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1470 Words
-Creí que dijiste que no era tu novio –Jay le habló desde atrás a Aranza, mientras ella veía al castaño perderse en la lejanía. -No lo es –Se apresuró a responder. Repentinamente la nostalgia la embargó, se hizo consciente de que ya no conversaría con Benji. -¡Interesante! ¿Entonces besas a tus amigos? –Sintió el escarnio cuando lo volvió a escuchar, pero a un lado de ella. Suspiró profundamente, y se giró para comenzar a caminar, sin siquiera verlo. -A los que se vuelven especiales –Terminó por alejarse de él, abandonándolo en el estacionamiento. *** El horario que tenía Jay, solo compartía la mitad de las clases con Aranza, que fue de las únicas personas con las que realmente se relacionaba en la preparatoria. La última clase del día: Química. El aula estaba al final del pasillo del tercer piso del edificio. Todos los alumnos estaban dispersos, esperando por la llegada del maestro, que ya estaba tarde por algunos minutos. El rubio y la trigueña estaban recargados en el barandal, conversando de la primera fiesta que se avecinaba. Fue Jay quien cambio radicalmente el tema. -Aun no puedo dejar de pensar en eso que dijiste el otro día –Le pareció extraño, la tonalidad que utilizó fue seria. Se giró completamente para quedar de frente a él -Dudo mucho que me pongas atención –De inmediato el rostro de Jay mostró indignación –No me mires así, aún no sabes dónde está el laboratorio –Aranza se apresuró a agregar, ganándose las carcajadas del rubio ante el comentario. Así consiguió relajarlo totalmente - ¿Qué dije? ¿Qué día? –Fue el turno de ella, de indagar con seriedad. -El que solo besas a tus amigos especiales –La revelación la hizo sonreír con presunción. Para ella no era un secreto que los chicos estuvieran interesados en su persona, solo que consideraba a Jay similar a ella: arrogante y engreído. Jamás le pasó por la mente, que él mostraría su sentido de atracción por ella. -¿Quieres ser mi amigo? –Lo interrogó de nuevo, con burla. -¿Creí que ya éramos amigos? –El rubio frunció el ceño, sintiéndose indignado otra vez. -O ¿Solo quieres besarme? –Aranza dio un paso hacia el frente, con una sonrisa atrevidamente cínica, quedó a escasos centímetros del rostro de Jay. El rubio puso sus manos sobre la cintura de Aranza, ejerciendo la suficiente fuerza para que sus cuerpos hicieran contacto. El aliento de ambos se mezclaba frente a sus rostros, podían sentir la tensión, porque ambos lo deseaban. Pero Aranza mantuvo su sonrisa, y ella no perdería, no sería la primera en ceder; y ganó. -¡Al diablo! –Fue Jay quien eliminó la escasa distancia, quien comenzó el beso. Aranza pasó sus brazos por el cuello del rubio, correspondiendo. Pudo sentir cómo el rubio intensificó el beso, cuando la lengua entró a su boca de manera rauda y con pericia; además, de que atravesó por toda su cintura un solo brazo, haciendo notorio lo pequeña que ella era para él, porque la abarcaba por completo; mientras la otra mano, la sujetó de la nuca. Estaba a punto de separarse de él, porque su raciocinio empezó a desfilar las ideas: estaba en la escuela, había compañeros de clase alrededor, que de hecho, había dejado de escuchar, y eso no era una buena señal, debían estar dando un buen espectáculo. Sin embargo, fue un poco peor. -Jóvenes, estamos en un recinto escolar, por favor absténganse de tener ese tipo de comportamiento –La voz autoritaria y grave del profesor los hizo separarse. Por breves segundos conectaron sus miradas. Los ojos azules ardían en deseo, mientras los grises lucían divertidos; incluso Aranza estaba reprimiendo una risa. Se giró hacia el profesor y lo vio sonriendo con apacibilidad –Por supuesto –Y se alejó de Jay con dirección del aula. A partir del suceso, sus compañeros, e inclusive algunos maestros, creían que ellos eran novios. Y a pesar de los constantes besos que se suscitaban, ya fuera por accidente o porque encontraban un breve momento para hacerlo; su relación no era propiamente de noviazgo. Jamás lo habían hablado o propuesto; sin embargo, tampoco se consideraban amigos, en el sentido estricto de la palabra. Y es que sabían que era algo fugaz, momentáneo; al final del semestre Jay regresaría a Ciudad Sigma. *** Era la última fiesta antes de las vacaciones de verano, que daba por concluido el primer año de la preparatoria. Estaban en la casa de Jack, quien era famoso por conseguir cervezas y otras presentaciones de alcohol, aun y cuando seguían siendo menores de edad. -Mañana sale mi vuelo a Ciudad Sigma -Dijo Jay con nostalgia, para después darle un trago a su cerveza. Aranza no quiso ir por ese camino -¡Entonces aprovechemos éste tiempo que queda y divirtámonos! -Tomó de la mano a Jay y lo arrastró dentro de la casa de nuevo, donde la música era ensordecedora, ahí bailaron canción tras canción. El rubio quería realmente disfrutar el tiempo restante, por lo que cada vez que pasaba alguien con cervezas, no dudaba en tomar alguna, hasta que se sintió un poco mareado. -No me siento muy bien -Le dijo a Aranza en el oído. -Vamos a un lugar más tranquilo -Se acercó al oído de Jay para responder. Él la tomó de la mano, para guiarla al baño del segundo piso. Aranza se sentó sobre el inodoro, mientras observaba al rubio echarse agua del lavabo. Después de repetir el proceso un par de veces, se recargó sobre el lavabo y se miró al espejo. -¿Te sientes mejor? -Le preguntó un tanto preocupada. Jay no le respondió, rápidamente se inclinó sobre ella y la besó. Algo que Aranza consideró común, por lo que solo correspondió; sin embargo, estaba equivocada, Jay estaba determinado que la última noche juntos, debía pasar al siguiente nivel con ella. Deslizó sus manos por los muslos desnudos de la trigueña, ya que llevaba un vestido corto ceñido al cuerpo. Fue demasiado rápido, ni siquiera se sentía preparada, así que solo interrumpió el beso. -¿Qué crees que estás haciendo? – Cuestionó intrigada e indignada, porque no quería ser la noche de placer de un borracho. Apreciaba a Jay, pero no estaba dispuesta a tener sexo con él de esa manera. -Hace tanto que deseaba esto -Jay intentó besarla de nuevo, pero ella lo empujó con fuerza, alejándolo. -¡Pero yo no! ¡Así que no te me acerques! -Quiso salir del baño rodeándolo, pero el rubio la tomó con fuerza, lanzándola contra la pared y atrapándola con su cuerpo. Forzó de nuevo un beso en los labios, que Aranza giró su rostro para evitar. Jay sonrió por el desprecio, pero no se inmutó ante él, continuó besándola por las mejillas, el cuello; mientras sus manos subían el vestido, queriendo hacer una intromisión en su intimidad. Aranza lo empujaba por los hombros, pero no lo movía ni un ápice. Entonces vio sobre los entrepaños que se encontraban de su lado derecho, objetos que podría utilizar para defenderse; tomó la secadora y la estrelló en la cabeza de Jay, quien aflojó el agarre tambaleándose hacia atrás. -¡Maldita estúpida! -Se tocó donde había recibido el golpe y sintió el líquido viscoso; que si bien no era demasiado, la acción lo hizo enfurecer. Aunque Aranza quiso aprovechar ese pequeño momento para escapar, Jay la abofeteó con toda su fuerza, haciéndola caer. El golpe en su rostro fue lo suficiente aturdidor, como para que no sintiera el golpe de su cuerpo contra el piso de vinil. Lo que si sintió, fue el mareo y la debilidad, como si la fuerza la hubiera abandonado. Lágrimas comenzaron a salir de sus ojos sin explicación alguna. Jay se colocó sobre ella, aprisionándola con su peso, volvió a subir el vestido, de un tirón arrancó el encaje que usaba como ropa interior, se desabrochó el pantalón y... Aranza vio todo en cámara lenta, una ira indescriptible la invadió, haciendo que su cuerpo se inundara de adrenalina, el aturdimiento pasó en un segundo, colocó sus manos en las mejillas de Jay y los pulgares los hundió con toda su fuerza sobre las cavidades orbitarias, provocándole un intenso dolor al rubio. Sabía que no podía detenerse cuando sintió a Jay con menos fuerza sobre su cuerpo, y sus manos tratando de alejarla. Flexionó todo su cuerpo, a manera de que sus pies quedaran sobre el pecho de Jay, y lo pateó con todas sus fuerzas. La intensidad fue tal, que el cuerpo salió volando, chocando contra la puerta de cristal de la regadera. Sin pensarlo, sin siquiera voltear a verlo, se puso de pie y salió corriendo a toda velocidad.
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