8 de Julio de 2018
La alarma de mi teléfono suena anunciando que lamentablemente debo dejar a mi amor imposible, mi cama.
Son exactamente las cinco de la mañana, por lo que nada más he dormido exactamente dos horas. Ya que después de terminar mis deberes en el club y llegar a mi casa cansada eran las 3 am. Sería bueno dormir un poco más pero hoy me toca abrir la cafetería así que mientras me alisto y llego a la cafetería, serán exactamente las 7 am, hora en la que comienza mi turno.
Mientras me alisto duro alrededor de una hora, quince minutos caminado desde mi casa a la estación de bus y una hora que dura el recorrido del autobús, que aprovechare sabiamente durmiendo, no sin antes colocar una alarma para despertarme.
Por quince minutos que llegue tarde no moriré ¿No?
A veces pienso que mi vida es como Tiana la princesa que la película “La princesa y el sapo”, la única diferencia es que ella trabaja para cumplir el sueño de su papá y darle una mejor estabilidad económica a su madre, pero yo, ¿Para quién trabajo? ¿Quién me motiva a seguir luchando en ser alguien en la vida si no tengo a nadie?
Mis ánimos bajan levemente, pero recuerdo que si quiero que la muerte de mi familia no quede impune debo de tener dinero e influencia y llorando no lo lograre.
Me levanto de la cama, entro al baño, me ducho y me dirijo a mi pequeño armario escogiendo un perchero con todo listo –organizar así mi ropa me ahorra tiempo valioso de sueño– teniendo esté, una camiseta de mangas largas ajustada al cuerpo de color negra y pantalón largo sintético del mismo color, con una chaqueta, bufanda, botines y gorro gris. Me coloco algo de polvo y labial, tomo mi bolso n***o, llaves, un poco de dinero y mi teléfono. Y así estoy lista para salir a mi trabajo.
Son justo las 6:05 am y corro de mi habitación hasta mi puerta que me lleva a la salida de mi pequeño departamento.
Llegar más tarde de lo planeado no es bueno, ignoro ese pensamiento y me animo a mí misma.
— Vamos Zoe, hoy será un gran día –me digo mientras beso mi colgante con el dije de árbol de la vida, el ultimo regalo de mis padres–.
Respiro profundo y abro la puerta de mi departamento, un poco confundida porque lo primero que veo son ocho hombres vestidos totalmente de n***o, haciendo una calle de honor desde la puerta de mi departamento hasta la pared que está enfrente de esta.
Lo primero que me viene a la mente es ¿Vienen a robarme?, pero descarto totalmente esa idea, ya que unas personas tan bien vestidas, no vendrían a robar a una chica de 28 años que subsiste con el dinero de tres trabajos de medio tiempo. Lo que me lleva a otra creencia
¿Las personas que mataron a mi familia saben en donde me encuentro y por eso están ellos aquí?
¡Para deshacerse de mí!
Ese pensamiento me congela inmediatamente.
Muchos dirán que lo primero que hago es pesar negativamente ante cualquier situación pero, ¿Qué otro pensamiento vendría a tu cabeza si ya pagaste los servicios y el arriendo?, no le debo a nadie ya que con lo que gano en mis trabajos puedo subsistir decentemente, pero no darme el lujo de comprar muchas cosas, y menos a crédito que salen por un ojo de la cara.
Ahora la otra posibilidad es que tengo algún pariente adinerado pero esa hipótesis queda descartada por qué:
La familia de mis padres no es adinerada
Aunque algún pariente muy lejano lo fuera, no vendría a mí, ya que ninguno de ellos gusta de mí. Ya que afirman que yo no soy parte de su familia, ya que no comparto lazos consanguíneos.
Lo que me lleva a pensar que si no es nada de lo anterior solo me queda pensar en dos sucesos que marcaron mi vida para siempre. Los culpables de mi secuestro hacen años o los culpables de la muerte de mi familia.
Y la verdad es que ninguno de ellos sería buenos para mí, si quiero seguir con vida.
Quiero correr pero es obvio que de nada me servirá si no tengo la fuerza de Hulk, así que desisto de ese plan aunque no lo dejo en el olvido.
Un noveno señor que aparece de la nada caminado a través de ese camino de honor llega hacia mí y me hace una reverencia para después hablar.
— Buen día Sta. Johnson –dice seriamente– lamento venir a su residencia sin un previo aviso.
En estos momentos estoy literalmente muerta de miedo, no sé qué me puede esperar de dicha visita.
— Pero –dice continuando su discurso tan profesional– mi jefe solicita su presencia.
— ¿S-su je-e-fe? –Pregunto en un hilo de voz–.
— Sí, mi jefe –comenta– pero no se preocupe nosotros no le haremos daño.
¿Entonces ellos no me harían daño pero su jefe si? – me pregunto mentalmente–.
A la mierda el plan descabellado, ¡Corre lo más que puedas! – me dice Lily, quien en mi mente es la que sabe mantener el control en mis emociones y me da soluciones razonables. Sin embargo su control no está, ya que ahora mismo todos mis pensamientos están dirigidos por Fear, quien es la que siempre está llena de miedo, por lo que siempre sus decisiones van dirigidas a huir o esconderse. Sunny (alegría), Dess (diminutivo de Desirée quien es la lujuria) y Ali (quién actúa impulsada por el enojo) solo asienten temerosas. Al parecer todas estamos sintonizadas por Fear; el miedo–.
Doy dos pasos al frente con una falsa sonrisa mientras asiento, por lo que el señor que me habla me cede el paso, una vez que logro pasar por el camino de honor que han hecho los ocho hombres bien vestidos, corro como si mi vida dependiera de ello.
¡Tu vida en estos momentos depende de ello! –me grita Lily desesperada –.
Bajo las escaleras a la velocidad de la luz. Mientras a mis espaldas escucho un:
– Señorita espere, no corra se puede hacer un daño innecesario– del hombre que me hablo anteriormente.
— Bah daño, daño es el que seguramente me harán si me dejo atrapar – grito mientras corro hacia el portón–.
Sin embargo, basto abrir este para que me agarraran otros hombres con la misma vestimenta.
— ¡Maldición! nos atraparon –Grita Lily frustrada, tanto como yo–.
— Por favor no me hagan daño –digo suplicante cuando veo al hombre que me hablo intentado recuperar el aliento–.
Y lo entiendo, yo también quede muerta con ese ejercicio mañanera que acabe de hacer inocentemente –me digo mentalmente–.
— Señorita, le dije que no le aremos daño, solo queremos que nos acompañe hasta donde se encuentra mi jefe –dice frente a mí–.
— Pero ¿Quién es tu jefe? y ¿Por qué me quiere a mí? –digo intentando comprender la situación.
— Lo siento señorita pero eso es información confidencial –dice en tono profesional –.
— Entonces ¿para qué me quiere tu jefe? –pregunto nuevamente–.
— Lo sabrá cuando lo vea – comenta–.
Dios esto no puede ser peor –me digo a mi misma–.
Intento regular mi respiración para después hablar.
— Déjame ver si entiendo –digo mientras intento soltarme del hombre que me tiene todavía sujetada pero no lo logro–. ¿Vienes a mi casa porque tu jefe te mando a buscarme? –pregunto y él asiente– No sé quién es tu jefe, ni porque me quiere ver pero tampoco vas a decirme –pregunto nuevamente y él asiente.
>> Entonces ¿Cómo DEMONIOS crees que me pienso ir contigo? ¡En el que tanto tu jefe como tú son unos desconocidos para mí! ¿Y si intentan hacer tráfico de blancas conmigo? –digo horrorizada– Además –agrego– tengo un trabajo al que asistir por lo que, ya que no me quieres decir quiénes son ni para que me quieren, y en vista que es tu jefe el que me quiere ver y no yo, pues fácil, que venga él personalmente a verme –digo intentando soltarme del amarre del hombre que me sujeta, pero literalmente este hombre es un tanque de guerra en comparación de mi pequeño cuerpo–.
— Lo siento señorita pero tendrá que venir con nosotros por las buenas o por las malas – dice mirándome fijamente– no ir no es una opción.
— ¿Eres consciente que en cualquier parte del mundo llevar a una persona en contra de su voluntad se considera secuestro? –comento furiosa–.
— Lo sé, pero usted tiene que ir con nosotros y no es una petición, es una orden –dice mientras le hace una señal a quien me tiene sujetada y este después de afirmar con su cabeza comienza a llevarme literalmente a rastras hacia una camioneta negra–.
— ¡Suéltame! –Grito mientras forcejeo con el hombre que me tiene sujetada– ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Me están secuestrando! –Grito pero no hay nadie que acuda a mi llamado de auxilio–.
— Lo siento señorita –dice el único hombre que hasta el momento ha hablado– es por su bien – dice y me coloca un pañuelo en mi nariz mientras yo intento soltarme del hombre que me tiene sujetada, de repente los ojos me pesan y poco a poco se cierran–.
Estamos perdidas –escucho decir a Lily antes de perder todo rastro de conciencia–.