136. Tierra prohibida (2)

1808 Words
Elizabeth entró corriendo a la casa – mamá, me iré de viaje – alcanzó a gritar antes de subir las escaleras a su habitación, sacar la maleta escondida bajo su cama y revisar que tenía todo lo necesario. El ambiente en el comedor se volvió confuso y fue Patrick quien se levantó para ir a verla. Tal y como lo dijo, Elizabeth planeaba irse de viaje. – ¿A dónde te vas? – A la frontera, iré a darle la sorpresa a Marjory, recuerdo que el clima es frío por allá, debo llevar abrigos y guantes, ah y calcetas, recuerdas lo que el abuelo decía sobre siempre cubrir tus pies, nunca tendrás frío sí te cubres la cabeza y los pies, cierto, gorros, necesito gorros. Su hermana habló mucho y nada de lo que dijo tuvo algún sentido – ¿por qué te vas? – Ya te lo dije, le daré la sorpresa a Marjory. – No es suficiente razón – cerró la maleta – no tienes dinero y papá no lo pagará. Elizabeth sonrió con superioridad – hermanito, yo tengo algo que tú jamás tendrás, amigas poderosas, la princesa Anira pagará el viaje, ella también quiere visitar a Marjory. Patrick alzó una ceja – la princesa de Tiara, ¿qué interés tiene en nuestra familia? – Amistad, no se lo digas a nadie, pero Lucia siempre me pregunta por Marjory, creo que es por eso que reprobó, se interesa mucho en otras personas y no en sus estudios – negó con la cabeza – es muy trágico, por cierto, no vayas a hablar sobre eso, ya eres odioso, si encima de eso eres chismoso será una tragedia. De nuevo, su hermana habló mucho y nada tuvo sentido – ¿qué va a pasar con tus estudios? – Estoy de vacaciones y no voy a un sitio salvaje, me quedaré en la mansión del Duque Daigo, Marjory estará ahí, la princesa Anira y el Barón Sigfred, lo vez, estaré perfectamente bien. En la mente de Patrick, su hermana era un peligroso torbellino que arremetería con todo lo que estuviera a su paso y esa fuerza de la naturaleza estaba a punto de ir a la frontera en tiempos de guerra – será mejor que te quedes, irás después, no hay prisa. – Si la hay, Lucia empeñó un collar para pagar el viaje y pensé que Marjory podría reponernos el dinero, solo por esta vez, le pagaré todo cuando trabaje. Ojalá el dinero fuera el único problema, Patrick miró alrededor intentando encontrar una excusa para detener a su hermana. – Ah, es cierto, tengo un libro de Tatiana – dijo Elizabeth y fue al librero para buscar el libro de pasta roja – debí tomarlo por error, te lo encargo. – Ese no es el tema. El libro en las manos de Patrick se sintió pesado, era viejo y no tenía título, editorial o nombre de autor, luego miró el resto de los libros y los tomó uno tras otro para encontrar el sello de la biblioteca del templo – Liz, estos libros... – Los regresas por mí – le gritó desde el pasillo. El corazón de Elizabeth latía con fuerza, sería un viaje perfecto, vería a Marjory, conocería un castillo y visitaría todos los sitios turísticos en la frontera, todo eso y nada de trabajo. Era perfecto. Clara Ernia miró de nuevo a su hija con las maletas en las manos y buscó con la vista a su hijo – cariño, espera, es demasiado pronto, ¿estás segura? – Muy segura, volveré antes de que inicien las clases – acomodó su cabello despeinado y salió muy de prisa para encontrarse con la princesa Anira y el carruaje n***o detrás suyo. – Elizabeth Silas – gritó su madre y ella se paralizó de pies a cabeza, Clara mantuvo una posición muy digna, caminó pasando de largo a su hija y se dirigió a la princesa Lucia – alteza – hizo una leve reverencia – disculpe a mi hija por no invitarla a pasar, si gusta, me sentiría muy agradecida si pudiera tomar una taza de té en nuestra casa antes de su viaje o quizá refrescarse un poco, siempre que no las esté importunando. Lucia Anira sonrió – será un placer. A diferencia de Patrick, la voz atronadora de la señora Ernia hizo que el viaje se pusiera en pausa y Elizabeth resopló, pero para evitar riesgos, metió su maleta en el carruaje, de esa forma se aseguraría de irse. En la habitación de arriba, Patrick acomodó los libros que pertenecían al templo y que eran el noventa y nueve por ciento de los libros en el librero. Luego hizo una pausa y volvió a mirar. Su hermana necesitaba libros nuevos, pero no había dinero, su familia sobrevivía con el subsidio del templo y lo que su madre podía salvar de las manos de su padre, nunca había suficiente para pagar las cuentas, por eso era tan importante que Elizabeth se convirtiera en doctora y él en sacerdote. Suspiró y eligió nueve libros para regresarlos al librero. De todas formas, el templo no había descubierto el préstamo. La princesa Lucia Anira se presentó en el comedor, su piel era muy blanca y su cabello plateado muy brillante, este caía como una cascada sobre sus hombros sin un solo mechón de cabello fuera de lugar, pero sin duda, lo más llamativo de su apariencia eran sus ojos rojos. Benjamín Silas no imaginó que se tratará de una joven tan hermosa y siendo la antigua prometida del príncipe William, era una amistad muy notoria – alteza. – Por favor, pueden tratarme de manera informal, estando en territorio de Undra no soy más una princesa y no me atrevería a pedir un trato especial, sobre todo después de invitar a su hija a un viaje sin consultarlo con ustedes, amablemente les pido una disculpa – bajó la cabeza en una reverencia muy pronunciada. Como padres, Benjamín Silas y Clara Ernia se sintieron conmovidos, en lugar de entrar y gritar que se iba de viaje, la princesa fue amable, cortes y su tono de voz era muy suave, la señora Ernia incluso pensó en pedirle que se convirtiera en su hija. Elizabeth alzó una ceja y desconoció a su amiga. – Recibimos muy pocas visitas, siento que estoy fuera de práctica, si necesita algo no dude en pedirlo – dijo la señora Ernia al servir el té. – Esto ya es demasiado, no se preocupé, seré feliz si me trata como a cualquier otra amiga de Elizabeth. De nuevo la señora Ernia se sintió alegre e infeliz al mismo tiempo y miró a su hija con una expresión que decía, ¿no puedes ser como ella? – La familia real fue muy injusta con usted – agregó Benjamín Silas – siento que debieron tener más consideración dada su posición y su linaje. Elizabeth resopló y esperó en silencio, el viaje era largo y estaban perdiendo el tiempo – mamá, papá, si no nos vamos ahora no podremos llegar a la primera parada antes del anochecer, ¿cierto, alteza? – Es así, de nuevo me disculpo, quería planearlo, pero los costos me superaron. Clara se sintió apenada mientras que Benjamín calculaba el costo del viaje. – Y por eso nos vamos – anunció Elizabeth. ¡Las mejores vacaciones! Al acercarse al carruaje vio a un hombre alto con una túnica negra y un sombrero militar, lo extraño de ese hombre era la nariz. ¡Su prometido! – Sir Jonás – dijo la señora Ernia al verlo – pensé que había viajado con el Duque Bastián. – Señora, el Duque me permitió quedarme para tratar los asuntos de la boda. Benjamín Silas tosió secamente al recordar la boda que sería pagada en su totalidad por el novio – bien por el Duque, es bueno que sea considerado con sus empleados – desvió la mirada. Elizabeth no entendió lo que estaba pasando y miró a la princesa – él. – Nos acompañará, fue la manera más económica de conseguir guardias, prácticamente lo hace gratis y el camino es muy peligroso, de otra forma no podríamos irnos, a menos que tengas dinero, son la mejor opción. Con todas las pausas, Elizabeth Silas y la princesa Lucia Anira dejaron la capital de Undra para dirigirse al castillo que solía pertenecer al Duque Daigo en la frontera y visitar a Marjory Sheridan. ***** La mañana siguiente fue tranquila y también el primer día en que Tatiana Felian tendría una tutoría de las antiguas escrituras. El día era caluroso y la mujer de cabello n***o con las puntas rizadas, un vestido rojo oscuro y un escote pronunciado se presentó en la entrada de la casa de la familia Silas armada con algunos cuadernos, guantes, lápices y una sombrilla. – Por aquí señorita. Tatiana permaneció en la entrada para no negarle a Patrick la oportunidad de mirarla de pie en su puerta en su máxima gloria esperando por él. – Señorita. El clima era muy caluroso y pronto su frente se cubriría de gotas de sudor. – ¿Señorita? Entró enfurruñada preguntándose porqué Patrick no salió a recibirla y en lugar de eso se encontró con la señora Clara Ernia y sonrió – buenas tardes, ¿no llegué muy temprano? – En absoluto, mi hijo está arriba estudiando, te llevaré y puedes agradecerle a tu padre, pero por favor dile que su donativo fue muy generoso. – De ninguna manera – le sujetó las manos – es lo menos que merece, estoy abusando de su amabilidad y no me sentiría a gusto, además, disfruto mucho de las escrituras. – ¡Por la diosa! – la señora Ernia se llevó la mano al pecho – eres tan angelical, ojalá mis hijos te aprendan un poco. Tatiana sonrió. La habitación estaba abarrotada de libros y pergaminos, no había mucho espacio para caminar y entre ese desorden estaba él. Cabello anaranjado, despeinado, ojos color marrón, espalda recta, alto y con porte elegante pese a tener un rostro juvenil, sobre el lado izquierdo de su rostro un mechón de cabello caía en dirección contraria al resto de su cabello y había algunas pequeñas pecas bajo sus ojos. – ¡Señorita Felian! – ¿Eh? Miró a su alrededor y descubrió que la señora Silas se había ido y que estaban a solas, era el comienzo, los momentos mágicos que Patrick recordaría hasta el día de su muerte, las imágenes que llenarían sus sueños y el tono de voz que acariciaría sus oídos. Era una pena que ella tuviera que romperle el corazón, aunque tal vez, para no herirlo mucho, podía ser amable y dejarle tener un poco de su cálida voz o el roce de sus manos, solo para que no hubiera dolor en su vida. – ¿Me estás escuchando? – preguntó Patrick.  
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