospital y yo no quiero tener cargos de conciencia. —bromeo.
—¿Por qué dices eso Francisco? —Me barrió con la mirada como si hubiese dicho algo impertinente.
—Seguro lo dice porque yo estoy enamorado como de cinco chicas transgéneros de las que soy fanático en t****k. ¡No soy gay! Pero esas mujeres me tienen enamorado. —Vuelve y me reprocha con la mirada, sé que después hablaremos en privado del asunto.
—Tranquila mi jefa, que él sabe que todo es en broma. —Me besa en la mejilla y se retira en dirección de la fotocopiadora.
—Loco ¿Cómo no me dijiste que estaba detrás de mí? Estoy seguro de que no creyó nada de lo que dijimos. Quiera o no, me tiene en sus manos. Un error y termino en la calle, desprestigiado y sin trabajo. —Me había casado con Irina muy enamorado, pero desde hace algunos meses estábamos teniendo problemas porque me estaba celando con la secretaria del departamento de idiomas.
Era una pelinegra bella, pero hasta ahí. Nunca había coqueteado con ella, o tampoco había recibido insinuaciones de su parte.
Entonces estaba cansado de que siempre me estuviese acusando de cosas que no eran verdad. Si iba a padecer sus celos enfermizos, pues había por lo menos que sacar una ganancia.
—Pues de que quedes arruinado sería lo de menos, me preocupa más que termines bajo tierra por meterte con la mujer de ese hombre. ¡Es un maldito! Con esa definición te lo resumo. —De ese banquero solo sabía que tenía mucho dinero… En fin, un tipo muy ocupado.
Eran muy pocas horas las que estaba en casa con su familia, me enteraba de algunos detalles gracias a Damián. Entonces por alguna razón se despertó en mí, un gran interés por ella después de ese primer beso… ¡Quedé obsesionado, necesitaba repetirlo!
Claro, por mi parte, encontraba mucha diferencia, no podía existir comparación entre besar los labios partidos de Irina, y los de ella, perfectos y carnosos.
Además, todo en ella era perfecto, cortar su corset importado o como se llame, me había otorgado la posibilidad de observar su cuerpo y también la de besarla.
Era altanera, pero muy bella. Sin exagerar, no tenía un solo milímetro de imperfección. ¡Toda una mujer fina! Y yo, que nací con gustos exigentes, había quedado prensado por esos ojos.
—Eso dice la gente, que es un hombre mañoso. ¡Un zorro viejo! Pues, su técnica le ha resultado porque para ser dueño de un grupo empresarial, como el grupo Aval, es porque tiene potencial. —añadí pensativo, mientras me interrogaba ¿Cómo hacer para que una mujer como Filomena llegara a fijarse en un pobre asalariado como yo?
—Pues es probable que el hombre tenga su carácter fuerte. Entonces, hermanito, bájate de esa nube. Aterriza tu jet porque ese vuelo podría salir caro. —Suspiro y sonrio con malicia
—¡Déjame soñar que es gratis! Ya se me hizo tarde, tengo evaluación y me gusta llegar puntual al aula de clase. Hablamos luego para organizar el viaje a la finca. —Me despido y voy por mis implementos de trabajo; un viejo libro, varios plumones y un borrador de pizarra.
—¡Profesor Francisco! —Me giré porque era la secretaria del departamento quien intentaba llamar mi atención—. Necesito que hablemos con urgencia
Pidió y yo me quedé inmóvil. Seguro necesitaba algunos datos o requería de una forma para llevar su agenda.
—La profesora Irina me puso un ultimátum. Si no renuncio, ella me despedirá. ¡Por favor ayúdeme! Yo no puedo hacer eso, la situación económica en mi casa es complicada. ¡Soy la única que está trabajando y estoy en embarazo! —exclamó y se me hacía increíble que Irina hubiese podido hacer algo similar.
—Mira morena, hablaré con Irina. Ella no puede tomar esas decisiones. La ley te protege. Quédate tranquila y permíteme felicitarte… ¡Bienvenido sea ese bebé! —Mantuve la distancia porque un abrazo podía generar una grave problemática.
Fui a clase y me mantuve distraído, pensaba en el embarazo de esa chica. Tenía que hacer algo por la morena, la llamaba así por cariño. Llevo muchos años conociéndola y es una mujer correcta.
No volví a ver en toda la mañana a mi esposa, fue hasta la hora del almuerzo que me adelante y pedí un domicilio para compartir con ella.
Tenía algunos problemas de salud y por ende la comida debía ser especial, baja en grasas y sal. La hipertensión y la diabetes habían llegado muy temprano a su vida.
Al principio fue difícil aprender a comer de esa forma, pero ya luego me acostumbré.
—Sabía que ibas a estar aquí. —Cerré la puerta de su oficina y acomodé las cortinas.
—¿Qué estás haciendo? Ahorita viene el profesor Yesua por unos informes. —dijo y observó el reloj.
—¡No! Ya es hora de almorzar jefe. El profesor esperará. Vine para que almorcemos juntos. Porque necesito que hablemos de algunas cosas que me tienen preocupado. —Se cruzó de brazos, entonces supe que debía llevar la charla hasta que ella no estuviese tan predispuesta.
—¿De qué quieres hablar? —Saqué un vaso del estante y le serví dos trozos de hielo para agregar el agua.
—No amor, primero vamos a comer. El olor me trae mareado y no soy tan fuerte para seguir soportando está tortura. ¡Si vieras lo que compre! —En realidad no era nada del otro mundo, un pescado al vapor con vegetales y arroz integral. Pero necesitaba cambiarle su actitud defensiva.
—¡Gracias por ocuparte de mí! Podría matarme si me dejas… Ya me acostumbré a tus atenciones y no podría sobrevivir sin tus cuidados. —Por algún lado debía sacar su gen tóxico en todas las conversaciones.
—No exageres nena, solo cuento con un amigo en el restaurante que me tiene consideración y prepara las cosas a mi gusto. —Retiró todos los libros de su escritorio y me dispongo a pasar un paño húmedo para servir cuando ella empieza a desabrocharse la blusa y se me insinúa
—¿No tienes calor? —Bueno, a lo hecho pecho… Así que pongo el trapito a un lado, la agarré de una mano y la senté en la mesa.
—¿Cómo se ha portado? ¿Ha sido una jefa mala o buena? —Me encanta dominarla
—He sido muy mala… ¡Merezco un castigo ejemplar! —Me saqué el cinturón de cuero macizo que ella misma me había regalado, lo doble y la hice ponerse de rodillas arriba del escritorio.
Siempre llevaba falda, así que se las subí y deje su trasero al aire, llevaba una tanga roja. Me acerqué a sus pompis y las acaricié, luego las apreté con mis manos y les di unos pequeños mordiscos.
Ese era el inicio para entrar a los azotes que resonaban por todo el pasillo. Ella mordía un pedazo de tela para no gritar. A mí me parecía excitante tener sexo en la oficina. Después de darle su dosis de placer, la limpié con mucho cuidado depositando besos en su piel. Le arreglé su ropa y se sentó exhausta en su silla.
—¡Estuvo intensamente bueno! Ahora sí, a comer. —Comimos en silencio y mientras yo recogía todo en la bolsa mirándola a los ojos le reclamé
—La secretaria me ha dicho que le estás obligando a irse. Me parece muy bajo lo que piensas hacer con ella. Primero porque nosotros no tenemos nada, ella tiene su pareja y por si no lo sabías van a tener un bebé. Entonces si quieres meterte en problemas adelante. Pero te advierto que por el embarazo ella tiene inamovilidad laboral. —Se levantó y golpeó la mesa
—Ya decía yo que esta atención, traía algo oculto. ¡No soporto esa mujer! —Se quedó un largo rato reflexionando—. La quiero fuera del departamento. Cambiaré su cargo por el de la secretaria de la biblioteca y hay de ti donde te vea frecuentándola. —Yo decidí mantenerme callado porque con lo que había dicho era suficiente.
Si conseguía que dejara de insistirle en que renunciará, ya había conseguido mucho. Es que conociéndola, la secretaria se podía quejar de acoso laboral, pero ella encontraría las pruebas para ganar el caso.
—Bueno, le avisaré que ya no tiene que preocuparse. —dije intentando abrir la puerta para salir.
—¡Te lo prohíbo! Yo misma resolveré ese problema. ¿Qué parte de no quiero verlo cerca de ella aún no comprende? —gritó enfurecida, yo me incomodé y regresé a mi puesto.
—¡Usted es mío! Si no lo cuido yo, aparece otra lagartona y me lo quita. —Ella no era tan posesiva, pero desde hace un tiempo para acá se ha convertido en una celópata.
Me aburría esa actitud. Pero por ahora debía quedarme callado y mantener mi compostura.
El trabajo en la universidad siempre había sido mi sueño, había concursado varias veces, pero nunca había ganado hasta que ella decidió ayudarme.
Se portó tan maravillosa conmigo y terminé enamorándome. Por años solo tuve ojos para esa mujer. Pero ahora Filomena estaba invadiendo mis pensamientos.
Para finalizar el curso, los chicos de Idiomas decidieron hacer una gran fiesta y nos invitaron.
Sabía que la recepción sería en casa de Damián, por eso me aseguré de que invitaran a Irina. De lo contrario, no podría asistir.
Porque ahora salimos los dos o no salimos. Compré un ramo de flores para llevar como presente, no fue mi idea. Y varias botellas de vino.
Cuando abrió la puerta su rostro palideció y se quedó inmóvil, yo intenté disimular entregándole las flores y entrando en la casa.
Irina se quedó a saludarla y a decirle no sé qué tantas cosas.
La casa era grande y espaciosa. El lujo estaba presente por donde se mirará. Busqué a los muchachos y los saludé. Me entregaron una copa de vino y a los pocos minutos apareció Irina, encantada con la atención de la dueña de la casa.
—¡Necesito tener amigas con esa clase! —murmuró en mi oído.
—Esa señora debe ser una mujer muy ocupada. Además, ¿Con qué tiempo atenderías a una amiga? —De ninguna manera iba a permitir que se hicieran amigas. Tenía una sola oportunidad y no la iba a desperdiciar. Ella tenía calor y dijo que iría a nadar unos minutos. La piscina era enorme y sabía que ahí se iba a quedar un largo rato. Yo dije que iría a ayudarles con el asado y me puse un mandil. Ella se quedó tranquila porque sabía que iba a estar ocupado con todos los chicos.
Pero apenas vi desde lejos que empezaba a desvestirse para entrar en la piscina, entré a la casa y subí las escaleras buscándola. Sabía que estaba arriba porque de reojo la había visto pasar.
Sin pensar en nada me adentré por el pasillo llamándola. Revisé las habitaciones, pero ninguna parecía ser la alcoba principal hasta que abrí una que tenía un gran ventanal y una cama king size.
Olía a su perfume, sin duda esa era su habitación. Ingresé porque estaba seguro de que debía estar ahí. Vi varias puertas de lo que parecía ser un clóset, nada me detuvo y abrí. Estaba sentada de espaldas, permanecía inmóvil a pesar de que sabía que yo estaba justo detrás de ella.