Historias

1472 Words
-¿Te puedo preguntar algo? –Daniel llamó la atención de Soraya. -¡Claro! –Soraya de inmediato se sentó en la cama, donde estaba el niño de ojos verdes, listo para dormir. -¿Puedes contarme cómo nació Aranza? –La pregunta la tomó por sorpresa, pero le sonrió con ternura. -¡Por supuesto! Comencemos… por la hora, eran las 5.36 de la mañana, un día de otoño, cuando por toda la habitación escuché su llanto… -La emoción que la había embargado se vio interrumpida por Daniel. -¿Por qué los bebés lloran cuando nacen? –Su expresión denotaba el real interés en el asunto. -Bueno, porque es la primera vez que inhalan y exhalan oxígeno hacia sus pulmones -Le respondió queriendo instruirlo. Se encogió de hombros, y Daniel sonrió comprendiendo -Prosigo. Entonces escuché a la enfermera… -Soraya se sumergió en ese recuerdo: {{-¡Felicidades! ¡Es una niña! –Vio a su hija en brazos de la mujer que estaba totalmente cubierta por el equipo médico desechable –Vamos a revisar que todo esté bien con ella, no nos tomará más de cinco minutos –Le informó de manera sonriente.}} Hasta recordó los sentimientos que la habían invadido con rapidez: alegría, miedo, preocupación; todo en una fracción de segundo, mientras la enferma se giraba con la pequeña. Y es que su decisión de ser madre soltera, había sido tajante y absoluta, después de la riña que tuvo con su pareja al enterarse de su engaño. Ese fue el motivo por el que jamás le reveló acerca de su embarazo; además de mudarse a Ciudad Alfa en el primer trimestre de gestación, sin dejar rastro alguno. {{-¡Aquí está la pequeña princesa! –Cuando recibió a su hija, sonrió, convenciéndose que todas las decisiones que había tomado, habían sido las correctas; y las que tomaría, serían las mejores.}} Ese pequeño pedazo de su pasado, la hizo sonreír, porque no habían sido fáciles. Tuvo que prepararse antes de dar a luz, consiguiendo un empleo, en el que rápidamente obtuvo un importante ascenso, ya que era una publicista sobresaliente. Dicho empleo le permitió rentar un modesto apartamento en el centro de la Ciudad. Los primeros años de vida de Aranza fueron complicados para ella, ya que tenía que dividir su atención hacia su interminable trabajo, y su demandante bebé. Pero se sentía satisfecha con sus logros profesionales y personales. -Todo estaba pasando demasiado rápido, que para cuando me di cuenta, Aranza ya caminaba y estaba a punto de cumplir dos años. No podía dejar que se me pasara el tiempo de esa manera, así que le hice su primera fiesta de cumpleaños… -Continuó narrando. Entonces hizo un silencio, percatándose que esa fue la primera vez que había estado en la famosa pastelería del centro. Y ese recuerdo también volvió a su mente: {{-¿Qué desea que diga el pastel? –}} Ahí estaba la señorita castaña de ojos verdes tras el mostrador. Pasó su mano por el cabello de Daniel, porque se percató que eran los mismos ojos verdes que recordó. {{-Feliz cumpleaños Número 2 Aranza -Justo cuando dirigió su mirada hacia su pequeña, ésta se encontraba tomando un pan directamente con las manos -¡Aranza! – Corrió inmediatamente con preocupación, y la tomó en sus brazos, pero la niña ya estaba comiendo lo que había tomado -Lo siento, cóbreme la pieza de pan por favor -Se dirigió a la señorita de nueva cuenta, mientras caminaba hacia el mostrador cargando a su hija. La castaña sonrió ante la travesura, era notorio su gusto por los niños -No se preocupe, ese será un regalo de la pastelería para Aranza, después de todo está próximo su cumpleaños - -¡Gracias! Entonces pasaré el sábado por el pastel -Soraya le sonrió cuando aceptó, y una vez que terminó de pagar, salió de ahí con Aranza en los brazos.}} Recordó lo emocionada que estaba, y dio media sonrisa con melancolía. Ya desde esa edad Aranza hacía travesuras. Se giró a ver a Daniel, que ya estaba dormido. Pero el haber remembrado un poco de su pasado, la hizo darse cuenta que había conocido a Damaris. ** -¿Tuviste problemas para mandar a Daniel a dormir? –Dante le preguntó un poco preocupado a Soraya, era la primera vez que la dejaba hacerlo. -No –Aun estaba un poco nostálgica, tanto que Dante lo notó. -¿Pasó algo? –Se acercó a ella, tomándola de la mano para jalarla hacia él en un abrazo. Soraya le sonrió –No, solo que me hizo recordar algunas cosas. Me pidió que le contara cuando Aranza nació – Dante suspiró con pesadez –Sí, a mí siempre me pide que le platique de su nacimiento… O que le hable de su madre –Con esa última frase se le quebró la voz. Por extraño que pareciera, aun no lograba superarlo del todo. Soraya lo abrazó con fuerza, a pesar de no saber con exactitud lo que había sucedido, sabía que el perder a alguien amado era demasiado duro –Definitivamente es más fácil dormir a Aranza –Quiso cambiar de tema. Dante sonrió –Esa niña es increíble –La emotividad con la que lo dijo, le hizo saber a Soraya que realmente lo sentía. -Vayamos a dormir, mañana tienes que levantarte temprano –Deshizo el abrazo, para comenzar a prepararse para ir a la cama. Aun con el intento de Soraya por evitar el tema, Dante soñó con ese día tan divergente para él: {{La sala del quirófano estaba lista, los doctores y enfermeras en sus posiciones, con el reloj marcando las 3.16 de la madrugada. Él tenía tomada la mano de su esposa, veía su expresión de dolor, y lo único que le preocupaba en ese momento, era que su sufrimiento terminara a la brevedad posible. Se sintió inundado de felicidad cuando escuchó a Daniel llorando, su primogénito había llegado al mundo, y él sería de los primeros en darle la bienvenida. Soltó a su esposa, porque la enfermera le entregó al pequeño en los brazos. -Tiene tus ojos mi amor –Le hizo saber a Damaris, mientras caminaba de un lado a otro dentro de la habitación. Damaris observaba cautivada la escena, sabía que Dante sería un buen padre –Te ves tan tierno –Y es que aquel sujeto robusto, de 1.92, sosteniendo un frágil y pequeño cuerpo entre sus brazos, lo hacía lucir delicado, amoroso. Dante recordó la espera de 4 años antes de tener a su primer hijo, porque querían tener todo preparado para la familia que soñaban formar. Habían comprado una casa, un auto y tenían una pastelería que estaba creciendo en popularidad en el centro de Ciudad Alfa. Anhelaban tener dos hijos; Dante esperaba una niña y un niño; mientras que para Damaris no era lo principal, para ella lo único importante, era que nacieran con salud. Habían hablado de darles una vida sin carencias, una buena educación, para terminar sus días longevos en tranquilidad; al menos ese era su plan. En un instante todo se tornó caótico y desesperante. Dante tenía en brazos a Daniel, cuando escuchó un sonido del monitor que estaba conectado a Damaris, posó su mirada en ella y lucía extraña, para cuando se dio cuenta, había una enfermera empujándolo afuera de la habitación, otra enfermera y un médico sobre el cuerpo de su esposa, y la puerta se cerró con aquella imagen atravesando sus pupilas. Se quedó parado en el mismo lugar donde lo habían dejado, con el bebé en brazos, intentando entender qué sucedía. 3, 5, 8 minutos y el médico se paró frente a él. -Lo siento mucho Señor Olivier, hicimos todo lo que pudimos… -Y dejó de escucharlo. Su mirada viajó al pequeño que tenía entre brazos, las lágrimas brotaron sin que él se percatara –Te prometo que voy a estar contigo siempre… –La voz se le quebró y terminó su promesa en su mente, quedando grabada en su corazón. Él le prometió que cumpliría los sueños que tenían entre Damaris y él: haría crecer la pastelería, lo educaría y llevarían una vida tranquila en la casa que compraron.}} Una hemorragia después del parto hizo que Damaris muriera a las 8 de la mañana. El mismo día que nació Daniel, Dante experimentó, en la gama de sentimientos, el lado opuesto de la felicidad. El sueño había sido tan vívido, que el huracán de emociones fue evocado. Despertó del sueño angustiante, removiéndose con brusquedad, provocando que Soraya lo sintiera y ella de manera instintiva simplemente lo abrazó. El contacto lo hizo sentir bien, aun cuando el sentimiento de amor que tenía por Damaris seguía ahí, era consciente que debía seguir adelante: por Daniel, por Soraya, por Aranza, y al último, por él mismo.
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