Capítulo 26

1102 Words
-Te vi con el policía-, me resondró Marifé bastante disgustada. Tenía la carita ajada y la naricita alzada. Yo recién había llegado al diario. Me saqué mi casaca, colgué mi cartera, me senté, crucé las piernas y prendí la PC. -Solo estuvimos paseando-, le conté tratando de mostrarme distendida y despreocupada. -Claro y esos besos eran parte del paseo. Estabas como zonza en los brazos de ese sujeto, con los ojos cerrados, acariciando sus manos como una quinceañera tonta-, siguió molesta Marifé. -¿Tú qué hacías en el parque? ¿acaso me estaba siguiendo?-, me enfadé. -¿Olvidas que mi casa está por allá?-, me aclaró ella con la boca fruncida. Era verdad. Perdí. -Solo somos amigos-, volví a insistir roja como un tomate. -Ya te he dicho que tengas cuidado con ese tipo, es malo, se le ve en la mirada, tiene mala fama, todos dicen que juega con las mujeres-, sopló ella su disgusto. -Yo lo que veo es que tiene ojos muy bonitos-, lo defendí. -Es porque este sujeto te gusta, entonces no ves más allá de lo evidente. Te cierras. Yo veo su mirada y solo encuentro a un tipo mujeriego y aprovechador que solo piensa en hacerte suya en la cama-, continuó martillándome. El jefe de internacionales nos interrumpió. -Ha habido una balacera en una universidad de Miami. Hay decenas de muertos. Será la central del diario. Primero pasas los resúmenes para la web y luego trabajas la doble página para la edición impresa, quiero muchas fotos, revisa las agencias-, me dijo serio, chupando un lapicero. -Sabes bien que eres mi amiga, Roxana, todo lo que te digo es para que no te lastimen-, exhaló Marifé, finalmente. Yo sabía eso. No era que mi amiga estuviera celosa o quisiera sacarme del camino para quedarse con Gigi. Ella siempre fue sincera conmigo y me cuidaba las espaldas, siempre. De eso yo no tenía dudas. -Tendré cuidado, no te preocupes-, le dije y chocamos nuestras palmas. Luego me aboqué afanosa a reunir toda la información del tiroteo ocurrido en Miami. ***** Mi hermana terminó, en forma definitiva, con Rafael. Él se había entusiasmado demasiado con el bondage y el temor de ella era que Rafa alcanzara límites lejanos como el sadomasoquismo. Eso asusta a cualquiera, sobre todo a nosotras. Esa noche Lisseth le dijo que, lamentablemente, él había cambiado mucho, que estaba demasiado absorbido en esas ideas y sentimientos del sometimiento y que a ella no le gustaba, en absoluto, ser dominada de esa forma y que no encajaba en su forma de ser. Rafa le suplicó, de rodillas, que no lo dejara, que la amaba mucho, que cambiaría y que superaría la pasión que tenía por el bondage. Sin embargo ella ya había descubierto en su móvil y en su tablet, videos de esa técnica de sometimiento, y se enteró además, que Rafa integraba diversos grupos de amantes de esos gustos, con los que intercambiaba opiniones e imágenes. Le sorprendió, eso sí, que esa práctica alcanzara no solo a gente de diversos países, sino que tuviera mucha aceptación y hubieran tantas páginas de internet al respecto, incluso en r************* . Entonces mi hermana le pidió ya no verse con Rafita y la relación terminó de repente y de manera definitiva. Esa noche la encontré a Lisseth en su cuarto, viendo televisión. Tenía los ojos repletos de lágrimas y estrujaba su peluche preferido, una marmota que le había regalado justamente Rafita en su primer San Valentín juntos. -Son gustos de la gente. Unos no entienden otros sí, lo comparten unos y algunos no. Puede ser bueno, puede ser malo, no lo sé, es cosa de cada uno no llegar a la violencia con ese tipo de prácticas, podría ser excitante y hasta muy divertido, superando los límites o las fronteras de lo que pensamos correcto o incorrecto, no sé, pero es parte de la idiosincrasia del ser humano, de experimentar siempre cosas diferentes, nosotras quizás no lo comprendemos bien pero para otra gente es parte de su idiosincrasia-, traté de explicarle. Ella se recostó en mis brazos y yo acariciaba sus cabellos desordenados. Lisseth estaba sin peinar. -Rafael ya no era el mismo de antes. Era tan romántico tan dulce, pero cambió, de repente, hablaba siempre de mordazas, látigos y esposas, le gustaba mucho entrar a esas páginas y se quedaba mucho tiempo viendo videos donde sometían a las mujeres-, sollozó ella. -Es una afición. Algunos prefieren las motos, la adrenalina, la pesca y otros el bondage. Les provoca satisfacción, por eso tiene tantos adeptos-, agregué tratando de consolarla. -¿Podré encontrar otro chico tan bueno, noble, gentil, dulce como Rafa?-, me preguntó entonces, ella mirándome con sus ojitos cubiertos totalmente de lágrimas, profundamente dolida y desconsolada, derruida por dentro, sin poder encontrar alguna explicación a todo eso que le había pasado y que le produjo una gran decepción. -Eres joven, suspiré, tienes toda una vida por delante, superaste a Juan Carlos cuando pensabas que era el mejor chico del mundo y sin embargo te engañaba con Marisol, tu mejor amiga-, le recordé riéndome. -Juan Carlos es un idiota-, se contagió ella con mi risa. -En la universidad hay muchos chicos lindos que te hacen ojitos-, traté de devolverle el buen ánimo. Ella siguió riéndose. -Tú no eres ninguna santa-, ya estaba Lisseth con su humor de siempre, pesada como ninguna, atacándome, sacándome en cara mis deslices con los hombres. -No, solo la paso bien con mis amigos, no hay nada serio, estoy aprovechando que no tengo compromisos formales-, sonreí tratando de hacerme la tonta. -Maicol es un buen hombre, no lo dejes-, me subrayó convencida. -El problema de Maicol es que es muy egoísta, siempre piensa en él, todo tiene que girar e torno a él, no me gustan los hombres que son demasiado egocéntricos-, le aclaré. -Ese policía no me gusta para nada-, pasó al ataque otra vez mi hermana. Me sorprendí. Marifé también me había dicho lo mismo. -Solo es un amigo, como te digo se trata tan solo de diversión, cuando las cosas sean serias tomaré otra actitud más seria aún parezca redundancia-, insistí, sin embargo mis labios sentían los besos de Giuliano y se saboreaban, disfrutando de su boca. Lisseth me miró entre divertida e irónica. -¿No sería ideal encontrar siempre al hombre perfecto y no estar deambulando de un lado a otro?-, me preguntó coloreando de picardía sus ojitos. Me dio risa. -Entonces la vida no sería tan divertida, mujer-, estallé y nos agarramos a almohadazos, riéndonos, jalándonos el pelo, disfrutando de aquella noche tan fresca y agradable.
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