Ms. Hebe bebió de nuevo un trago de su vino tinto. Apretó sus cincelados labios y ladeó su cabeza un poco, porque con esa sencilla pregunta estaba colocando en juicio al muchacho. Lo que estaba por hacer podía convertirlo en su enemigo, en lugar de su amante. Apretó el puño derecho por debajo del mantel de la mesa. Se había concentrado tanto en buscar al candidato y al no encontrarlo en el tiempo en que estuvo haciéndolo, había perdido la esperanza de hallarlo. Además de la sorpresa de coincidir con el hijo, de su amor platónico de la infancia. No se había preparado para hacerle aquella propuesta, ni ofrecerle el contrato en el que se establecía de que le pagaría por dejarla embarazada. Ahora, todo sonaba más atrevido y maniático en su cabeza. ¿Qué mujer tendría que retribuir con dinero a