Evasión

1172 Words
-¡Buenos días! –La trigueña saludó con animosidad. Daniel levantó su rostro, sus ojos se cruzaron con los de Aranza, que le sonrió como de costumbre, y su mente perversa lo puso a prueba desde ese mismo instante. Se hundió en la profundidad de los ojos grises, que le recordaron la tormenta de deseo. -Buenos días –Respondió Soraya; mientras la trigueña caminó por detrás de Daniel, y pasó su mano de un hombro al otro, rozándole la nuca por accidente. El castaño cerró los ojos, el ligero toque de piel con piel, lo hizo sentir un cosquilleo a través del cuerpo, concentrándose en su entrepierna, provocando que su falo se irguiera ante la inesperada caricia - ¿Vas a querer café o jugo? –Soraya prosiguió con la rutina del desayuno. -Jugo mamá –Aranza se sentó en su lugar en la mesa, se sirvió un delicioso panqueque –Daniel pásame la miel por favor –Le pidió amable, pero el castaño no la escuchaba. Veía cómo los labios se movían; sin embargo, su imaginación divagaba: gemidos, jadeos, de un placer inexistente. La trigueña frunció el ceño y movió la mano de un lado a otro frente a los ojos del castaño –Daniel, la miel – El chico se levantó precipitadamente, trastabillando en el corto trayecto de la cocina, a la sala. Tomó la mochila y salió presuroso hacia la escuela. Las dos mujeres lo observaron con extrañeza durante todo el recorrido –¿Qué le pasó? –Preguntó Soraya, haciendo contacto visual con su hija. Aranza se encogió de hombros –De repente su rareza sale a relucir –Soraya negó ante la respuesta, mientras Aranza se levantó por la miel. ** Había pasado una semana desde que Daniel se había masturbado con la imagen de Aranza. Sus corrompidos pensamientos lo conducían por ideas lujuriosas con Aranza, o tenía sueños con poco decoro, que siempre conducían al mismo final. Eso lo llevó a evitar a toda costa cruzarse con ella. Por las mañanas comenzó a ser el primero en bajar a desayunar, y en cuanto la veía, tomaba su mochila, usando cualquier excusa salía huyendo de la casa. -Últimamente te estás haciendo más responsable, te levantas sólo -El sarcasmo de Soraya no pasó desapercibido para él. -¿Qué dejó de desayunar papá? -Daniel preguntó, prefiriendo desviar la conversación. -Jugo de naranja y croissants, yo acabo de preparar huevos rancheros -Le sirvió mientras se sentaba en la barra desayunadora. -Daniel, ¿Aranza te hizo algo? -Soraya preguntó directamente, y se quedó observándolo, queriendo descubrir el secreto. -No, ¿por qué preguntas? -La respuesta estaba cargada de nerviosismo. -Daniel, tú y tu padre son un libro abierto, y por tu reacción sé que en definitiva te hizo algo. Diría que Aranza es hija del demonio, pero me metería en un aprieto yo misma -Soraya se encogió de hombros -La conozco, me aseguraré que ella no se entere si me lo confiesas, recibirá un castigo, te lo aseguro -Tenía una mirada con cierta severidad. Pronto el momento se vio interrumpido, porque escucharon ruidos provenientes de la escalera. -Te aseguró que no me hizo nada, créeme -Trató de sonar lo más convincente posible, porque de cierta manera era cierto. Aranza llegó a la cocina -Llegaré tarde a la escuela, hasta luego -Tomó una manzana del frutero y su mochila, para salir casi corriendo de la casa. Y las cenas, no distaban mucho de las mañanas. Se sentaba, saludaba a todos evitando el contacto visual con la trigueña, comía con rapidez, y se iba a encerrar a su recámara. Para hacer más evidente la situación, dos fines de semana, no salió en lo absoluto de su habitación. Era de más que notorio para todos, porque eran los únicos tres periodos de tiempo en los que se veían. Su padre se pasaba la mayor parte del tiempo en la pastelería; Soraya trabajaba en horario de oficina en la agencia publicitaria; no tenía la menor idea de la hora en la que llegaba Aranza, porque él, que llegaba a medio día, solía jugar en la computadora hasta que Soraya lo llamaba poco antes de la cena. Una tarde más llena de ansiedad. Pasó sus manos por su cabello, mientras caminaba de un lado a otro dentro de su habitación, con la indecisión y frustración presentes en su cuerpo. Solo tenía un fiel amigo de su edad, fuera de eso él era un cero a la izquierda en la vida de otras personas; por lo que no tenía a quién pedirle un consejo ante los recientes acontecimientos. -¡Bien! ¡Hagámoslo entonces! -Dijo en voz alta, para convencerse a sí mismo de la decisión que había tomado. Encendió la computadora y abrió las grabaciones. Cuando llegó a la parte donde Aranza se observaba fijamente en el espejo, editó el video, cortándolo para que comenzara desde ese minuto. Ahí estaba de nuevo, la trigueña sin blusa, con la mirada lujuriosa; Daniel se contuvo para no masturbarse de nuevo con aquella imagen y prosiguió observando la grabación. Ella se quitó la falda, revelando que su ropa interior blanca estaba a juego. Pasó su mano derecha hacia atrás de su espalda, tardó solo unos segundos en llevarla de nuevo hacia el frente, pasando directamente a deslizar los tirantes del brassier por sus hombros y lanzarlo hacia la cama. Tomó con delicadeza sus senos, los cuales, Daniel pudo percatarse que le cabían perfectamente en sus manos. La vio amasarlos con sutileza un par de veces, para terminar acariciando con las yemas de sus dedos los pezones, que ya se encontraban erguidos. No soportó más, pausó el video. Pasó su mano de nuevo por su cabello, sin despegar sus ojos del monitor con la imagen congelada, porque se encontraba vacilante ante la disyuntiva. Se puso de pie de inmediato, con agitación se quitó toda la ropa, y se volvió a sentar frente a la computadora. Presionó la tecla para que la grabación continuara, su mano viajó hacia su pene, para moverla suavemente, desde la punta hasta la base. Aranza se quitó la última pieza de ropa, dejándola desnuda completamente frente al espejo, pero en esa ocasión no se quedó mucho tiempo mirándose; se alejó prontamente para traer la silla que estaba frente a su computadora, y la puso justo frente al espejo. Cuando la trigueña se sentó en la orilla de la silla, con las piernas totalmente abiertas, lo hicieron observarla estupefacto. Y para su mayor deleite, los dedos, índice y medio, viajaron para abrirse los labios mayores. En ese momento la mano libre de Daniel presionó la tecla que pausaba el video, mientras la otra, comenzó a moverse más rápido. Aranza estaba expuesta totalmente para él, el color rosa pálido de su interior brillaba e ideas retorcidas invadieron su mente: ¿a qué sabría si su lengua la probara? ¿Qué sentiría si su pene entrara? ¿Ella se masturbaría? Un golpe de placer lo recorrió, e intentó que su mano lo prolongara lo más que pudiera.
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