Encuentro –Segunda parte

1075 Words
Aranza terminó por entrar en la habitación, cerró la puerta y se recargó en ella, pensativa. ¿Era una señal de que no lo dejaría escapar? Daniel a pesar de estar desnudo, solo detuvo su mano, mientras la otra bloqueaba la computadora, y culminó colocando ambas sobre su regazo, tan lentamente como le fue posible. Quería decir algo, pero sus nervios no formaban ninguna idea y solo movió los labios haciendo unos ligeros sonidos extraños. Aranza rápidamente colocó su dedo índice sobre sus propios labios, un ademán típico para guardar silencio, y sus ojos grises se quedaron fijos en los verdes nerviosos de Daniel. Silencio. Ambos comenzaron a pensar, ¿qué hacer ante semejante panorama? Era toda una divergencia. La mente de Daniel, disparó la larga lista de razones: de primera, había invadido su privacidad. Si su padre se enteraba, no solo temía por su bienestar físico, porque ya contaba con la dura paliza que le daría; sino que además terminaría por echarlo de la casa, y hasta desheredarlo por su atrevimiento, sobre todo por el antecedente que tenía con Jay. Definitivamente comprendió a su padre, incluso él se había molestado con lo sucedido con el rufián ese; a pesar de todo, el cretino no tenía ninguna clase de vínculo estrecho con la trigueña. Porque reconocía que no era su hermana, pero de alguna manera estaban emparentados, y eso lo complicaba aún más… Para Aranza fue un poco más sencillo, frente a ella se desplegaba la ocasión de experimentar la teoría explicada por Benji, comprobándolo de manera práctica con Daniel. Lo único era que ¿estaba dispuesta a utilizar a Daniel en sus fines educativos? Porque era un niño, no solo era menor que ella, sino su personalidad, su actitud… Su actitud había cambiado, en definitiva ya no podía considerarlo un niño. Y la resolución más remota para Daniel sucedió. -Déjame verte haciéndolo -Aranza fue la primera en hablar. Y en ese momento, Daniel pudo reconocer la tormenta de deseo que se estaba formando en los ojos grises. Estaba dudando, la situación carecía de sentido; pero su cuerpo, específicamente su pene que continuaba rígido, le dictaminaba proseguir sin importar su raciocinio. Tomó sutilmente de nuevo su falo, y giró la silla para que Aranza tuviera a la vista todo el espectáculo -¿Puedo... puedo ver tus pechos? -Se atrevió a preguntar, provocando que ella sonriera atrevida, triunfante. Sin la mínima señal de duda se despojó de todo lo que cubría la parte superior de su cuerpo. Amasó solo uno de sus pechos, mientras su otra mano desaparecía dentro de sus pantalones. Daniel no tuvo que imaginar demasiado lo que estaban viendo sus ojos, ya había sido espectador del placer que ella misma podía darse. Su mano trabajó con frenesí, y no pasaron muchos minutos, para que la sensación conocida para Daniel lo atravesara. Aranza no perdió la oportunidad para estudiarlo al instante: la vista perdida, su cuerpo tenso, aquel líquido blancoso parecido a la leche siendo expulsado desde la punta de su m*****o, y el movimiento de la mano marcaba la intensidad del chorro. Cuando Daniel volvió en sí, Aranza tenía una sonrisa de satisfacción, y salió de su habitación sin dirigirle una sola palabra. ¡¿Qué mierda había sido todo eso?! Si anteriormente no tenía la menor idea de cómo actuar, después de lo acontecido fue peor. Al día siguiente Daniel estaba nervioso, intranquilo, ansioso; prácticamente caería en una histeria segura. Así que prefirió seguir evitando a Aranza como lo había estado haciendo últimamente. Era muy temprano en la mañana cuando salió por la puerta de la casa, pero se llevó una sorpresa cuando en la distancia vio a la trigueña, al parecer, esperando por él. Ya no podía regresarse, si lo hacía, ella sospecharía de inmediato; así que comenzó a caminar lentamente por el sendero que conectaba con la acera. -Necesitamos hablar –Aranza estaba recargada en su coche, con media sonrisa dibujada en su rostro –Sube, te llevó –Le abrió la puerta del copiloto, y Daniel, que se mantuvo sin hablar, no tuvo de otra más que entrar. Segundos después ella ya estaba encendiendo el motor. El trayecto fue en total silencio. Daniel llevaba el corazón acelerado, un hueco en el estómago, las manos sudorosas y la vista al frente, ni por error la miró de reojo. Aranza iba divertida por la situación, aquel niño que la atosigaba para jugar con anterioridad, ahora la estaba evitando. Se estacionó en la esquina de la secundaria. El castaño de manera apresurada movió la manija para abrir la puerta, pero Aranza no había quitado los seguros, por lo que no pudo salir huyendo como lo deseaba. -Muchas gracias por traerme, ¿puedes abrirme la puerta? –Le habló con rapidez, nervioso, y sin verla. Aranza se acomodó en su asiento, girando su cuerpo con dirección al castaño –Mírame Daniel –Dijo con cierta autoridad. El chico apretó los ojos, suspiró para tomar valor, y terminar abriendo los ojos de nuevo. Muy lentamente giró su rostro, para encontrarse con la mirada grisácea irradiando diversión, que pronto se complementó con una sonrisa. -Quiero que se repita lo de ayer –Atrevidamente le propuso. -¡¿Cómo dices?! –Preguntó incrédulo y sorprendido. -Quiero que te masturbes frente a mí Daniel –Al pobre chico parecía que se le iban a salir los ojos de tanto que los abrió, por la franqueza o por la actitud soez de la trigueña. -Pero… pero… -Lucía a punto de sufrir un ataque de pánico. -Daniel, respira. Piensa –Le dijo de manera tranquila, provocando que se hiciera un silencio momentáneo. El castaño comenzó a parpadear de nuevo y su respiración se regularizó -¿Pero? –Retomó la conversación. -Aranza, somos… familia –Al fin pudo articular las palabras. -Son nuestros padres quienes están juntos, tú y yo somos amigos, ¿recuerdas? –Daniel supo a lo que se refería, y le dio la razón, tal vez solo para liberarse de la culpa, que ya se había apoderado de él con anterioridad. Aranza siempre había sido muy consciente de la situación: Dante no era su padre, Daniel no era su hermano, y el que estuvieran todos bajo el mismo techo era circunstancial. Los quería a ambos, tenían una relación muy estrecha; sin embargo, la realidad estaba muy clara desde su perspectiva, no eran una familia. -De acuerdo –Daniel aceptó, provocando que ella sonriera satisfecha.
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