¡Vivirá en el palacio en ruinas de la familia!

1359 Words
Se vislumbraba en su mente el sombrío panorama de difamaciones que mancharían su nombre. Con resolución en sus ojos, el conde se comprometió a proteger no solo los territorios en disputa, sino también la honorabilidad de Eleonora, sabiendo que ambos desafíos requerirían una astucia y coraje excepcionales. —Querida Eleonora, para resguardar tu honor en medio de la inminente guerra que está por llegarnos, no solo con armas sino con argumentos psicológicos y patrañas que tal vez no podamos desmentir, he decidido que te quedarás en mi palacio, en mi alcoba real. En cambio, me mudaré a un antiguo palacio en ruinas cercano, donde podré coordinar mejor la defensa y alejar cualquier difamación de tu dignidad. —Pero, conde, no deberías tener que abandonar tu hogar por mi causa. Me siento culpable de incomodarte de esta manera. —Eleonora, no es una incomodidad, es una elección. Mi deber es protegerte y esta medida es necesaria. Tu seguridad y honor son prioritarios, y haré lo que sea necesario para asegurarme de que estés a salvo. El viejo palacio será mi refugio, pero mi corazón estará siempre contigo. Las palabras halagadoras del conde Sebastián hicieron que un rubor cálido tiñera las mejillas de Eleonora. Incómoda pero entusiasmada, escondió su rostro entre las manos, incapaz de sostener la intensidad de la mirada del conde. Percibiendo la incomodidad de la princesa, el conde Sebastián, con delicadeza, retrocedió un paso, dejando espacio para que Eleonora recobrara su compostura. En el silencio, la complicidad entre ambos se mantuvo y el conde, respetando la sensibilidad de la princesa, le ofreció un gesto de comprensión antes de retirarse discretamente. En una decisión tomada con premura, el conde Sebastián, sin consultar con la condesa Emilia, dio instrucciones directas a su guardaespaldas de confianza y al secretario. Les encomendó la tarea de preparar un baúl con todas las pertenencias esenciales para sobrevivir fuera del palacio durante meses. La orden fue ejecutada con discreción y rapidez, mientras el conde, con mirada decidida, se anticipaba a los desafíos que se estaban por acercar. La condesa Emilia, ajena a este acontecimiento, pronto descubriría la medida tomada por su heredero. La condesa Emilia, intrigada por la inusual actividad que presenciaba desde la ventana, observó con creciente sorpresa cómo Sir Garrick y Gervasio sacaban en hombros un pesado baúl real del palacio. Con la curiosidad aguijoneándola, no pudo resistirse y decidió seguirlos en silencio, deslizándose por los pasillos con la destreza de quien conoce cada rincón del palacio. La condesa, movida por la intriga y un presentimiento latente, se adentró en la incertidumbre que rodeaba las acciones de su hijo. —Primero, dos menesterosas, inusualmente escoltadas por el personal del conde, ingresan al palacio. Ahora un baúl real es llevado en secreto. ¿Qué acontece en los pasillos de este palacio? —se pregunta. Se apresuró y sin poder contenerse dio la voz de alto y preguntó: —Sir Garrick, ¿puedo tener un momento de su tiempo? Necesito comprender el motivo de este baúl real que están transportando. —Por supuesto, condesa. El conde Sebastián me encomendó preparar este baúl con sumo cuidado. Contiene las pertenencias necesarias para su estancia temporal fuera del palacio, en previsión de los desafíos que se avecinan. —¿Estancia temporal? ¿Desafíos? ¿Por qué no he sido informada de esto antes? —El conde prefirió no causar preocupación innecesaria, pero está tomando medidas preventivas. Su intención es proteger a la princesa Eleonora y asegurar el bienestar de la familia. Como sir Garrick no habló con claridad, quiso interrogar al secretario del conde. —Gervasio, no puedo ignorar más esta situación. ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué mencionaron a la princesa Eleonora? —Condesa, comprendemos su preocupación, pero no estamos en posición de aclarar completamente la situación. —¡No me vengan con evasivas! Exijo respuestas, ¡ahora! —Muy bien. La princesa Eleonora se ha mudado a este palacio. Es una medida tomada por su honor y libertad. —¿Cómo se atreven a tomar decisiones tan trascendentales sin consultarme? Esto es inaceptable Al escuchar las revelaciones sobre la mudanza de la princesa Eleonora al palacio del conde, la condesa Emilia sintió que la tensión arterial se disparaba. Un zumbido persistente resonaba en sus oídos mientras el eco de la noticia se estallaba en su pecho. El campo floreado parecía cerrarse a su alrededor y la condesa, con una mano aferrada a su pecho, sintió la amenaza de un desvanecimiento inminente. La incredulidad y la furia convergían en su interior, marcando el comienzo de una tormenta emocional que amenazaba con sumergirla en la oscuridad. Tras el episodio que dejó a la condesa Emilia al borde del desvanecimiento, Sir Garrick, con la serenidad de un leal servidor, la guio hasta su trono en el salón principal, instándola a tomar asiento y recuperarse. —Condesa, por favor, póngase cómoda — expresó con cortesía. Sin titubear, ordenó a un sirviente que trajera de inmediato una bebida refrescante, pero la condesa Emilia solo quería ver al conde Sebastián. El eco de sus pasos resonó en la estancia mientras la condesa, aún afectada por la noticia, aguardaba con una mezcla de ansias y aprensión la llegada de su hijo para aclarar las decisiones que ahora la envolvían en un halo de incertidumbre. —Madre, entiendo tu sorpresa y preocupación, pero traje a Eleonora al palacio movido por el corazón. No consulté contigo porque como caballero, creí que era mi deber actuar rápidamente para garantizar su seguridad. —Sebastián, no puedo ignorar que has tomado decisiones tan significativas sin consultarme. ¿Cómo puedes justificarlo? —mencionó con un tono de incredulidad. —Madre, mi amor por ti es inquebrantable, pero en este caso, la urgencia requería una acción rápida. —Dio varios pasos y prosiguió—. Confío en que, con el tiempo, comprenderás que mi acción fue la acción propia de un caballero al que le solicitan ayuda. —Sebastián, ¿cómo puedes actuar tan imprudentemente? Eleonora ya ha sido presentada como la esposa del príncipe de Ardenia. Tu osadía va en contra de toda moral y te enfrentarás a innumerables batallas al desafiar las normas sociales. —Madre, entiendo tus preocupaciones, pero mi decisión fue impulsada por el amor y la necesidad de proteger a Eleonora. Las normas sociales no deberían prevalecer sobre la felicidad y la seguridad de las personas que amamos. —Sebastián, tu actuar es inmoral e imprudente. Apenas conociste a Eleonora el día en que anunciaron su compromiso con el príncipe. ¿Cómo te atreves a desafiar las normas sociales y poner en riesgo el honor de nuestra familia? ¡La decepción que ha de sentir tu difunto padre debe ser inmensa! —Madre, entiendo tus preocupaciones, pero insisto, mi corazón no podía ignorar la necesidad de proteger a Eleonora. Mi amor por ella trasciende las formalidades. —Tu impulsividad podría desencadenar una guerra entre el reino de Ardenia, el reino de Eldoria y el nuestro. ¿Estás dispuesto a asumir las consecuencias de tus acciones, incluso si eso significa sumir a nuestro reino en la adversidad? Sebastián, tus acciones han creado un conflicto que deberemos enfrentar. —Para mí está claro y no temo los riesgos. A partir de hoy, Eleonora vivirá en mi alcoba real con su dama de honor para mantener las apariencias y yo me mudaré al castillo en ruinas de nuestra familia. —¡Deberás lidiar con las consecuencias de tus elecciones! —Madre, lo hice por amor, pero aceptaré las consecuencias. Si eso significa proteger a Eleonora y a nuestro reino, lucharé contra cualquier adversidad que se presente. —Sebastián, es tiempo de que aprendas que el amor no está exento de responsabilidades y sacrificios. Ahora, cada uno asumirá su destino en este complicado juego que han iniciado. No había tiempo de arrepentimiento, el conde Sebastián iba de salida y quiso saber si su madre le podía dar su bendición, pero la condesa Emilia estaba muy enfadada: —La tranquilidad de nuestro reino ha muerto tras robarte a la princesa. —sentenció con una expresión grave. El silencio que siguió resonó con la ruptura de la armonía familiar.
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