Salí con Giuliano, después de terminar una intensa jornada de trabajo, con muchas noticias, variadas informaciones, incluso subí varios videos a la web del diario y mis jefes quedaron muy contentos con el despliegue que hice. Él me esperó en la puerta del diario con una caja de bombones y un peluche. Me encantó el detalle. Me dio, además, un gran besote en la mejilla que hizo voltear a los vigilantes entre sorpresa y sonrisas.
-¿No tienes trabajo hoy?-, le pregunté luego de estrujar en mi cara el oso lindo que me obsequió. Me encantaba el muñeco, era precioso.
-No. Estoy de franco, me dijo resoluto sin dejar de sonreír con encanto, y pues pensé qué mejor que disfrutar de este día que pasarla contigo-
Fuimos a caminar por un parque grande que está muy cerca del diario. Correteaban los pequeños, jugando con sus bicicletas o pateando una pelota y chillaban muchos pájaros, acomodándose ya, en las ramas, para dormir pues ya eran pasadas las seis de la tarde. La noche se venía presurosa oscureciendo la ciudad y había un fuerte viento rebotando por todos lados. El cielo empezaba a encapotarse, Sonaban las hojas secas arrastradas por el ventarrón y veía el apuro de la gente en las calles tratando de ganarle al reloj. El tránsito a esa hora, además, se hace insoportable y todo se vuelve un caos en medio de una intensa vocinglería.
-Tienes fama de mujeriego-, le disparé de frente a Giuliano. Yo no quería entusiasme ni ilusionarme con él y además tenía campaneando en mi cabeza lo que me había dicho mi amigo de que Gigi anda siempre enamorando a las muchachas que se cruzaban en el camino, aprovechándose de su figura muy varonil, igual si fuera una divinidad helénica o un consumado guerrero persa. A mí, para empezar, me había seducido por completo, entonces imaginaba que las otras chicas caían redonditas a sus pies, viéndolo tan guapo y hermoso.
Giuliano se sorprendió con la pregunta. No la esperaba. Estrujó la boca y vi que miraba a todos lados como contrariado o turbado queriendo, quizás, buscar un refugio a su propia incertidumbre. -Son inventos de mis enemigos-, me dijo, al fin, tratando de ser esquivo.
-Te vi coqueteando con Marifé-, le reclamé in perder la calma, tratando de acorralarlo.
-¿Tu amiga? Sí, es muy bonita, pero yo la veía a cada rato porque estaba seguro que la había visto antes y no me acordaba bien. Incluso me estaba preguntando si habíamos conversado. Creo que se vio demasiado evidente, sin embargo no fue con la intención de afanarla, como tú dices, sino que no recordaba exactamente y por qué conversamos antes, quería recordar eso pero hasta ahora no sé dónde la vi-, me insistió tratando de no azorarse, como si la nuestra fuera una charla cualquiera, pero era evidente que estaba turbado y fastidiado. Cavilé entonces.
-Mi amiga me confesó que le han dicho, de buena fuente, que tratas de enamorar a todas las mujeres que ves-, insistí alzando mi naricita.
-Pues exijo pruebas antes de que me mandes al cadalso, je je je-, echó a reír él, queriendo hacer distendido el momento.
Me gustaba mucho su risa, tan varonil y cautivante, al margen de sus repuestas y dudas. Giuliano ensanchaba larga su boca y mostraba los dientes bien cuidados. Su rostro se dibujaba de fiesta y encorvaba las pestañas. Eso me arrebataba y me estremecía como si recibiera una potente descarga eléctrica en medio de mi cráneo. Me hacía morder los labios y sentía el fuego revoloteando en mi vientre convirtiéndome en un santiamén en un volcán en plena erupción.
Nos sentamos en una banca.
-Es raro que no tengas novia, todas las chicas policías se pelearán para salir contigo-, lo miré tratando de leer lo que había en sus pupilas.
Él sonrió. -Sí, eso creo yo, también, pero, no sé, no me gusta mezclar el trabajo con los sentimientos, lo veo forzado, sujeto a muchos dimes y diretes. Yo estuve saliendo con una capitana, pero me era incómodo-, me contó meneando la cabeza, como si padeciera por esos recuerdos del pasado.
-Tú eres capitán, también-, le recordé.
-Por eso. La relación entre nosotros parecía de cuartel y no de pareja, era insulsa, fatua, distante, acartonada. Decidí romper-, enfatizó él.
Giuliano ya no quería hablar en realidad. Levantó mi mentón y me besó la boca muy febril y apasionado. Cerré los ojos obnubilada y estremecida. Mi corazón empezó a patalear frenético en mi pecho.
-Creo que mejor me enamoro de una periodista-, sonrió él acaramelado de mis labios, disfrutando el sabor de mi boca, empalagado a mis besos.
-La vida de las periodistas es igual a las de las chicas policías, parecemos, también, de cuartel-, reí.
-No creo, no me pareces mandona ni acartonada-, disfrutó él de mis besos. Sus manos empezaron a correr por mis caderas y resbalaban a mis muslos. Eso me estremecía más. Yo empecé a acariciar sus brazotes que me fascinaban demasiado.
-¿Te casarías con un policía?-, musitó entonces Giuliano.
Esa sí que era una declaración de amor. Ahora la acorralada era yo. La sangre empezaba a hacer ebullición dentro de mis venas.
-Podría ser, si ese policía es tan guapo como tú-, se me ocurrió una salida genial.
Y volvió a besar con vehemencia, estrujando m boca, paladeando mis labios, metiendo su lengua hasta mi garganta mientras sus manos, llegaban, incluso al costado de mis muslos.
-¿Qué te gusta de mí?-, traté de apartarme, pero él no me dejó. Me apretó, incluso, más fuerte.
-Todo. Tu boca, tus ojos tan lindos, tu cuerpo lleno de curvas, tu pelo tan largo, tu carita de ángel-, me enumeró.
-Me refería a mi carácter-, renegué.
-Eres tranquila, amable, cordial, diplomática, eres una mujer muy dulce-, detalló.
-Pero soy media chiflada-, sonreí.
-Mejor-, suspiró él y volvió a besarme con encanto y encono, haciéndome subir de un brinco hacia las estrellas. Entonces, sintiendo su encanto tan masculino derritiéndome y volviéndome una gran bola de fuego, haciéndome humear hasta de las orejas, queriendo que me haga suya en una faena muy erótica y romántica, se me olvidó por completo la fama de Giuliano de que era un mujeriego, ni me importaba en realidad. Solo quería que me siguiera besando y acariciando llevándome al delirio.