¿E…? Pov:
Valerie…
Suspiro con profundidad, sintiendo que de nuevo me invaden las sensaciones estimulantes al recordar a aquella mujer que se entregó a mí en una noche de copas y pasión. Esa mujer que aún siento entre mis brazos, entregada a mí y al placer en el cual ambos habíamos caído presos. Tan mía y a la vez tan distante, pero su nombre aún resuena en lo más profundo de mi mente y su cuerpo aún permanece grabado en mi memoria.
Valerie…
Esa noche no pensé que me encontraría con tan grande tesoro; siendo sincero no estaba buscando nada, solo quería ahogar mis problemas de alguna manera y, cómo por obra del destino o por simple casualidad, me encontré con otra alma rota que solo quería olvidar sus problemas así como yo. El alcohol en nuestros cuerpos nos invitó a atrevernos y yo acepte esa tremenda invitación que me hizo desear con ferviente ardor a esa mujer que ahora solo se encuentra en mis recuerdos.
Tiene que volver a mí.
Ni los años, ni la distancia que nos separan me han hecho olvidar tu sedosa piel, ni el olor de tu cuerpo ardiente entregado por completo a mí. Cuando la vi sola en aquella barra no me llamó la atención, pero cuando me acerqué a ella solo para hablar, hubo una atracción casi inmediata. En ese momento pensé que ella era un misterio, un enigma verdaderamente interesante y yo quería averiguar todo eso que ella ocultaba. Ahora solo puedo compararla con el cofre de un valioso tesoro, aunque por fuera el cofre parezca común y poco llamativo, por dentro oculta un colosal tesoro que nunca nadie conoció.
Solo yo.
Incluso ella ignora su propia belleza, eso es lamentable, si se viera a sí misma a través de mis ojos se daría cuenta lo preciosa que es; quizás se ha estado viendo a ella misma con ojos equivocados y es por ello que piensa que es poco atractiva. Me pareció que ella intentaba ocultarse o esconderse de ella misma, pero eso solo me resultó más adorable.
—Cariño…—digo a la nada, pues me encuentro completamente solo, aunque en realidad quisiera que el viento llevase mis palabras hasta la persona a la cual van dedicadas estás anhelantes palabras—Quisiera poder tenerte de vuelta en mis brazos.
El tiempo se acerca.
Meneo con parsimoniosa tranquilidad la copa de vino que se encuentra en mi mano y observo desde el gran ventanal de mi estudio una brillante luna que me espía curiosa en la oscuridad de la noche que ella domina. Ni las luces de la ciudad, ni la majestuosa torre Eiffel que se irgue orgullosa ante mí se compara con esa mujer que ha inundado mis pensamientos dese que deje los Estados Unidos hace varios años atrás. Tendré que disculparme con mi bella París, pero hay otra que es la que ha inundado mis pensamientos desde hace tanto tiempo y es la dueña de todos los suspiros que he dejado escapar en los últimos 5 años.
Doy un sorbo pequeño al contenido de la frágil copa de cristal que se encuentra en mi mano. Es delicioso, pero hay otro sabor el cual estoy deseando probar. Al parecer, ni el vino más caro se compara al sabor de ese hermoso cuerpo que descubrí aquella noche y que me deleitó con su entrega total. Una mujer tan apasionada, debe ser cuidada de manera recelosa como si fuese un verdadero tesoro.
Ella estaba desesperada por mis caricias.
Esa dulce pasión que me cautivó y la manera en la que ella se estremecía cuando tocaba los puntos secretos de placer que su cuerpo ocultaba, aún permanecen en mi mente. El intenso color carmesí del vino que contiene la copa que ahora mismo tengo en mis manos no se compara al carmín que manchaban esos labios que entre gemidos y jadeos se encontraban hinchados por mis besos y me suplicaban (sin decirlo realmente) que no me detuviese hasta hacerla completamente mía.
El serpenteante movimiento de su cuerpo que se complementaba con el movimiento de mi cadera que ansiaba llegar más profundo en su interior, me hace desear volver a perderme en su cuerpo y lo denota las excitantes vibraciones que mi cuerpo envía a mi zona baja, esa que ansía volver a enterrarse en ese pequeño paraíso que esa mujer tiene entre sus piernas.
Mi secreto paraíso.
—Mi dulce mariposa— digo en medio de un gemido extasiado al recordar esa expresión de completa satisfacción en su rostro sonrojado y anhelante; definitivamente quiero volver a ver esa expresión, soy el único que la ha visto y quiero que así siga siendo —Mi juramento sigue en pie, ma douce chérie.
Me adueñare de ti…
Eres mía, Valerie…
Tienes que volver a mis brazos…
Un deseo posesivo sale de los más profundo de mi ser, palpitando y exigiendo recuperar a la mujer que fue mía y se escapó de mí luego de entregarme su cuerpo. Valerie, te perseguiré hasta el final del mundo, no pude hacerlo antes, pero ahora tengo los suficientes recursos para tenerte solo para mí. Te arrastrare hasta mi cama y te atare a ella para que nunca me dejes otra vez. Huiste de mí una vez, pero no volverá a pasar lo mismo una segunda vez. Voy a encontrarte y pagarás con la dulzura de tu cuerpo por haberme dejado solo en aquella fría habitación de hotel después de haberte saciado de mí.
Fui el primer hombre de esa mujer y eso nadie lo puede cambiar. Esa mañana las sábanas manchadas eran la prueba más firme de que lo que me habías dicho con anterioridad era completa verdad.
Si era virgen y yo fue el primero en probarla.
Quizás no la conozca lo suficiente y sea una locura desearla cuando a penas conozco su nombre, pero ¿Qué puedo hacer? De locos está lleno el mundo y yo soy uno de esos tantos, que perdió la razón cuando miró a aquella mujer debajo de su cuerpo tan entregada a sus brazos y al placer del momento.
Ese momento.
Solo quedaba el olor a reciente sexo, los recuerdos en mi mente y el calor que aún se palpaba en aquel lugar donde estaba dormida aquella mariposa escurridiza que, a penas me descuidé, se escapó de mis brazos y voló lejos de mí para que yo no la pudiese alcanzar. Le enseñaré todo lo que haya que saber del sexo, la lujuria y el placer, solo debo tenerla en mis manos para que sea mía otra vez..
Es en ese momento que a mis espaldas se oye la puerta de mi estudio ser abierta, interrumpiendo mi cómodo silencio y mis agradables pensamientos que estaban empezando a tomar rumbos perversos pensamientos.
—Disculpe la interrupción, señor— escucho la cansada voz de Gérard hablarme en un perfecto francés que entiendo completamente.
Llevo ya 5 años en Francia así que es comprensible que sepa el idioma de manera fluida, además mi madre es francesa de cuna y una parte de mi familia paterna también es oriunda del país de el amor y yo viví aquí antes de que mi familia tuviese que separarse.
—Tranquilo, Gérard— le respondo en francés sin girar a verlo y solo manteniendo mi mirada clavada en la ventana, buscando en mi hermosa París una belleza similar a la que deje en tierra americana— Dime ¿Qué información me tienes?
Gérard es el mayordomo principal que atiende mi casa desde hace bastante tiempo, ya que esta casa es legado de mi familia desde generaciones y generaciones. Aunque la propietaria actual es mi madre, yo me quedo aquí porque ella no se encuentra y yo me comprometí a cuidar de la casa. Tiene una hermosa vista así que ¿Por qué desaprovecharla?
—Todo está listo para su viaje, señor— me dice el hombre con voz rasposa y cansada debido a que los años empiezan a caer sobre sus hombros.
Pero que excelente noticia.
Sin poder evitarlo una sonrisa se posa en mis labios, sintiendo una gran emoción recorrer mi cuerpo ante esas palabras. No saben con cuántas ansias había anhelado regresar a Estados Unidos, así podré con libertad cazar a esa pequeña mariposa y atraparla en mis manos para que nunca se vaya de mi lado.
Cuánto lo deseo.
—Bien, muy bien— murmuro más para mí que para Gérard, queriendo ya tomar mis maletas y montarme en el avión para así regresar a la tierra en el cual crecí y me dio el recuerdo más estimulante que me ha acompañado en todo este tiempo—Quiero que todo esté listo para mi salida en la mañana, Gérard.
No quiero retrasos innecesarios.
—Como ordene…Señor Lefebvre.
En ese momento vuelvo a escuchar el sonido de la puerta y nuevamente me encuentro solo, hundido en mis pensamientos que me hacen esbozar una sonrisa llena de malicia.
Regresaré a ti, mi mariposa y cuando te tenga ya no volarás a ningún lado.
Una sonrisa maliciosa se posa en mi rostro, extendiéndose en la comisura de mis labios, mientras una emoción excitante me carcome las entrañas. No me importa lo que tenga que hacer, esa dulce mariposa será mía, mía tan mía. La recuerdo a la perfección y más la excitante marca en su espalda, a penas llegué la buscaré así sea por debajo de las rocas. Tengo una ventaja y es que conozco su nombre, aunque hubiese sido más efectivo saber su apellido también.
No importa, así será más interesante la cacería.
Cuando la encuentre...
Relamo mis labios, mientras mi mente se llena de magníficas ideas de como castigar a mi dulce manjar. Después de todo, ella me dio su cuerpo y ahora solo regresaré por lo que me pertenece.
Volveré a ti, Valerie.
—No me importará cortar tus alas si con eso te quedas conmigo, pequeña mariposa escurridiza—susurro a la nada, aún con la sonrisa adornando mi rostro y la única que es testigo de mis palabras es la luna chismosa que me mira desde su majestuosa altura—No escaparas de mí tan fácil.
Valerie…Te entregaste a mí y ahora volveré por lo que me pertenece.