Con un destello sutil de malicia en sus ojos, la condesa Emilia, una vez que todos estuvieron ubicados en el comedor, no perdió tiempo y se inclinó hacia Eleonora con una sonrisa calculada.
—Princesa Eleonora, ¿a qué debo la distinción de su presencia en mi humilde hogar?
La princesa Eleonora mantiene su compostura e intenta explicar:
—Mi visita es en busca de una cuestión urgente y delicada, condesa. Necesito la colaboración del Conde Sebastián para resolver ciertos asuntos que afectan mi integridad personal.
—¿Colaboración, dice? Interesante. Estoy intrigada por saber los detalles de esta colaboración que, sin duda, afectará la armonía de mi tranquilo palacio —respondió con un sarcasmo apenas disimulado.
La princesa Eleonora trepidaba ante la idea de revelar a la condesa los verdade
