Fiesta

666 Words
-¿A dónde vamos? –Aranza preguntó entusiasmada. Siempre que su madre le hacía usar uno de “esos vestidos incómodos," como ella solía llamarles, terminaba obteniendo un nuevo juguete o dinero para comprarse golosinas a escondidas. -A una fiesta de cumpleaños –Le respondió sintiéndose orgullosa de ella. Y es que Dante, hacía un par de días, se había acercado para invitar a su hija a dicha fiesta, narrándole el suceso por el cuál estaba agradecido con la pequeña. Aranza se encogió de hombros, solía asistir a fiestas todo el tiempo por el trabajo de su madre, lo que la había hecho conocer a muchas personas, haciéndola desarrollar la habilidad de reconocer cómo debía comportarse de acuerdo al lugar. Llegaron a la casa de los Olivier, y fue Dante quien las recibió en la puerta. -¡Gracias por venir! –Se dirigió a Soraya con honesta gratitud. -Al contrario, muchas gracias por invitarnos. Trajimos un presente para Daniel –Soraya extendió la caja envuelta con el papel especial. -Gracias –Había cierta inseguridad en la actitud de Dante hacia Soraya, que ella determinó era una constante en él, ya que desde que lo conoció se comportaba de aquella manera –Pasemos por favor –Terminó por invitarlas. Ya se encontraban algunos adultos conversando entre sí, y los niños corriendo, jugando como se esperaría de ellos. Para Soraya no pasó desapercibido los pocos invitados que había, y que al paso de la tarde, no se sumaron más. Como toda buena publicista, las relaciones con las personas se le facilitaban, y pronto estaba interactuando con todos en la reunión. Llegó el momento del pastel, Dante estaba en la cocina, preparando las velitas, cuando Aranza apareció frente a él. -¡Vaya! Ese pastel de chocolate luce apetitoso –A la pequeña trigueña le brillaban los ojos. -Tal parece que te gusta el chocolate –Dante le dijo con una sonrisa amigable, y la niña asintió sonriéndole también –¿Cuántos años tienes? – -7 –Respondió con rapidez. -¿Y tú madre te permite comer chocolate? –Cuestionó con cierta cautela. -¡Sí! –Le contestó entusiasmada. Dante sacó un par de chocolates de uno de los cajones, y se los extendió a Aranza –No les digas a los demás niños –La niña le sonrió con complicidad, tomó los chocolates mientras negaba con la cabeza –No tengo suficiente para ellos –Dante terminó por confesarle sonriendo –Vamos al jardín –Tomó el pastel con cuidado, mientras observaba a la niña salir corriendo frente a él. Cantaron la acostumbrada canción de cumpleaños. Daniel pidió su deseo y apagó las velitas, entonces los niños regresaron a jugar. -¡Wow! –Todos los niños gritaron al unísono, realmente sorprendidos cuando Aranza dio un giro mientras saltaba en la cama elástica. Sí, con todo y el vestido de encaje. -¿Me puedes enseñar a hacer eso? –Daniel le pidió con ilusión y entusiasmo. -Sí –Aranza le respondió despreocupada, como si no fuera la gran cosa, incluso encogió los hombros. A partir de aquella tarde, el tímido y poco sociable Daniel comenzó a jugar con la inquieta y extrovertida Aranza. -Aranza te has ganado un premio –Soraya miró de manera rápida a su hija por el retrovisor –Pídeme lo que tú quieras –Ésta vez, no separó su vista del camino. La niña no sabía el motivo del premio, pero no le importó -¿Podemos tener un perro? –Preguntó con tono precavido. -¡Por Dios Aranza! –Cierto fastidio fue notorio en la expresión. -Dijiste lo que yo quisiera –La niña le habló con reproche. -Pensé que pedirías ir al parque de diversiones, de compras… -Soraya se vio interrumpida. -Eso son cosas que tú quieres –Aranza de encogió de hombros, mientras Soraya suspiró derrotada. -De acuerdo –Volvió a mirar rápidamente a su hija por el retrovisor, que tenía una sonrisa de victoria.
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