El príncipe Juan se sumió en una profunda frustración al darse cuenta de que no pudo cumplir en la intimidad con Eleonora.
Sus pensamientos se oscurecieron con la pesadez del momento y la decepción que se apoderó de su orgullo herido.
La idea de no poder poseer físicamente a Eleonora atormentaba su mente, ahora le había otorgado un poder que ella podía usar para destruirlo.
El sol se sumergía lentamente en el horizonte, marcando el cielo de tonalidades cálidas mientras el príncipe Juan, con fiereza en sus ojos, se encaminaba hacia el reino de Silvaria.
La razón de su viaje era clara: buscaba un consejo y la amistad de su viejo amigo, el príncipe José Antonio.
Desde su infancia, habían compartido risas y desafíos, forjando un vínculo inquebrantable.
Juan confiaba en que, en este mom
