138. Confidencia (1)

1713 Words
Barbara se notaba muy orgullosa, caminando con el uniforme de gala, el cabello peinado y en las manos los documentos de rendición de los diferentes territorios de Barbaros que optaron la vía pacífica, al llegar a la habitación real, miró a los guardias, tocó a la puerta y la abrió casi enseguida sin esperar una respuesta. Su rey estaba sentado en la esquina de un sillón alargado y sobre ese mismo sillón se encontraba una mujer recostada con las piernas recogidas, los pies descalzos y el cabello muy despeinado, la luz del atardecer entraba por la ventana bañándolos con una hermosa luz dorada y resaltando el cabello plateado del rey Diaval. Las manos de ambos estaban entrelazadas. Barbara apretó los dientes con fuerza, no mucho tiempo antes le había advertido a esa mujer que era una ilusa por creer que el rey la amaba y ahí estaba ella, seduciéndolo descaradamente, sin anticipación, se abrió paso dentro de la habitación, sus botas perfectamente lustradas pisaban el suelo con fuerza – majestad, aquí está el informe que me pidió, es urgente que lo revise – habló en voz alta. Alexis maldijo entre dientes y deseó que su caballero tuviera un poco más de sentido común, cualquier informe podía esperar, aunque le dijeran que uno de los prisioneros debía ser ahorcado, el sujeto podía mantenerse de puntillas sobre un banco por un par de minutos más – lo revisaré más tarde, puedes irte. – Majestad, este es uno de los momentos más vulnerables, no puede desatender los asuntos de gobierno con distracciones – se aseguró de mirar a Marjory cuando dijo esa última palabra. Alexis resopló – lo veré más... – Tiene razón. ***** No estaba dormida, desperté hace varios minutos, pero no pude moverme, cada vez que lo intentaba sentía como los dedos de Alexis se movían acariciando los míos, o imaginaba cómo se vería en esa posición, y me preguntaba hacia dónde estaba mirando. Al atardecer, al horizonte o a mí. Me sentí muy ansiosa. – Ella tiene razón, tienes que ocuparte del papeleo y yo tengo que volver a mi habitación – puedo ver por el rabillo del ojo la sonrisa de Barbara – ¿te gustaría cenar conmigo? – Si – responde de inmediato. – Te estaré esperando. Mi intercepción con Barbara no es amable y no me siento muy feliz de caminar con ella al salir de la habitación, no puedo decir que esté molesta o particularmente celosa, es más bien una necesidad de alejarla de Alexis con cada fibra de mi cuerpo. – No le gustan los postres dulces. – ¿Qué? – A su majestad, el rey odia los postres. – Los comió conmigo – se comió tres rebanadas del pastel ¡delicia de ambrosía! – Intentaba ser caballeroso, ¿no te diste cuenta?, odia todo lo dulce, le gusta la comida salada o picante, sus vegetales favoritos son las zanahorias, el brócoli y los pimientos, solo come la carne bien cocida especialmente si está marinada o sazonada, además, su plato fuerte es la comida, la cena es ligera y entre comidas mastica bocadillos salados, siempre tiene una bolsa en el bolsillo, no pone atención a la presentación, concéntrate en el sabor – su mirada se vuelve arrogante – ya que vas a invitarlo a cenar, deberías saber lo básico. ¡La detesto!, quiero borrar esa estúpida sonrisa. La diferencia entre nuestras estaturas es de diez centímetros, pero es suficiente para que levante la barbilla mostrándose superior Sonrío – muchas gracias, sir Quiral, pero no tiene de qué preocuparse, los gustos de Alexis, son algo que descubriré con el tiempo – me retiro. Golpe. Esa fui yo azotando la puerta. – Señora. – ¿Qué? ¡Ay no! – Lo siento, quise decir, ¿dónde está Casandra? – no espero a que responda la pregunta y camino hacia la estancia – ¿sabes marinar la carne?, no, mejor aún, ensalada de zanahorias y algo salado, ¿se pueden salar las zanahorias?, quiero decir, no estoy siendo de mucha ayuda, ¿cierto? No hay respuesta, por lo general estoy más enfocada, no sé qué me pasa últimamente. – Señora, de casualidad, ¿es para el joven Alexis? – ¿Cómo lo supiste? No lo dije en voz alta, ¿cierto? – Señora, si quiere – susurra – podemos prepararle uno de los platillos que comía en la mansión cuando era niño. ¿Qué? – ¿Cómo sabes qué le preparaban cuando era niño? Su expresión cambia, Ágata se cubre el rostro y Susana desvía la mirada. No lo digan, soy la última en enterarse. Debí darme cuenta cuando pelearon para defenderme, pero supongo que pensé que habían entrenado o algo por el estilo – así que no las contrataron en el mercado, ¡por la diosa!, incluso me dieron información de sus empleos pasados y cartas de recomendación – nadie es capaz de mirarme a la cara – llevamos meses juntas, ¿cuánto más me están ocultando? Ni siquiera quiero pensar en eso. – Señora, era para protegerla. – Me siento muy protegida sabiendo que las personas a mi alrededor no confían en mí. – Si quiere trabajaremos muy duro en la cena, ¿será de gala? – pregunta Susana para aligerar el ambiente – podría usar el vestido azul marino de la vez pasada. Eso sería demasiado – será informal y no cambies el tema, ¡quiero que confíen en mí!, sé que puede parecer poca cosa, pero yo he confiado en ustedes desde el comienzo, y no es culpa de Casandra – percibo la mirada de Ágata – también, ¿qué sucedió con ustedes?, antes eran más unidas, y no digan que lo estoy imaginando, Susana, ¿qué está pasando? Ella duda antes de señalar a Ágata – ella lo tomó. – ¿Tomó qué? – Un vestido – arrastra las palabras – era un vestido que las tres queríamos y ella lo tomó, y ni siquiera quiere ponérselo, es muy injusto. Quieres decir, que la han estado relegando por un vestido – después habrá tiempo y les prometo que tendrán todos los vestidos que quieran. – ¡Por la diosa! – dice Ágata en un tono que más bien parece una maldición – ellas están molestas porque sir Evans no las sacó a bailar y – hace una pausa – y a mí sí. Ahora desearía que su conflicto fuera por un vestido, sabía que tarde o temprano esto pasaría, las cuatro no pueden casarse con el mismo hombre. – Señora, él lo hizo para rechazarlas. – ¡Pudiste negarte! – Lo intenté. – Quién diría que sería tan complejo, la próxima vez te enseñaré a no bailar, te sientas y mira, ¡no estás bailando! Definitivamente, preferiría que fuera por un vestido – de acuerdo, esa decisión es de sir Evans y solo suya, Susana, culpar a Ágata es cruel e injusto. Ustedes tienen años de conocerse, no pueden dejar que un hombre destruya eso. Lo que estoy haciendo al invitar a Alexis a cenar, ¿estoy peleando con Barbara?, ¿por un hombre? No, no es lo mismo. ***** Las montañas se ven más verdes cada vez que miro por la ventana y los jardines se ven más grandes, antes no había flores y ahora está totalmente cubierto, este debe ser el efecto de la reliquia de purificación, es muy admirable. El clima también ha mejorado, ya no estamos tan cerca de la costa, no hay fuertes vientos ni corrientes gélidas. Bostezo. Ya es algo tarde, el cielo es muy oscuro, puedo ver las estrellas, Alexis dijo que cuando se sentía triste miraba el cielo, pero en los días en los que se fue me limité a encerrarme en mi habitación. – ¿Algo interesante? – Nada en particular. ¡Alexis! – ¿Cuándo llegaste? – Hace unos dos minutos, lamento que esperaras. Lo entiendo, debe tener más trabajo ahora que terminó la guerra y no quiero interrumpirlo – está bien, fui yo quien te invitó sin preguntar si podías. – Me alegra que me hayas invitado, puedes hacerlo cuando quieras, me las arreglaré para encontrar tiempo. El Marqués Quiral va a odiarme. Quizá estoy dependiendo mucho de él, visitándolo cuando estoy aburrida, preguntando por él cuando no lo veo e invitándolo a cenar sin previo aviso, es porque ya no estoy a cargo del hospital, solo estoy aquí, dentro del castillo, aburriéndome como nunca y lo mejor que sé hacer es buscarlo. – Te ves afligida. – Estoy bien – tomo su mano para que se levante – quítate el saco – con mucho cuidado deslizo los botones, le quito la prenda y meto las manos en los bolsillos al alejarme. Una bolsa de semillas con sal. ¡Maldición! – Casandra preparó algo especial, ven. Cuando cenamos en el jardín él tomó platillos diferentes a los que me dio, Barbara debe tener razón, su gusto es más salado en relación al mío, debo poner mucha atención a cada movimiento de sus manos y observar todo lo que se sirve. Pimientos, zanahorias, salsa ácida. – Marjory, ¿ocurre algo? – ¿Qué?, no, ¿por qué? – Estás mirando muy cerca. – Eso es – rápido, necesito inventar una excusa – es porque me di cuenta de que falta el licor, espera aquí – sé que sir Evans guarda una botella en la parte de debajo de la alacena – es para acompañar, esta vez no estamos en una fiesta y la cama está a cinco metros, no tendrás que cargarme, puedo llegar estando ebria. Sonríe – ¿en verdad quieres hacerlo? – Decidí que en mi fiesta de celebración por mi divorcio voy a beber hasta emborracharme, tengo que practicar. Su mano detiene la botella – espera aquí. Diez minutos después Lamus entra a la habitación cargando un total de nueve botellas, todas de diferentes marcas y tamaños, los sirve en varios vasos. – Lo haremos como se debe, comenzaremos con algo ligero y si puedes soportarlo iremos subiendo. – ¿De dónde sacaste todo eso? – De mi habitación. Todo eso es de él, pero tiene solo dieciséis años, eso es mucho licor, sé que no tiene problemas de hígado o de riñón, reviso su salud todo el tiempo, pero esto es..., demasiado.  
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